MADRID.- Las manifestaciones de la noche del viernes al sábado se cobraron los primeros muertos en Argelia mientras que en Túnez otros cuatro heridos de bala se añadieron a la lista de víctimas. De la violencia de los encontronazos de estos últimos cuatro días en Argelia da idea el balance ofrecido ayer por el titular del Interior, Dahou Ould Kablia, en la emisora Chaîne 3: dos muertos y unos 400 heridos, de los que 300 son policías y gendarmes, a los que hay que añadir numerosos detenidos -el ministro rehusó dar una cifra de los jóvenes apresados por vandalismo- y cuantiosos daños materiales. Ayer a mediodía se reanudaron los disturbios por quinto día consecutivo en varias ciudades argelinas, revela hoy 'El País'.
Kablia confirmó que un joven de 18 años falleció en la comarca de Msila, a 300 kilómetros al sureste de Argel, cuando la policía trató de repeler el "intento de asalto a la comisaría". El segundo muerto, de 32 años, fue hallado en una calle de Bou Smail, a 50 kilómetros al oeste de Argel, "herido en la cabeza", según el ministro. La agencia France Presse señala, citando fuentes médicas, que fue alcanzado en el rostro por una granada lacrimógena.
En Túnez vecinos de Regueb y de Saida, en el centro del país, indican que los disparos de la policía hirieron a al menos cuatro manifestantes de los cuales tres estarían ingresados. Dos manifestantes heridos de bala en Nochebuena fallecieron poco días después. Otro vendedor ambulante tunecino, Moncef Ben K, de 50 años, fue también hospitalizado después de haberse inmolado ayer en el mercado de Sidi Bouzid siguiendo el ejemplo del joven de 26 años que se quemó allí mismo, a lo bonzo, el 17 de diciembre.
Su gesto fue la chispa que provocó una oleada de protestas en todo el país que ayer recibió el inesperado apoyo de la Unión General Tunecina del Trabajo, el sindicato único. Su secretario general, Abid Brigui, salió al balcón de su sede, en la plaza Mohamed Ali, y declaró a la muchedumbre allí congregada que su central apoyaba las "legítimas" reivindicaciones del pueblo.
"No es de recibo condenar ese movimiento", afirmó Brigui ante centenares de sindicalistas cercados por los antidisturbios, que no intervinieron. "No es normal responderle con balas", gritó entre aplausos.
Las protestas en Túnez son menos violentas que en Argelia donde recuerdan a las que, en octubre de 1988, acabaron con el régimen de partido único, el Frente de Liberación Nacional, no sin antes cobrarse 500 muertos. En ninguno de los dos países las manifestaciones tienen tintes islamistas.
El propio ministro del Interior argelino reconoció que los disturbios, provocados en teoría por la subida del precio de algunos productos básicos, "no están relacionados con ningún problema económico". De todas formas, el Gobierno argelino anunció ayer una rebaja a los impuestos sobre la importación de ciertos productos alimenticios.
"La crisis argelina es ante todo una crisis política", observó el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), el más antiguo partido de oposición argelino afiliado a la Internacional Socialista.
"Es el sentimiento de injusticia" el que empuja a los jóvenes a las calles, asegura el FFS en un comunicado publicado ayer. "La inmensa mayoría de la población no confía en sus dirigentes", añade. "Está convencida de que no hay ningún otro cauce más que la violencia para hacerse escuchar" por las autoridades. El estado de excepción fue decretado hace 19 años en Argelia para luchar contra el islamismo radical y desde entonces las manifestaciones están prohibidas.
Ante la represión en el Magreb la Unión Europea y los gobiernos y partidos políticos del sur de Europa guardan silencio. Es así a propósito de Argelia y de Túnez, cuyo régimen es mucho más autoritario que el argelino, hasta el punto de intentar establecer una censura férrea sobre Internet, y sus adversarios en la calle mucho más pacíficos que los jóvenes argelinos. Aun así hay hasta ahora más muertos y heridos por disparos policiales en Túnez que en Argelia.
El Reagrupamiento Constitucional Democrático, el partido hegemónico que encabeza el presidente tunecino Ben Alí, es miembro de la Internacional Socialista y aún así ninguno de sus correligionarios europeos ha pedido, por ejemplo, su expulsión de la organización. El PSOE no se pronuncia, mientras que la secretaria de derechos humanos de los socialistas franceses, Pouria Amirshahi -no la dirección del partido en su conjunto- emitió un comunicado condenando la "brutal represión".
Como ya sucedió con el golpe de Estado militar en Mauritania en 2008, los acontecimientos de Túnez han puesto de manifiesto el enfoque diametralmente opuesto de EE UU y de la Europa del sur sobre los derechos humanos en el norte de África.
El portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, reveló el viernes que la víspera el embajador tunecino en Washington había sido convocado para pedir al Gobierno de Túnez que "respete el derecho del pueblo a manifestarse pacíficamente". Se le trasladó también la preocupación que suscita la intromisión de las autoridades en las redes sociales en Internet para cercenar la libertad de los que las utilizan.
Cuando en Washington hablaba Crowley, la ministra francesa de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, recibía en París a su homólogo tunecino, Kamel Morjane. "No hubo una declaración; no hubo un solo micrófono a la salida", señalaba la emisora pública francesa RFI. "Fue una visita silenciosa", concluía. En Madrid y en Roma, otras dos capitales europeas afines a Túnez, también se guarda silencio.
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