Han
sido demasiadas emociones encontradas en los últimos meses y demasiado
sufrimiento acumulado en el orden más personal, como para que su inmenso
corazón no terminase estallando por fatiga este fín de semana, tal vez por su
necesidad de reencontrarse con Luz, su madre nonagenaria, fallecida hace
ya casi tres meses y su verdadero referente vital en el último tramo de
la vida de ambos, por dejarlo en este punto ante la trascendencia en la
que ahora va a entrar una vez pasen los próximos 40 días y lleguemos al
25 de marzo, verdadera fecha del nacimiento de Jesucristo y de la
definitiva marcha al otro mundo de este amigo inolvidable por su
profundidad, lealtad y bonhomía.
Aunque
había nacido en uno de los destinos militares de su padre, músico, en
el Ejército del Aíre (Santiago de la Ribera (Murcia) 1945-Faura
(Valencia) 2018), siempre se sintió muy valenciano, valenciano de la
Corona de Aragón cuyos confines meridionales José Francisco (Omar)
Ribelles situaba más allá del castillo de Chinchilla de Monte Aragón, la
sierra de Alcaraz casi en el límite del norte andaluz oriental. Lo
tenía muy estudiado y releido en literatura medieval mediterránea. Y que situase El Quixote en
esas tierras y la cuna de Cervantes junto al Mediterráneo pese a, su
juicio, la apropiación indebida por el imperio castellano de una figura
universal y héroe de Lepanto y Berbería.
(De
ahí que viviese, enarbolando su bandera republicana, los últimos
acontecimientos muy de cerca hasta el punto de presentarse en Barcelona
en dos ocasiones después del 1-O y antes de las elecciones catalanas,
para palpar de cerca el sentimiento de la calle y medir a los líderes
sociales, incluso logró conocer a alguno de ellos o sus esposas aunque
recibiese el rechazo impúdico de otros ante su actitud expectante y sus
preguntas impertinentes para llegar al fondo de la estrategia del procés, enmedio del cual no le faltó algún flirteo de señor maduro que ya veía casi imposible a su edad).
Hombre
erudito donde los hubiese, al margen de sus licenciaturas en la
Universidad de Madrid mis conversaciones de los últimos cinco años con
él sobre muy variados temas, (preferentemente sobre el Islam por ser la
religión que profesaba hace muchisimos años al margen de su formación de
juventud con los Jesuitas) han sido de las más interesantes y
enriquecedoras en mi ya larga existencia ante la gran experiencia
espiritual acumulada por su contacto profundo a lo largo de su vida con
varias civilizaciones contemporáneas en Asia, África y Europa.
Este
valenciano universal se ha aventurado, y ha vivido, en razón de sus
negocios varios, largas temporadas, al menos, en Gran Bretaña, China, el
Magreb y la península Arábiga (aparte de peregrinar varias veces a La Meca),
con desigual suerte como vendedor, promotor o contratista, sobre la
base siempre de la industria cerámica desarrollada en, para él, su
cercana Castellón. La crisis y los nuevos malos modos en los negocios
son también la causa indirecta de su inesperada desaparición un viernes
(día sagrado musulmán) en plena Cuaresma cristiana, él que llegaba a
estar ayunando durante semanas varias veces al año, al margen de las
exigencias puntuales de su religión por el Ramadán.
Ahora
se puede decir que sus países preferidos dentro del universo musulmán
eran, por este orden, Turquía, Indonesia y Pakistán porque también en
este plano era tan crítico como en su vida civil y profesional. Incluso
negaba la invasión árabe de la Península Ibérica como tal y era un
verdadero enamorado, hasta la entrega, del místico sufí murciano de los
siglos XII y XIII, Ibn-Arabí, por su filosofía de vida
dentro de la fé de Mahoma, lo que puede dar una idea de la catadura
moral de Omar Ribelles como persona aunque su muy fuerte carácter y
lengua suelta, a fuer de descarnadamente sincero, pudiese llegar a
confundir a quienes se preocuparon poco de analizarlo en su esencia como
ser humano, incluido cierto nivel de ingenuidad por el reducto de
inocencia de corazón que aún albergaba a los 72 años y que tantos
disgustos le costaron frente a los comunes.
Finalmente
fué un incomprendido porque éste hace mucho que dejó de ser su tiempo
por regresión moral de los demás. Ahí se explican mejor sus últimos
intentos, sin suerte, en Arabia, Cuba, Marruecos o la Costa del Sol con
el tapial como sistema arcaico pero sostenible de construcción capaz de
erradicar la humedad y lograr estancias naturalmente isotermas en climas
cálidos. O sus premoniciones sobre el AVE a La Meca por la
incompetencia de la ingeniería española en un desierto de arena muy fina
y siempre volando por los vientos casi constantes en esa latitud.
Emparentado
con los destacados socialistas valencianos Joan y Vicent Garcés por la
vía de los Camarelles, Juan Francisco era un hombre necesariamente
progresista debido a una vida tan internacional como intensa y su
entrega sincera y regular a la búsqueda de la Verdad, al margen de su
peripecia comercial genéticamente incardinada en su ser por
mediterráneo, hasta llegar también a descubrir y penetrar en el budismo
por puro instinto y curiosidad sobre el sentido de la Vida.
En el recuerdo quedan, para siempre, el almuerzo (agua salada incluida en el menú) con el Dr. Álvarez en su casa-acantilado de Salobreña; las consultas en Elche con el Dr. Pereda; la visita a la muralla árabe de Murcia y al palacio del califa junto al especialista y amigo profundo Fernando Mora; las charlas, casi siempre sin acuerdo, con el empresario Antonio Arce (quien nos presentó) en el Club de Regatas de Alicante, sin pasar por alto la visita que me hizo de su parte mi paisano Pepe Pellicer, su compañero de aventuras en Mauritania, aquella visita guiada por él al Albaycín granadino en un regreso de Marbella, y los almuerzos en 'El Celler', en Faura, con sobremesas ya irrepetibles, toleradas por Carmen Seller, por los temas de actualidad tratados y el caudal de información proporcionada al amigo periodista para la necesaria conformación de un contexto que haga mucho más comprensible la intensidad de los hechos que se suceden sin aparente conexión.
Sin duda, Omar, Pepe, te echaremos
muchisimo de menos y eso me obligará a pasar por Faura, de vez en
cuando, a rezar ante tu lápida a ese Dios que, como dijo el imam de tu
ceremonia fúnebre en el tanatorio de tu pueblo, es el mismo para todos:
judios, cristianos y musulmanes, al menos, con independencia del Libro y
el profeta portador del Mensaje. Y el que, ahora siento, te puso en mi
camino tras dos estruendos premonitorios de la Naturaleza como símbolo
de la Creación.
Así que ve disfrutando del
Paraíso mientras aquí lloramos por nosotros mismos y celebramos que ya
estés junto al Padre como gran sentido de tu propia existencia.
(*) Periodista
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