sábado, 1 de octubre de 2022

La ‘constitución’ oculta del Poder Judicial / José Luis Mazón *

Corría el año de 1992 y yo que ahora llevo 34 años de abogado, entonces llevaba cuatro años ejerciendo y ya había perdido la condición de creyente en que la justicia era sustancialmente correcta. 

Un juez murciano, que entonces lo era de un juzgado de instrucción, al salir de una reunión y pasando junto al palacio de justicia de Murcia, me lo señaló confesándome una gran y cruda verdad «ahí se aplica el siguiente refrán: «Al amigo el culo, al enemigo por culo y al indiferente el ordenamiento vigente». 

Me impactó la declaración del juez que tenía fama de ser muy independiente de los poderes al uso. Yo no había escuchado el refrán culesco hasta ese día, que se me quedó grabado a fuego.

Y no pasó mucho tiempo en poder verificar y en mi propias carnes, por no decir en mi propia anatomía, que aquella gran regla secreta o arcana de las fuerzas oscuras que mueven el sentir judicial él también la practicaba y yo recibí el trato refranero del enemigo del mismo juzgador cuando se me ocurrió ventilar en prensa que había dado un trato injusto a un procesado, y el mismo que me había enseñado el gran secreto que todo lo mueve en la justicia española, en general me aplicó su lado menos presentable.

En cuanto al origen del dogma de Romanones decir que no lo inventó él sino que lo hizo popular al difundirlo desde su enorme púlpito. Ya Quevedo por la centuria del 1600 (la misma en que murió Cervantes en 1616) escribió un «opúsculo» titulado «Gracias y desgracias del ojo del culo» y yo me pregunto: ¿Tiene este punto de la anatomía de todo animal un doble etérico donde se generan potentes energías que mueven las relaciones humanas y solo lo percibimos por estos extraños aforismos que serían como la sombra de otro universo invisible para nosotros?

Del poder alborotador del refrán hice una cata de ello en un reciente caso ante la Sala Civil del Tribunal Supremo donde yo era recurrente y mi contraria una magistrada murciana que se sentía ofendida por un artículo en un digital  sobre los jueces y la matanza de los arruís en Murcia que se negaron a paralizar diciendo que el perjuicio «no era irreparable»; y la chispa saltó con ocasión de una crítica a un fiscal del Supremo que apoyaba la postura de la magistrada recurrida, que hice en un escrito de réplica a su informe (replica que el juez no me admitió por argumentos procesales salvo para censurarme en la sentencia), al grano que dije en esa réplica al fiscal que el informe se había guiado por la máxima de Romanones que cité con todas sus letras. 

La causa entró en estado de anatema y el juzgador hizo rasgado de vestiduras, mesado de los cabellos con todos aquellos adherentes que son propios de estos llamados de atención a un letrado como yo irreverente por naturaleza con el abuso de poder. 

Y el ponente judicial, que es cordobés pero no del famoso linaje de los «cadíes» o jueces del Califato que eran de ejemplaridad cuasi divina, me llamo a capítulo en la sentencia calificando mi comentario de «soez» pero sin decirle al lector que ese comentario «soez» venía citado de un señor aristócrata y bien renombrado el Conde de Romanones, a cuya autoridad me había acogido.

Se metió su señoría suprema con un dios anónimo el centro de poder oculto y cayó en el hoyo o pozo, porque él mismo había aplicado en la sentencia la vertiente del «amigo» del refrán a la otra litigante, jueza murciana del TSJ compañera de profesión y hasta del mismo  sindicato «Juezas y jueces para la Democracia».

Ahora vamos con la solución al problema,  la tercera parte de la frase de Romanones. ¿Cómo lograr que a nuestros jueces las partes litigantes le sean indiferentes para que se les aplique «el ordenamiento vigente» y tengamos una justicia ejemplar digna de confianza?

Largo me lo fiais que diría Don Juan Tenorio. Es muy fácil y a la vez difícil de ejecutar.

Es muy fácil porque lo que hay que hacer está claro, hay que demoler el sistema (con sus adherentes como los colegios de abogados y procuradores aliados del culto al abuso de poder) y levantarlo de nuevo.

 Eso se consigue: 1.-No dejando pasar al santuario de la justicia a sacerdotes herejes por disposición natural 2.- Santo Oficio Judicial un tribunal Torquemada contra las herejías judiciales. Un tribunal de técnicos en derecho no jueces que pueda pedir cuentas a los jueces (y fiscales) infractores de sus obligaciones en el ámbito disciplinario, civil y penal.

Pero para esto necesitamos un 14 de julio como el de 1789.

Lo curioso es que viene de camino y está cada vez más cerca.

 

(*) Abogado

 

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