lunes, 17 de enero de 2011

La llama de Túnez prende en el Magreb

TÚNEZ.- La revuelta del pueblo tunecino contra el régimen no tiene precedentes en el mundo árabe. Es la primera vez en la región que un movimiento popular, y no un golpe de Estado o una intervención extranjera, desaloja del poder al clan político y familiar que lo había acaparado.

La onda expansiva no ha tardado en llegar a los países vecinos. En varias capitales de la región, se suceden las inmolaciones, y las manifestaciones de apoyo o de cólera.
Empezando por Argelia, el vecino de Túnez, en plena tempestad tras una serie de suicidios y disturbios entre manifestantes y fuerzas del orden.
También aquí la revuelta partió de la calle y de un cóctel explosivo: paro, subida de los precios y el sentimiento de la población de que la riqueza del país sólo beneficia a una minoría.
En Yemen, los estudiantes se han manifestado contra una maniobra del presidente para perpetuarse en el poder mediante una modificación de la Constitución.
En las marchas de protesta, los jóvenes han llamado a los pueblo árabe a la revolución:
“Tenemos un mensaje para todos los opresores: Váyanse antes de que les obliguemos a irse. Hagan concesiones al pueblo antes de tener que hacérselas en plena huída”
Difícil saber si los movimientos de protesta irán tan lejos en Egipto, Yemen, Argelia o Jordania, pero por ahora, en los países árabes dirigidos con puño de hierro por dinastías familiares, la reacción es más bien tímida y el malestar perceptible.
En Jordania, donde el poder de la familia real se hereda de padre a hijo desde hace cerca de 60 años, sindicalistas y partidos de la oposición han aprovechado la apertura tunecina para echarse a la calle y protestar contra la inflación y la política del gobierno. Muchas pancartas denunciaban los mismos males y la misma opresión que en Túnez.
Silencio en cambio en Libia y en Siria. Para los dirigentes de ambos países, el ejemplo tunecino es una buena lección para los países árabes “pagados, dicen, por Occidente”
La misma lectura de la revuelta que hacen en Gaza los palestinos que apoyan a Hamas: para ellos, Ben Ali merece su suerte por ser un traidor a sueldo de las potencias occidentales.

"Gobiernos represores"

La presidenta de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), la tunecina Souhayr Belhassen, reclamó a los países de la Unión Europea que dejen de apoyar a "Gobiernos represores" con el "latiguillo de la amenaza fundamentalista". 
   Asimismo, advirtió de que los Gobiernos de Egipto, Argelia y Jordania deberían "escuchar las voces de las calles tunecinas", pero admitió que se trata de "regímenes viejos y sordos" incapaces de afrontar "los cambios necesarios".
   En declaraciones a la agencia misionera de noticias MISNA, Souhayr Belhassen afirmó que los países de la UE deberían dejar de "justificar el apoyo a Gobiernos represores y lesivos contra los Derechos Humanos con el latiguillo constante de la amenaza fundamentalista".
   "¿Acaso alguien ha visto a algún hombre gordo con barba y turbante subiendo y bajando por la avenida Habib Burguiba?", declaró, en referencia a las movilizaciones sociales que han permitido el derrocamiento del presidente.
   Según la activista, la caída de la dictadura del ex presidente Zine al Abidine Ben Alí ha sido posible gracias al "pueblo tunecino, que ha conseguido que se haga justicia a miles de hombres y mujeres que, desde hace años, incluso antes de la llegada de Ben Alí al poder, habían luchado y pagado con la vida por alcanzar su libertad".
   Souhayr Belhassen admitió que los actuales acontecimientos pueden afectar al comercio y el turismo tunecinos y, por tanto, al nivel de vida de los ciudadanos. No obstante, la población del país "sabrá entender que, pese a las dificultades de los próximos meses, existen perspectivas que devolverán a la vida un sabor y una alegría que hasta ahora se le habían negado".
   Respecto al efecto dominó que los acontecimientos tunecinos puedan tener en el resto del mundo árabe, la activista declaró que los Gobiernos de Egipto, Argelia y Jordania deberían "escuchar las voces de las calles tunecinas".
   No obstante, afirmó que estos países están gobernados por "regímenes viejos y sordos", incapaces de afrontar "los cambios necesarios para evitar que se repita lo ocurrido en Túnez" y de "formular proyectos" para "unos ciudadanos cuya población media es inferior a los treinta años, que utilizan las nuevas tecnologías y que escriben en una lengua común a través de las redes sociales de Internet".

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