MADRID.- La
digestión del ladrillo por parte de la banca española resulta mucho
más pesada de lo que se esperaba por parte de algunos de sus
responsables. Los principales bancos aún soportan casi 94.000
millones de activos dudosos o adjudicados al cierre del primer
trimestre y se reducción se limita a tan sólo un 3,5% de media
respecto al cierre del pasado ejercicio. Por entidades, el Banco
Sabadell se acerca al Popular, primero, en deuda acumulada por el
efecto ladrillo, según desvela hoy https://www.capitalmadrid.com.
El Banco de España ya alertaba hace unos días sobre este problema, más acuciante en algunas entidades que en otras.
El empacho de ladrillo, o la "resaca" según los términos del ministro
Cristóbal Montoro al referirse a la deuda pública, por parte de la
banca española supone todavía 93.725 millones de euros en sus balances, a
tenor de los datos presentados por los siete bancos que cotizan en el
selectivo al cierre del primer trimestre.
Desde luego, la "evacuación", según los términos que utilizan sus
propios directivos, de esos activos improductivos se produce a un ritmo
menor al deseado, aunque algunos de los consejeros delegados de los
grandes bancos consideren que el lastre inmobiliario irá a menos en los
próximos trimestres por la recuperación del sector inmobiliario.
Si se compara la cifra conjunta ofrecida por los principales bancos
al cierre de marzo con la que acumulaban al cierre de 2016, la reducción
se limita a 3.388 millones de euros, un 3,48% menos.
El Banco de España, en su último Informe de Estabilidad Financiera,
cifraba en 190.000 millones de euros el total de activos improductivos
de todo el sector financiero, con una reducción anual del 9%. El
supervisor advierte de que este lastre impide una recuperación de la
rentabilidad perseguida por todas las entidades, con unos ROE por debajo
del coste de capital.
Las coberturas de dichos activos se han incrementado a lo largo de la
crisis y ya suponen como media algo más del 50%, aunque varían según la
situación de cada uno de los bancos. Eso sí, dichas provisiones suponen
una merma sustancial en los resultados individuales de cada entidad que
pueden desembocar en pérdidas frente a los beneficios que pudieran
obtener por su actividad puramente bancaria.
"No queremos ser un banco inmobiliario", sentenciaba hace algunas
semanas el consejero delegado del Popular, Ignacio Sánchez Asiaín, antes
de la presentación de las cuentas de su grupo correspondientes al
primer trimestre del ejercicio.
Pese a esas pretensiones, el caso del Popular es el más grave entre
los principales bancos españoles, ya que hasta marzo el volumen de
activos improductivos se eleva hasta los 36.839 millones de euros, algo
por debajo de los más de 37.000 millones que soportaban al cierre del
pasado ejercicio. Su consejero delegado busca la fórmula para poder
acelerar el ritmo para aliviar esa enorme carga.
De hecho, el Popular más que duplica la cifra de activos
improductivos del segundo banco peor situado, como es el Sabadell que
cuenta con un esquema de protección de activos (EPA) por la integración
de la intervenida CAM. El grupo presidido por José Oliu soporta 18.275
millones de activos problemáticos, de los que 8.968 millones de euros
son adjudicados.
Santander y BBVA, los dos grandes grupos internacionales, rondan los
10.000 millones de euros en ese tipo de activos, mientras que Caixabank
se sitúa algo más por debajo (7.600 millones de euros). Pese al traspaso
de activos a la Sareb o banco malo, Bankia soporta todavía una losa de
unos 11.000 millones de euros.
Bankinter es el que goza de una posición más desahogada, ya que su
exposición al inmobiliario se ha reducido algo por debajo de los 511
millones de euros. Esta entidad es la que se ha visto menos afectada por
el pinchazo de la burbuja del inmobiliario a lo largo de toda la crisis
y sus coberturas (48% de problemáticos) se comparan en igualdad con
aquellos que más peso de ladrillo tienen en sus balances.
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