En concreto, se prevé una producción que estará ligeramente por encima de los 2,6 millones de toneladas, que está un 8% por debajo de la pasada campaña, pero un 24% por debajo de la media de los últimos años. Habría que irse a la temporada 2009-2010 para encontrar un volumen de producción tan bajo.
La naranja, como tantas otras cosechas en España, es víctima de la situación climática. El bajo rendimiento registrado se debe a la falta de agua y las restricciones de riego, junto con las altas temperaturas, que han sido especialmente dañinas durante las fases de floración y cuajado del fruto.
De hecho, el Valle del Guadalquivir, que es la región de España que más naranjas produce, y que también ha sido la más perjudicada por la sequía, verá como la producción se queda tan solo en la mitad de su potencial.
El empuje de la producción procedente del exterior se ve reflejada también en la Unión Europea, que en la anteior campaña vió como las importanciones se disparaban casi un 50%, hasta las 827.000 toneladas.
La amenaza egipcia
Una situación que los agricultores españoles viven como una auténtica amenaza. Y el principal peligro ya no viene de Sudáfrica, como venía pasando en las últimas temporadas, sino que ahora se trata de Egipto, un país que en pocos años ha disparado su producción y su volumen de exportaciones. En concreto, la temporada pasada ya produjo 3,6 millones de toneladas de naranjas, un 20% más que el curso anterior.
El peligro de que arrincone al producto español es real, ya que cuenta con un calendario productivo y de exportación muy similar al nacional, sus costes laborales son muy inferiores, y la producción seguirá aumentando en los próximos años, ya que tienen 10 millones de árboles que aún no han empezado a producir.
El auge de la naranja egipcia ha superado incluso al de Sudáfrica, la gran protagonista hasta ahora, y también a Marruecos, que ha perdido importancia en la escena internacional. Y no solo miran a Europa, también están incrementando sus volúmenes de exportaciones a Arabia Saudí, Brasil, India, Asia...
Egipto se ha convertido en el rey de la naranja a nivel mundial. El país africano lleva décadas impulsando su tejido agrícola, con importantes inversiones para convertir el Nilo en la aútentica Huerta del mundo.
Como parte del acuerdo de paz con Israel en 1979, incluyeron recibir asesoramiento de expertos agrícolas, que eran los mejores del mundo, para que les ayudaran a convertir su desierto en granjas. Y precisamente fueron los consejeros hebreos los que introdujeron la naranja en el país. Y funcionó desde el principio, porque es una semilla sencilla y fácil de sembrar, muy duradera, que ha encontrado un clima idóneo en Egipto, y con miles de hectáreas para sembrar, a diferencia de España.
En su conquista global también se ha beneficiado de las ventajas logísticas que ofrece su ubicación, y la cercanía con el canal de Suez, que le permite abastecer por igual a Europa y a los países asiáticos.
Por supuesto, también se ve favorecida por unos menores costes de producción, gracias a contar con una mano de obra más barata y una normativa más laxa.
De forma circunstancial, también se han beneficiado de la caída de la libra egipcia, una moneda más débil, que les ha favorecido mucho a la hora de conquistar los mercados internacionales.
A España solo le queda una apuesta más decidida por la calidad, un aspecto en el que Egipto aún tiene problemas para competir, pero, sin duda, el país de los faraones se ha convertido en el gran rival de la naranja española.
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