jueves, 3 de enero de 2008

Juan Carlos I, un líder antes que un rey

Francisco Poveda

Juan Carlos I es un rey, es un jefe de Estado, es jefe de una Dinastía, de la Casa Real Española, comandante en jefe del Ejército. Pero, sobre todo, es el líder del cuerpo social de un país con demasiada historia.

Ningún país puede funcionar sin líder, si entendemos la función como influencia sobre la mayoría. Y él ha sido, indiscutiblemente, el líder de España durante 32 de sus setenta años, en una nación poco monárquica pese a haber sido casi siempre, e históricamente desde 1492, una monarquía unitaria. Y antes, un conjunto de monarquías peninsulares ibéricas de todo signo, suerte y destino.

España, país de valles y montañas, es un pueblo de muy difícil gestión. Después de un más que turbulento siglo XIX y un XX que apuntaba con superarlo para peor, el ya largo reinado de Juan Carlos I ha sido una de las épocas de mayor esplendor y progreso cierto, sólo equiparable al gobierno de su pariente directo Carlos III en el siglo XVIII. Y democrático al estilo sajón o escandinavo.

En un momento que, por la edad del Rey y tiempo sentado en el trono, se comienza a hacer balance y algunos en España, desde la derecha más conservadora e izquierda extrema, aprovechan ahora para cuestionar la legitimidad actual de la institución, conviene reflexionar sobre la necesidad, o no, de prescindir de un liderato tan popular y garantista para los españoles. Ningún monarca en la Historia Contemporánea de España estuvo tan cerca del pueblo.

Juan Carlos I se ha demostrado pieza fundamental en un engranaje constitucional complejo aunque consensuado, reformable y difícilmente sustituible ahora por otro menos equilibrado y solidario. Hoy por hoy, el Rey es garantía de libertades públicas reales y no sólo formales, de la supervivencia de España como tal y en su diversidad, de la moderación de la vida pública, de la defensa nacional en su calidad de vértice de las Fuerzas Armadas y posicionamiento internacional. ¿Qué líder de nuestra historia reunió siquiera la mitad de todo eso?

El monarca sigue siendo, pese a su edad y tiempo en el trono, el garante también de la propia institución monárquica. Mientras él viva y mantenga su sano juicio, no parece posible convulsión alguna en el sistema pese a ser el español todavía un pueblo imprevisible. Ninguna plutocracia al acecho parece tenga nada que hacer. Tampoco hay a la vista una figura política con suficiente talla de estadista y capacidad de adhesión bastante como para plantear en serio, y fortuna, un cambio de monarquía a república en España.

Incluso, si tras Juan Carlos, se proclamase la III República, sería una estupidez y una torpeza política, tratar de borrar las huellas visibles de su largo reinado, en un vano intento de rectificar la historia “a posterori”. Porque no son pocos, ni poco ambiciosos, algunos políticos de cierto perfil, de izquierda y derecha, que están esperando su momento para ser presidentes de una nueva república tras la muerte del Rey. Los nombres están en la mente de todos y alguno hasta es hoy, sin rubor, consejero de Estado en ejercicio.

Porque no nos engañemos: alguno de ellos ha movido ya pieza mediática desde fuera de España para que se produzcan ciertos ataques sutiles a Juan Carlos en prensa internacional de calidad y referencia, y eso no parece fruto ni de la casualidad ni de la coyuntura. Responde a intereses ajenos a los generales de España y los españoles. El objeto inmediato es la erosión de la figura del Rey en un punto de inflexión por la edad y un estado de salud propio de los años y el estrés inherente a su alta responsabilidad.

También han aparecido libros para el desprestigio del Heredero. Y hemos oído y visto ciertos programas de radio y televisión dentro de España, cuyo objetivo no parece ser el de favorecer el liderazgo del Rey cuando se ha llegado hasta pedir su abdicación como si estuviésemos ante otro Fernando VII. Demasiadas coincidencias en el tiempo y demasiados impacientes esperando su momento para, eventualmente, ocupar la Jefatura del Estado.

Pero el futuro no está escrito aunque Juan Carlos lleva demasiada fuerza de inercia todavía como para que alguien pueda parar en seco a la monarquía. Un gran porcentaje de españoles no ha conocido otro líder. Otra gran parte sabe, agradecida, que ha cumplido su papel histórico con tacto, discreción, gran diligencia y mucha dignidad.

Y sigue siendo, de momento, una ínfima minoría, la que ya está planteando alternativas en vida del propio Rey para ponérselo aún más difícil a un Príncipe de Asturias poco entusiasmado con su sino pero de gran sentido del deber dinástico, acrecentado a partir de alcanzar los 40 años, su boda y doble paternidad.

Él mismo sabe lo difícil que resultará a su heredero conservar el trono. Pero peor lo tenía él para ganarlo por consenso en noviembre de 1975. Al final será lo mismo: demostración de utilidad y capacidad de liderazgo. E independencia respecto de excluyentes grupos de intereses, en lo que será para entonces una democracia telemática, para la que el padre carece de recetas. El tiempo del futuro Felipe VI no tendrá nada que ver con el de Juan Carlos I aunque España sea esencialmente la misma.

La misma, se refiere a lo complicado de su gestión. Cuando sus dirigentes no han sido muy capaces, por no entenderla, han fracasado pronto. Hoy nadie discute que la república es una forma de gobierno más extendida y moderna (lo de más democrática está por ver) pero la monarquía constitucional no le anda a la zaga en capacidad de generar bienestar para el ciudadano, desde el Pacífico al Báltico. Lo que está aún por demostrar a la tercera es si la república resulta más idónea para un país de tanta complejidad y atormentada historia como es España tras dos intentos anteriores fallidos.

Se ha demostrado históricamente, eso sí, que sólo con fuertes lideratos es posible nuestro progreso en la unidad con diversidad. Nuestra característica individualista y cainita no deja mucho lugar a direcciones colegidas, condicionadas o compartidas. O vacías de contenido. La moderación es, a la vez, en nuestro caso, condición y necesidad. Y parece la puede ostentar mejor una autoridad neutral de larga proyección en el tiempo que otra sometida a la revalidación periódica o a los intereses partidistas del momento.

Nuestra transición política ha sido un modelo pero sólo desde la perspectiva de nuestra reciente historia anterior a partir de mediados del XIX. Porque, pese al pacto por la no ruptura, ha tenido episodios trágicos. Ahora aparecen más claros los errores y aciertos de la fórmula pero la monarquía no debe ser, en ningún caso, el chivo expiatorio de un neofranquismo, que se resiste a morir a manos del sentido de la propia Historia, ni la diana de una Iglesia dominada por una corriente integrista, ajena al catolicismo español.

A Juan Carlos I hay que juzgarlo por lo que ha hecho como rey desde 1976 y no por lo que hicieron quienes lo utilizaron tras la victoria de las democracias sobre los totalitarismos en 1945. Si la reforma política de 1978 encierra necesarias rupturas, la suya fue la primera como condición “sine quanon” para legitimarse al comienzo de su reinado, al margen de saber estar a la altura en el intento de golpe de estado militar de febrero de 1981.

Sólo de su mano, España entró a formar parte de la Unión Europea en 1986, tras décadas de vanos intentos, y recuperó los parámetros democráticos perdidos en 1936 por el estallido de la Guerra Civil.

El ahora tan admirado por todos, Adolfo Suárez, es Juan Carlos quien lo escoge, da cobertura y le deja hacer, según lo convenido entre ambos. La inusual duración de Felipe González en La Moncloa tampoco es ajena al monarca en su intento de consolidar una democracia para todos.

Sólo por eso, el Rey de España se merece en su 70 cumpleaños, las gracias de los ciudadanos por evitar con su presencia la repetición de episodios que, de nuevo, nos hubiesen hecho sentirnos ante el Mundo, avergonzados como españoles.

Monarquía o república es otro debate donde, eso sí, deben pesar el haber y el debe de cada sistema de gobierno, conforme a nuestra propia experiencia y la de nuestro entorno, y ver si merece la pena probar el cambio por el propio cambio. Es cuestión de calcular el riesgo y sopesar el precio si se llega a plantear la posibilidad algún día.

En una democracia consolidada, como la que nos deja Juan Carlos I, hasta cabe plantear el prescindir de quien la ha hecho posible desde su liderato. La soberanía reside desde 1978 en los españoles porque el monarca renunció, convencido, a ser cómplice y vértice de una dictadura institucional, con apariencia de democracia, primero, y a poderes civiles ejecutivos en la Constitución después. Esa es su grandeza y su enorme mérito.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Juan Carlos I, un as de los negocios

Los negocios del rey, así como su relación ‘carnal’ con la clase empresaria, contrasta con la figura mediática de “el rey de todos los españoles”.

LA FAMILIA REAL EN CIFRAS

800 millones de pesetas aumentó el presupuesto de la Casa Real entre 2002 y 2005

29 millones de pesetas fue el gasto en gasolina de la Casa Real en 1994. En 1995 el dato ya no figuraba en ese mismo informe.

1.790 millones de euros es la fortuna del rey, estimada por la revista Forbes en 2003.

6 millones de euros es lo que ha costado la nueva casa de los duques de Palma en el barrio de Los Pedralbes en Barcelona.

Decio Machado
Redacción

Con inmunidad penal ante cualquier delito y sobreprotegido como una delicada planta de invernadero, se han publicado muy pocas cosas con un mínimo de objetividad sobre el monarca y sobre sus actuaciones políticas. En el artículo 490.3 del Código Penal se puede leer: “el que calumniare o injuriare al Rey (...), será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves, y con la de multa de seis a doce meses si no lo son”.

Esto generó procesos por injurias al rey en varias ocasiones. Los artículos y un dibujo de Jesús Zulets llevaron a la revista El Cocodrilo al banquillo en 1987. También Javier Madrazo tuvo que vérselas con la justicia por decir: “ya que le pagamos policías, yates, viajes a esquiar y a montar a caballo, no habría estado de más que, por una vez abandonase sus ocupaciones y compartiese con la sociedad su preocupación por la guerra de Iraq”; o Arnaldo Otegi, por referirse al rey como el “jefe de los torturadores”, así como Soziedad Alkohólica, Eskorbuto o Manolo Kabezabolo por el contenido de sus canciones.

A pesar del silencio mediático, la figura del rey dista mucho de ser incuestionable: desde su falta de legitimidad democrática a la construcción de su importante fortuna personal, pasando por una nunca bien aclarada actuación en el 23-F, el rey nunca ha tenido que rendir cuentas de sus acciones. La intermediación del rey en los intereses de las multinacionales españolas y de las cúpulas de la CEOE han marcado su labor como máximo representante del Estado en el exterior. Numerosos medios latinoamericanos no han dejado de denunciar sus actuaciones en beneficio del Santander Central Hispano o de Repsol en Argentina, ante la ofensiva española por hacerse con YPF.

Al mismo tiempo que la popularidad de la monarquía desciende en los sondeos, un nuevo movimiento republicano emerge con fuerza al cumplirse los 75 años de la proclamación de la II República.

Treinta años a cuerpo de rey

Las tramas financieras del monarca y el rico prosperar de su familia y de toda una subcorte que utiliza la imagen real para optimizar sus inversiones, señala a uno de los asuntos más oscuros de la Casa Real.

D.M.
Redacción

Se suele decir que la corte española es “una corte sin cortesanos”, y es cierto que los monarcas no han sido amigos de aliarse con la aristocracia. En su lugar han preferido empresarios, banqueros y élites del poder económico y jet set en general.

Juan Carlos I llegó al trono literalmente con lo puesto. Se dice por cronistas del momento que incluso tenía que pedir el dinero a su padre, para visitar a su novia en Atenas.

Labrándose un futuro

El comienzo de su autosuficiencia económica, se remonta a 1962 (coincidiendo con su boda con Sofía), cuando el banquero Luis Vallas Taberner comenzó a administrar una “suscripción popular” que aportaría liquidez económica a los recién casados. En aquella ‘renta básica real’ colaboraban además de otros banqueros, muchos nobles y empresarios del franquismo, según indica Patricia Sverlo (seudónimo del autor) en su libro Un rey golpe a golpe.

Otro de los que ha declarado haber hecho transferencias importantes al monarca fue Ruiz Mateos. Tras la expropiación de Rumasa, siendo prófugo de la Justicia en Londres, acusó al rey de haber aceptado “miles de millones” no solo de su propio bolsillo, sino del de diversos empresarios. El Fiscal General del Estado le acusó de un delito de injurias: lo que podría haberse convertido en un sumario comprometedor quedó reducido a nada.

En su libro El negocio de la libertad, Jesús Cacho habla de las vías de financiación personal del rey, según señala “una de las primeras formas conocidas fue el petróleo, las comisiones del crudo que importaba España para cubrir sus necesidades de energía. Nada más ocupar Juan Carlos I el trono a la muerte del dictador, Manuel Prado [y Colón de Carvajal, el hombre de confianza del rey] se dedicó a remitir varias misivas reales a otros tantos monarcas reinantes, especialmente del mundo árabe, para pedirles dinero en nombre del rey de España”.

Hay constancia documental de una carta firmada por Juan Carlos I y dirigida al Sha de Persia, el 4 de julio de 1977, donde el monarca tras una descripción de la situación política dice: “me tomo la libertad, con todo respeto, de someter a tu generosa consideración la posibilidad de conceder 10 millones de dólares como tu contribución personal para el fortalecimiento de la monarquía española”. Dos años después el Sha de Persia, títere de EE UU en la zona, cayó tras la revolución islámica.

Sus buenas relaciones con los dictadores árabes también quedó patente en la respuesta favorable de la monarquía saudí a la petición de un crédito de 100 millones de dólares. Exactamente la misma cantidad pagada por la empresa kuwaití KIO a Colón de Carvajal, indica Cacho. Y prosigue: “los pagos se justificaron en Kuwait por la necesidad de que, durante la llamada ‘Tormenta del Desierto’, la aviación estadounidense pudiera disponer a su antojo de las bases aéreas españolas de Rota y Torrejón, para lo que era preciso ‘untar’ a los políticos”.

El último escándalo real llegó de Francia, donde en la instrucción del caso Elf (2003) por apropiación indebida, su ex presidente Le Floch- Prigent declaró sobre la compra de Ertoil “haber entregado 55 millones de francos en España a numerosos hombres políticos; en particular a los próximos a Felipe González y del entorno del rey Juan Carlos”, con el que Le Floch-Prigent aseguraba haberse visto en múltiples ocasiones.

Según José García Abad, autor del libro La soledad del rey: “Felipe González hizo la vista gorda ante los negocietes y escapadas reales e incluso llegó a realizar alguna importante negociación en beneficio de la Familia Real: envió a su hombre de confianza, Julio Feo, a gestionar cerca del Gobierno griego la devolución de los bienes de la familia de doña Sofía, que habían sido confiscados cuando el rey Constantino fue destronado”.

Próximos a Juan Carlos I aparecen además nombres como Mario Conde, Alfonso Escámez, los Albertos... Destaca en sus relaciones el conocido como ‘clan de Las Cuatro Estaciones’, nombre del restaurante del que Miguel Arias, Joaquín Vázquez Alonso, Jaime Cardenal Pombo y el propio rey son socios. Algunos aparecieron implicados en la trama de Ibercorp. Entre ellos se tejió una tupida trama de negocios. Cardenal Pombo fue socio de Borja Prado (hijo de Manuel Prado) en el sector armamentístico. Este último también coparticipa, junto a su madre Paloma Eulate y la Infanta Elena en la empresa Micos Mi Primer Cole, SL. Borja Prado fue requerido como testigo por parte de la Audiencia Nacional en la instrucción del caso Banesto y se ha visto relacionado con traficantes de armas.

Joaquín Vázquez Alonso fue el constructor que remodeló en su día el Palacio de la Zarzuela, y socio de Cardenal Pombo y Arias en varios negocios inmobiliarios.

La desaparecida revista de investigación Kalegorría indicaba que próximo a este grupo estaba Francisco Sitges, ex presidente de Asturiana de Zinc y ex propietarios de los astilleros Mefasa. Esta empresa fue la encargada de construir el yate Fortuna, tras una adjudicación estatal. Sitges acabó en el banquillo de los acusados del caso Banesto.

El paraíso mallorquín

Mallorca ha sido el otro espacio de ilustres amistades del monarca, en este caso mucho más aristocráticas. Allí, el rey Juan Carlos intimó con el príncipe Zourab Tchokotua, un aristócrata georgiano que fue procesado por un juzgado mallorquín en 1978 y en 1992 en relación con presuntas estafas inmobiliarias. En la última instrucción figuraba también su socio Oliver Mateu, otro hombre cercano al rey. Según Kalegorría, el clan Mallorca se completaba con un grupo selecto de empresarios hosteleros.

El rey fue fotografiado el 7 de agosto de 1990 en Puerto Portals, junto a sus amigos Giovanni Agnelli (dueño de FIAT) y Raul Gardini, ex presidente de Montedilson, la empresa química a la cual Juan Abelló vendió su laboratorio Antibióticos con un beneficio de 450 millones de dólares. Tanto Agnelli como Gardini se vieron implicados en casos de corrupción en Italia. Este último se suicidó en 1994.

Es público que el Fortuna II fue financiado por un grupo de empresarios mallorquines, los cuales juntaron 17,5 millones de dólares para hacer el regalo real. Hoy el monarca navega en el Fortuna III, valorado en más del doble que el anterior.

Mallorca es una buena fuente de ingresos para el rey en patrocinios, ropa y equipamientos deportivos, bebidas y relojes para la familia real, convertida en un atractivo modelo publicitario a veces subliminal y otras descarado.

¿Qué dinero tiene el rey?

La partida de los Presupuestos Generales del Estado para los gastos de la Casa Real no esta sometida por ley al control del Tribunal de Cuentas. La Constitución de 1978 permite al monarca disponer de él sin dar más explicaciones. En 1980, el Gobierno le asignó 200 millones de pesetas. Hasta entonces, el rey apenas cobraba un sueldo de Capitán General. Actualmente, la partida del Presupuesto General del Estado asciende a los 7,78 millones de euros.

Debido a la opacidad de la casa real, la fortuna del rey es difícil de cuantificar. La revista Forbes (abril 2003) incluye a Juan Carlos I en el sexto lugar de los monarcas más ricos de Europa con una fortuna de 1.790 millones de euros, el puesto 134 entre los más ricos del planeta.


UNA FAMILIA COMO CUALQUIER OTRA

LA HERMANA

Pilar de Borbón y Borbón, duquesa de Badajoz. Presidenta y consejera delegada de Labiernag 2000 SA. Administradora única de Labiernag SL, y de San Jacobo SL, y consejera de Plus Ultra Seguros, Plus Ultra Vida, Boga SA y Vendome LG Ibéric.

EL PRIMO HERMANO

Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, duque de Calabria. Consejero accionista de Grupo Dragados, Inmobiliaria Urbis, Cepsa, Viajes Marsans y de Sociedad Española del Acumulador Tudor, entre otras.

LA PRIMA HERMANA

Teresa de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma Vinos, duquesa de Salermo. Presidenta de San Dimas SL. Su hija Clara Moreno de Borbón es administradora de Salubre Consulting SL, y propietaria de Bodegas Tarsus y de Navamayor SA

EL PRIMO SEGUNDO

Alfonso de Borbón y Escasany. Presidente de Ahorro Familiar SA. Consejero de Axa Aurora Ibérica. Presidente de Ildefonso SL y de Keka SL. Consejero delegado de Gilgamesh Inmoinversión SL, y de ZRZ SL. Preside Data Rent SA


LOS AMIGOS DEL JUAN CARLOS I

Manuel Prado y Colón de Carvajal

Hay constancia documental de que “el administrador privado del rey”, Manuel Prado, utilizaba cartas con membrete real en las que pedía apoyo para determinados negocios. Hizo una fortuna a la sombra del monarca. Fue condenado por sus trapicheos con Javier de la Rosa en el caso KIO, donde recibió 100 millones de dólares del empresario catalán. Gracias a la intervención de la monarquía kuwaití, Prado logró evitar la orden de búsqueda de la Corte Comercial de Londres, ciudad donde se encuentra la sede de las operaciones internacionales de KIO. Las Cintas en posesión de De la Rosa que implicaban al rey en conversaciones telefónicas con importantes personalidades árabes, dan credibilidad a la tesis de que esos 100 millones de dólares salieron de KIO para premiar los servicios del monarca en la guerra del Golfo.

Mario Conde

Este personaje no encaja exactamente en la sección de la economía golfa. El dinero y el éxito fue fomentado como estrategia de fuerte carisma sobre la realeza. Mario Conde aspiraba a que la monarquía le diera su respaldo para alcanzar el poder político, indican varios de sus biógrafos. El que llegó a convertirse en el “banquero de la monarquía” fue una de las amistades más peligrosas del rey. Cuando Banesto fue intervenido, aparecieron al menos dos cuentas a nombre del monarca (la cuenta 8317-172 y la 148963-172) vinculadas con operaciones en Asturiana de Zinc, Sindibank, y Banesto, así como opciones para la gran ampliación de capital que no llegó a realizarse, según denuncia Ernesto Ekaizer en su libro Vendetta. Revela Jesús Cacho que fue el rey quien intercedió entre Alfonso Escámez y Gustavo Villapalos para que el banquero fuera investido doctor honoris causa. Conde fue condenado por un ‘agujero’ de 605.000 millones de pesetas y por apropiación indebida.

Marc Rich

Considerado el evasor de impuestos más importante en la historia de los EE UU. Le han calificado en diferentes medios como “el gran dragón de la corrupción”, “monsieur pétrole” o “el delincuente más inescrupuloso de la era moderna”. Cuando en 1983 se fugó de EE UU, el FBI lo perseguía por 65 delitos, como fraude, ganancias de 105 millones de dólares por venta ilícita de petróleo, simulación de precios, cotizaciones falsas y evasión fiscal por 48 millones de dólares. Rich adquirió la nacionalidad española y se estableció en Suiza. Organizó su red de empresas e hizo suculentos negocios con la mafia rusa, con Milósevic y con la Halliburton de Cheney. En 1998 fue indultado por Bill Clinton, tras financiar la campaña para senadora de Hillary. El rey Juan Carlos I figura entre los solicitantes del indulto, junto a Shabtai Shavit, ex jefe del Mossad; Camilo José Cela, ex presidente de la Fundación Marc Rich en el Estado; y por el ex vicepresidente del Real Madrid, el empresario Fernández Tapias.