Muchas ciudadanas y muchos ciudadanos queremos intervenir en la campaña electoral por nuestra cuenta, no sólo como espectadores. En las últimas semanas miles de personas han participado en actos reivindicando y defendiendo el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad, la no-discriminación por razón de opción sexual, nuevas medidas contra la violencia de género, la prioridad de la sanidad y de la educación públicas, el avance del laicismo en las escuelas y en las leyes e instituciones comunes, el derecho a una vivienda digna, los derechos de las personas inmigrantes que podrían ser aún más mermados por nuevas propuestas xenófobas, etcétera. Otro indicador de ese protagonismo social son iniciativas como el Proyecto 80% y el manifiesto "Para que el cambio avance", al que nos hemos adherido.
Emerge una nueva conciencia sobre la relación entre acción ciudadana y voto, una idea menos litúrgica, más activa y más efectiva. Una idea sencilla. La acción social y el voto deben buscar crear las condiciones más favorables de cara al logro de aquello a lo que aspiramos, de aquello que puede hacer que en España se crezca en libertad, igualdad y justicia.
Sin empuje social, no se avanza. Muchos logros de la legislatura 2004-2008 están, en gran medida, ligados a movilizaciones de gran envergadura. Las movilizaciones contra la guerra, el creciente y potente impulso social de las mujeres, las enormes manifestaciones de lesbianas, gays y transexuales o las que tuvieron lugar contra el Plan Hidrológico, fueron determinantes para algunas de las más destacadas iniciativas del Gobierno y del Parlamento durante esta legislatura.
Ahora bien, los resultados de los procesos electorales tampoco son ajenos a los avances legislativos. Si el 14 de marzo de 2004 hubiese ganado Rajoy, ni las tropas se hubiesen retirado de Irak, ni tendríamos matrimonio sin discriminaciones, Ley de Igualdad y otras muchas cosas. Si la acción ciudadana pudo tomar cuerpo en forma de leyes y decisiones políticas fue porque elegimos un Parlamento con una mayoría plural progresista. Invitamos a quien lo dude a que imagine estos cuatro años con Rajoy, Zaplana y Acebes en el Gobierno. O que recuerde la actividad de varios gobiernos regionales del PP, su boicot a derechos ciudadanos, como los derivados de la Ley de dependencia o las ayudas para vivienda, su cruzada contra Educación para la ciudadanía, su feroz agresión contra personal sanitario público que trataba de paliar el dolor, su apoyo a los grupos que combaten contra el derecho de las mujeres a decidir. ¿Es igual? ¿Tanto da esa derecha como las izquierdas?
Llegan las elecciones 2008. Hemos logrado cosas importantes y faltan muchas por hacer. Nos unen las urgencias pendientes, aunque podamos votar a candidaturas diferentes y tengamos visiones distintas sobre la legislatura que acaba.
Nos une lo que hay que conseguir ahora: más laicismo, nuevos progresos en la igualdad entre mujeres y hombres, la despenalización del aborto voluntario, el derecho a techo, la prioridad de la educación y de la sanidad pública, la creación de nuevos instrumentos de acción contra la xenofobia y la homofobia, una fiscalidad más justa, un impulso federalizante parejo a una mayor redistribución de la riqueza… Eso es lo importante.
¿Cómo lograr que el cambio avance por esa vía? En cualquier caso, manteniendo la presión social en torno a objetivos tan razonables. Y votando. No porque tal o cual resultado asegure automáticamente que esas demandas serán satisfechas, sino porque ganar esos nuevos derechos sería imposible si el PP de Rajoy y Aznar, este PP ultraderechizado, retorna al Gobierno. Más aún, con ellos en el Gobierno en vez de trabajar por avanzar deberíamos centrarnos en defender derechos ya existentes. En vez de exigir la denuncia del Concordato tendríamos entonces que dedicarnos a reclamar que no se toque el derecho de adopción de las parejas formadas por dos hombres o dos mujeres. No perdamos un tiempo precioso ni retrocedamos cuatro años. Votemos y hagámoslo de forma que la nueva composición del Parlamento nos permita exigir avances en vez de tener que frenar un sin fin de retrocesos.
Votemos, como dicen nuestros amigos del Proyecto 80%. Votemos, para que no decidan sin nuestra participación. Votemos, para avanzar. Votemos a las izquierdas. No decimos que se vote a tal o cual candidatura, opción personal que ni siquiera compartimos quienes firmamos este artículo, decimos que votemos a las izquierdas. Votemos para que, de nuevo, en el Parlamento las fuerzas progresistas dispongan de mayoría. Y, antes y después de votar, sigamos moviéndonos por lo que consideramos justo, reivindicando nuevos avances. Pues si suicida sería pensar que "todos son iguales" y que en nada nos afectarán los resultados del 9 de marzo, dejando que una derecha extrema, clerical y autoritaria gobierne, ingenuo sería creer que los logros sociales son regalos que caen desde La Moncloa.
Para avanzar: presión social, voto a las izquierdas y, de nuevo, presión social.
Emerge una nueva conciencia sobre la relación entre acción ciudadana y voto, una idea menos litúrgica, más activa y más efectiva. Una idea sencilla. La acción social y el voto deben buscar crear las condiciones más favorables de cara al logro de aquello a lo que aspiramos, de aquello que puede hacer que en España se crezca en libertad, igualdad y justicia.
Sin empuje social, no se avanza. Muchos logros de la legislatura 2004-2008 están, en gran medida, ligados a movilizaciones de gran envergadura. Las movilizaciones contra la guerra, el creciente y potente impulso social de las mujeres, las enormes manifestaciones de lesbianas, gays y transexuales o las que tuvieron lugar contra el Plan Hidrológico, fueron determinantes para algunas de las más destacadas iniciativas del Gobierno y del Parlamento durante esta legislatura.
Ahora bien, los resultados de los procesos electorales tampoco son ajenos a los avances legislativos. Si el 14 de marzo de 2004 hubiese ganado Rajoy, ni las tropas se hubiesen retirado de Irak, ni tendríamos matrimonio sin discriminaciones, Ley de Igualdad y otras muchas cosas. Si la acción ciudadana pudo tomar cuerpo en forma de leyes y decisiones políticas fue porque elegimos un Parlamento con una mayoría plural progresista. Invitamos a quien lo dude a que imagine estos cuatro años con Rajoy, Zaplana y Acebes en el Gobierno. O que recuerde la actividad de varios gobiernos regionales del PP, su boicot a derechos ciudadanos, como los derivados de la Ley de dependencia o las ayudas para vivienda, su cruzada contra Educación para la ciudadanía, su feroz agresión contra personal sanitario público que trataba de paliar el dolor, su apoyo a los grupos que combaten contra el derecho de las mujeres a decidir. ¿Es igual? ¿Tanto da esa derecha como las izquierdas?
Llegan las elecciones 2008. Hemos logrado cosas importantes y faltan muchas por hacer. Nos unen las urgencias pendientes, aunque podamos votar a candidaturas diferentes y tengamos visiones distintas sobre la legislatura que acaba.
Nos une lo que hay que conseguir ahora: más laicismo, nuevos progresos en la igualdad entre mujeres y hombres, la despenalización del aborto voluntario, el derecho a techo, la prioridad de la educación y de la sanidad pública, la creación de nuevos instrumentos de acción contra la xenofobia y la homofobia, una fiscalidad más justa, un impulso federalizante parejo a una mayor redistribución de la riqueza… Eso es lo importante.
¿Cómo lograr que el cambio avance por esa vía? En cualquier caso, manteniendo la presión social en torno a objetivos tan razonables. Y votando. No porque tal o cual resultado asegure automáticamente que esas demandas serán satisfechas, sino porque ganar esos nuevos derechos sería imposible si el PP de Rajoy y Aznar, este PP ultraderechizado, retorna al Gobierno. Más aún, con ellos en el Gobierno en vez de trabajar por avanzar deberíamos centrarnos en defender derechos ya existentes. En vez de exigir la denuncia del Concordato tendríamos entonces que dedicarnos a reclamar que no se toque el derecho de adopción de las parejas formadas por dos hombres o dos mujeres. No perdamos un tiempo precioso ni retrocedamos cuatro años. Votemos y hagámoslo de forma que la nueva composición del Parlamento nos permita exigir avances en vez de tener que frenar un sin fin de retrocesos.
Votemos, como dicen nuestros amigos del Proyecto 80%. Votemos, para que no decidan sin nuestra participación. Votemos, para avanzar. Votemos a las izquierdas. No decimos que se vote a tal o cual candidatura, opción personal que ni siquiera compartimos quienes firmamos este artículo, decimos que votemos a las izquierdas. Votemos para que, de nuevo, en el Parlamento las fuerzas progresistas dispongan de mayoría. Y, antes y después de votar, sigamos moviéndonos por lo que consideramos justo, reivindicando nuevos avances. Pues si suicida sería pensar que "todos son iguales" y que en nada nos afectarán los resultados del 9 de marzo, dejando que una derecha extrema, clerical y autoritaria gobierne, ingenuo sería creer que los logros sociales son regalos que caen desde La Moncloa.
Para avanzar: presión social, voto a las izquierdas y, de nuevo, presión social.
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