Distintos organismos nacionales e internacionales tienen distintas formas de verlo, y la discusión científica en este sentido se ha contagiado de la polarización política. Sin ir muy lejos, en España los que defienden priorizar la transmisión por el aire cuestionan a las autoridades por no hacer caso, y quienes refutan que sea la vía principal acusan a los otros de promover el alarmismo.
En plena pandemia se ha creado una rivalidad científica a vista de todos. Ejemplo: en octubre, después de que la revista Science publicase una carta de investigadores que aseguraban que había "evidencia abrumadora" de la transmisión por aerosoles, el virólogo y experto en gripe Raúl Ortiz de Lejarazu acusó a sus autores de querer vender filtros HEPA para prevenir aerosoles con virus.
"Se conoce desde hace tiempo que el sarampión, la varicela y la tuberculosis tiene ese mecanismo de transmisión aérea, pero, en este virus es de momento solo una hipótesis formulada con rigor y argumentos que debe ser considerada, pero que necesita ser probada", se explayaba el virólogo en una entrevista.
Decía en septiembre el portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y de Administración Sanitaria, José Jonay Ojeda, que "hasta la fecha no hay evidencia científica suficiente que pruebe que la transmisión aérea, o los aerosoles, puedan suponer la principal vía de transmisión de la enfermedad".
¿Sigue faltando evidencia? Los defensores de la hipótesis se han armado de razones en los últimos meses, pero sus detractores se resisten a aceptar que se trate de la principal vía de transmisión. Para los epidemiólogos encargados de la respuesta a la emergencia, todo el foco tiene que seguir en las gotas y en la transmisión por contacto, no en el aire.
Muy ilustrativo es el protagonismo que han tenido dos Ministerios del Gobierno español al respecto de los aerosoles en las últimas semanas. Después de que el Ministerio de Sanidad insistiera durante meses que la transmisión por el aire no es el principal peligro, el Ministerio de Ciencia encargó un informe a un grupo de científicos que concluyeron lo contrario.
Estos investigadores, entre ellos la viróloga Margarita del Val y el experto en aerosoles José Luis Jiménez, en el informe hecho público el pasado 9 de noviembre, señalaron que "existe una evidencia significativa" de que la Covid-19 se transmite por aerosoles, así como "un apoyo sustancial de la comunidad científica" a la teoría de que es la forma "dominante" de contagio.
Tres días después, el 12 de noviembre, el Ministerio de Sanidad actualizaba su documento de información técnica y científica sobre el SARS-CoV-2 para, en parte, analizar la evidencia en torno a los aerosoles. Fernando Simón había avanzado que el departamento de Salvador Illa trabajaba en ello, y reconoció que el contagio por el aire podría representar "un poquito más de lo que se pensaba en un principio".
En el documento, Sanidad se hace eco de las peticiones de los 'científicos pro-aerosoles' de revisar las guías para actualizar la información sobre aerosoles. En términos prácticos, el debate se sitúa en a qué llaman los expertos "aerosol" y a qué llaman "gotícula", y según qué medidas se usen para denominar uno o lo otro nacen las desavenencias.
Sanidad constata que los aerosoles pueden contener virus viables y que inhalarlos puede infectar, pero señala que falta evidencia de que los virus contenidos en los aerosoles sean suficientes y sumamente infecciosos como para suponer un peligro por sí solos o bien para catalogarlos como la principal ruta de transmisión.
Los virus en aerosoles pueden generar infección en espacios cerrados y mal ventilados y durante tiempo prolongado, pero en estas condiciones pueden coexistir varios mecanismos de transmisión, explica Sanidad. Por ello, el Ministerio la considera "una vía de transmisión adicional a las ya reconocidas"; es decir, se ratifica en que no es la principal y que la prioridad sigue siendo el contacto por gotículas.
Sanidad dice, eso sí, que el riesgo de transmisión por aerosoles "aumenta en la distancia corta, en entornos cerrados y concurridos, especialmente mal ventilados, y si se realizan actividades que aumenten la generación de aerosoles como hacer ejercicio físico, hablar alto, gritar o cantar".
La Organización Mundial de la Salud (OMS), al igual que el Ministerio de Sanidad, reconoce la transmisión por aerosoles pero no su predominio. Algunos de los científicos que firmaron el mencionado informe publicado por el Ministerio de Ciencia han presionado al organismo para que cambie esta posición, y ha sido después de alguna de sus cartas que se aceptó como una vía posible de contagio.
Estos investigadores dicen que la OMS comete un error al delimitar mal el tamaño de una partículo de aerosoles que puede penetrar en los pulmones y generar una infección. "Este error ha creado mucha confusión, al dar la apariencia de que las gotículas eran muchísimo más numerosas de lo que son en realidad", reza el citado informe.
Su posición es que este "error" provoca que no se reconozca que la mayoría de los casos son por aerosoles y que los episodios de "superpropagación" solo se pueden explicar por la transmisión por el aire. El documento publicado por Ciencia incluso dice que los virus en los aerosoles serían más infecciosos y causarían una mayor severidad de la enfermedad de la Covid-19.
Si bien las agencias de salud de países como Alemania, EEUU y Reino Unido incluyen los aerosoles como una de las principales vías de contagio, nadie expresa y literalmente asegura que sea la principal. Aunque sí inciden en las diferencias de tamaños entre las gotículas y los aerosoles para explicar que no solo toser y estornudar puede propagar la enfermedad, sino que ciertas circunstancias también favorecerían contagios por el aire.
Las científicos consultados por el Ministerio de Ciencia reconocen que existe "un intenso debate en la comunidad científica sobre la importancia relativa" de los aerosoles y las gotículas y admiten que hay "dificultad" para "obtener pruebas científicas contundentes sobre el predominio de una vía u otra", algo que también señala Sanidad en su actualización de la guía.
Los expertos a favor de los aerosoles también recogen los argumentos en contra de esta teoría. Epidemiólogos y otros investigadores han señalado que, si la transmisión principal fuera por el aire, la mayoría de personas se habrían contagiado ya porque la Covid-19 se comportaría como el sarampión, con una gran facilidad de contagio. También lo cuestionan porque así no se explicarían los casos de convivencia en los que no se observan contagios.
Los defensores sostienen que la baja contagiosidad de los pacientes graves de Covid-19 explica, por ejemplo, que los contagios en los hospitales no sean mayores, que es una de las críticas de los oponentes. Los "pro-aerosoles" señalan que esta transmisión está ligada a actividades de vocalización y por lo tanto es "variable".
Los estudios que usan para respaldar la importancia de la transmisión por aerosoles sugieren un riesgo de infección superior 20 veces en interiores que al aire libre y que entre el 10% y el 20% de los infectados causan el 80% de las infecciones secundarias por medio de brotes de "superpropagación". También apuntan a que para muchas enfermedades respiratorias se encuentra mayor cantidad de patógenos en aerosoles que en gotículas.
La revista científica The Lancet hizo a finales de octubre un balance de la información disponible sobre la transmisión por aerosoles y manifestó que, indiferentemente de si el aire es la ruta principal del coronavirus, "se sabe que el riesgo de infección es mucho menor en el exterior, donde la ventilación es mejor".
The Lancet también afirma que hay "creciente evidencia" de que las gotitas infecciosas son "lo suficientemente pequeñas como para permanecer suspendidas en el aire y exponer a los individuos a distancias superiores a 2 metros de una persona infectada". La propagación de casos entre personas que no estaban en contacto directo o indirecto "sugiere que la transmisión por la vía aérea es la ruta más probable", añadió.
"Se han producido casos de transmisión de personas a más de 2 metros de distancia, pero en espacios cerrados con poca ventilación y, por lo general, con una exposición prolongada a una persona infectada de más de 30 minutos. Los CDC de EEUU han sido claros al señalar que la mayoría de las infecciones se propagan a través del contacto cercano y que la transmisión aérea no es la ruta principal de transmisión", recoge la revista.
Ante este choque de posiciones, y ante la llegada del invierno y la reducción de actividades al aire libre, The Lancet dice que las autoridades deben aconsejar a la ciudadanía "cómo navegar el riesgo" en interiores y que las mascarillas deben ser obligatorias en muchos países, así como debe mejorarse la ventilación y evitarse los lugares cerrados.
"Necesitamos comprender mejor las rutas de transmisión", ha concluido The Lancet. "Es fundamental que adoptemos nuevas investigaciones y no dependamos de recomendaciones basadas en datos antiguos, de modo que se pueda proporcionar una guía de control de infecciones más clara y eficaz frente a la fatiga pandémica".
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