sábado, 15 de marzo de 2008

Sombras en la victoria de ZP / Antonio Casado

Absténganse quienes se quedan en que Zapatero ha ganado las elecciones y no hay más que hablar. Gana y gobierna. Correcto.

Pero no hay luz sin sombra. Y en la radiografía electoral del PSOE hay algunas sombras sobre las que sus dirigentes deberían reflexionar en las vacaciones de Semana Santa.

Conviene analizar el balance electoral de la Legislatura. O sea, con la base de cálculo en los resultados de hace cuatro años. El tanteo no admite dudas: gana el PP por 360.000 votos. Dicho de otro modo: con la cuenta a cero el 15 de marzo de 2004 (día después de las anteriores elecciones generales), el ‘buenismo’ de Zapatero gana 40.000 votos, mientras que el ‘catastrofismo’ de Rajoy gana 400.000. Los números están ahí.

Si tomamos los indicadores bilaterales de la distancia relativa entre los dos grandes partidos, el PSOE pierde en los tres principales: en el ya mencionado del total de votos sumados durante la Legislatura, en porcentajes (la distancia de 4,9 % pasa a ser de 3,5%) y en escaños (la diferencia de 16 diputados pasa a ser de 15). De especial relevancia es la composición del cimiento electoral sobre el que se recostará Zapatero en la próxima Legislatura.

Hay una escandalosa descompensación en esa base de apoyo del próximo Gobierno socialista. Tanto en la aritmética como en la política, la cojera es evidente: un pie firmemente asentado sobre el hábitat del nacionalismo y otro de incierto anclaje en la España de soberanía nacional única.

También se puede ver de otro modo ese clamoroso desequilibrio que se advierte en el pedestal del poder de Zapatero: su discurso triunfa en los territorios de las musas y fracasa en los del teatro. Es decir, que gana donde reinan las utopías (Cataluña, Euskadi) y pierde donde reina la acción transformadora del dinamismo económico y empresarial (Madrid, Valencia, Murcia). En todo caso, la matemática y la política nos vuelven a dar noticia de esa descompensación que aparece en la cosecha electoral de Zapatero.

Por último, aunque sólo sea a efectos de imagen, no podemos ignorar el revolcón colectivo de los ministros de Zapatero. Aparte de la gallega Espinosa y la catalana Chacón, todos los demás han sido muy mal tratados por los votantes el 9 de marzo. Por no irnos a la comparativa de Zapatero con sus predecesores de Moncloa. De los cuatro presidentes de Gobierno que pasaron por las urnas en una segunda oportunidad, ninguno había sido peor tratado que Zapatero.

Pero vamos a dejarlo ahí. De momento sirvan estas consideraciones para recordar que no es oro todo lo que reluce.

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