Hubo un tiempo en el que la afirmación de Gabriel Rufián –secundado por Oriol Junqueras–
según la cual "sin mesa no hay legislatura" resultó enteramente cierta.
Este recordatorio del portavoz republicano fue atendido de continuo por
el Gobierno de coalición, hasta el punto de provocar una sonora
rectificación en la Moncloa como cuando en el mes de enero, tras la
declaración institucional de Joaquim Torra, anunciando unas próximas elecciones en Catalunya, Pedro Sánchez aplazó el inicio de la interlocución con la Generalitat. El presidente se desdijo en pocas horas.
Ahora la legislatura no se sustenta en la mesa intergubernamental pactada
entre ERC y el PSOE. Sin dejar de considerar que su eventual
convocatoria en julio tendría significación política, y en el dudoso
caso de que estuviera encabezada por Torra y Sánchez, el futuro de la coalición entre socialistas y morados pasa por la aprobación de los Presupuestos que
sustituyan a los aprobados por el PP en el 2018, dos veces prorrogados,
lo que supone una anomalía. Por mandato constitucional (artículo
134.3), el Gobierno ha de presentar el proyecto presupuestario "al menos
tres meses antes de la expiración de los del año anterior". O sea, en
septiembre, cuando en Catalunya haya efervescencia electoral.
Las cuentas públicas que el Ejecutivo va a presentar
no serán las que se supuso cuando los socialistas firmaron el pacto de
coalición. La ministra portavoz ya ha anunciado que, sin renunciar a los
objetivos esenciales que acordaron ambas formaciones, habrá que
"modular" las previsiones. Esa modulación le viene impuesta al Gobierno
por el principio de realidad que mediatiza proyectos alterados por la crudelísima pandemia del coronavirus. Toda una tragedia.
Adaptarse a las circunstancias
La estrategia de adaptación a las circunstancias que está tratando de seguir Pedro Sánchez requiere
de forma prioritaria obtener las mejores condiciones para las ayudas
europeas a nuestro país. En esta nueva crisis no se utiliza el lenguaje
que estigmatizó a países como Grecia, Portugal o Irlanda: el rescate.
La globalización de la recesión y su causalidad no
económico-financiera, sino sanitaria, han hecho variar de criterio
incluso a los países "frugales", pero no al punto de excluir criterios de condicionalidad.
La política española está a la espera de conocer cuáles son los
términos a los que deberán adaptarse las cuentas a la ayuda de la UE.
En este contexto de urgencia presupuestaria, el presidente no
puede desaprovechar la posibilidad de sumar voluntades. De ahí que
quiera retener la buena disposición de Ciudadanos, aun a costa de que ERC se
distancie de la mayoría que sostiene al Ejecutivo, y mantener la
sintonía con el PNV. Siguen resonando en el Congreso las palabras de Montse Bassa: "Me importa un comino la gobernabilidad de España".
Si ERC no ofrece garantías de que su propósito de colaboración con el Gobierno va más allá de la mesa de diálogo, y ahora no las está ofreciendo, el presidente estará obligado, por pura supervivencia, a explorar tantas cuantas geometrías variables le sean posibles. Porque, además, la sociedad civil y los agentes sociales se mueven.
Realidad orteguiana
La cumbre de la CEOE que se está celebrando –concluirá el día
24– envía mensajes claros a los poderes públicos y los grandes
sindicatos están siendo muy activos. Estas y otras son circunstancias
casi orteguianas para Pedro Sánchez, que, a la vista de la irregularidad de las sesiones de la Comisión de Reconstrucción en el Congreso, ha desvelado la constitución en la oficina de prospectiva que dirige Iván Redondo de
un grupo de 100 expertos en distintas disciplinas –al modo italiano y
francés– que ha molestado a Unidas Podemos por la transversalidad de los
elegidos, cuyo trabajo es embrionario, pero que ha conseguido ya un
efecto de apertura de Moncloa a un mayor espectro social e ideológico.
La eventual elección en julio de Nadia Calviño como
presidenta del Eurogrupo introduciría en la situación una variable
adicional de importancia porque vincularía las cuentas públicas
españolas a una mayor exigencia de ortodoxia conforme a
las pautas dominantes en la Unión Europea, que son conservadoras,
socialdemócratas y liberales.
Una ministra de Economía reforzada por la
confianza de sus pares europeos mejoraría su posición en el Consejo de
Ministros frente a Podemos y significaría que el propio Pedro Sánchez está dispuesto a albergar en su Gabinete a un peso pesado de la política económica internacional.
Mientras Ciudadanos mantiene su disponibilidad
negociadora, no sin problemas internos, Unidas Podemos no se precipita,
aunque su generación de anticuerpos socialdemócratas es todavía muy
alta. Los morados están dispuestos a la "flexibilidad", pero no a la
"renuncia". Pablo Iglesias sigue en el partido.
Corregir el rumbo
Sin embargo, ERC y Gabriel Rufián corren la
banda, sin entrar en la melé, demostrando que, efectivamente, el
panorama general les "importa un comino", excluyendo a Cs con una
dialéctica hiriente y formulando constantes admoniciones al Gobierno que
no tienen el peso de antaño. Y menos si, como se barrunta, el PP, tras
las elecciones gallegas y vascas se abre –como ha hecho en Castilla y León– a algunos pactos (quizás el sanitario) en el Congreso.
El partido de Oriol Junqueras ya no tiene el
control político de la mayoría de investidura. "Se ha derrumbado", según
palabras literales de un ministro. Ahora, además, debe atender a varios
frentes, y el doméstico, con Joaquim Torra a poco
tiempo de convocar elecciones, no es precisamente fácil. Sigue la pelea
insomne en el mundo del independentismo catalán, sin referentes
políticos claros para la contienda electoral.
Todos los protagonistas políticos y sociales están corrigiendo
el rumbo en distinto grado. Debería hacerlo también ERC si quiere
retener espacios de protagonismo y decisión en la política estatal. Entre otras razones, porque esa es una de sus bazas electorales en Catalunya.
(*) Periodista
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