Las aguas de la DANA no solo arrasaron con casas, autos y negocios.
Desnudaron, como nunca, la miseria moral de una clase política
desconectada, incapaz y carente de empatía.
Este desastre no solo destruyó infraestructuras; destrozó sueños, hogares y, en el peor de los casos, vidas. El costo real de la ineficacia y la indiferencia de la clase política es tan tangible como doloroso.
No hay
excusa para que, en un país como España, una tormenta como la DANA siga
arrasando cada pocos años con consecuencias tan catastróficas.
Las políticas de prevención y emergencia deben estar al frente de la agenda, pero en cambio, el presupuesto y el esfuerzo se destinan a proyectos de escaparate o quizás otros intereses más particulares como se está comprobando y la historia de la democracia nos ha demostrado.
¿Y qué recibimos un cambio? La promesa de ayuda, los famosos "planes de contingencia" que nunca llegan, las inversiones a medias que solo sirven para mostrar un falso progreso.
Los mismos ciudadanos que pagan los salarios de estos políticos, que confían en su responsabilidad, ven cómo su vida es devastada mientras ellos miran hacia otro lado.
Es como si cada sufrimiento de la gente fuera irrelevante, una simple "estadística" y una simple posibilidad de papeleta que le permita crecer no solo en su ego , sino también en privilegios y vidas ostentosas.
No estamos simplemente hablando de incompetencia; estamos hablando de una traición al pueblo.
¿Cuántas tragedias más hacen falta para que esta clase política sea responsable? ¿Cuántas casas arrasadas, cuántos negocios perdidos, cuántas vidas desgarradas bajo el agua deben soportar los ciudadanos antes de que sus "líderes" actúen?
La DANA ha sido una bofetada en la cara de todos los españoles. La DANA ha sido una clara muestra que los políticos, no son más que un lastre, del que perfectamente podemos prescindir pues es el Pueblo el que ayuda al Pueblo y de ahí el valor de esos "desconocidos" que se compromenten y hacen de la palabra SOLIDARIDAD su verdadera bandera.
No solo mostró la furia de la naturaleza, sino la de una clase política que falla, una y otra vez, en proteger a quienes deberían servir. La verdadera catástrofe no es la tormenta: es un sistema político podrido y egoísta que, en lugar de representar a la gente, representa sus propios intereses que , ya se encargan de blindar.
Es hora de exigir que esta clase política deje de vivir en su burbuja de privilegios y se enfrente a la realidad.
Si no son capaces de responder en los momentos de crisis, entonces no merecen estar en sus cargos. Ya basta de palabras vacías, ya basta de promesas huecas. La gente necesita líderes de verdad, no a estas figuras de cartón que solo se burlan de aquellos que tienen que proteger, como son los ciudadanos.
Si la Revolución Francesa cambio la historia , estamos a tiempo de que la Sociedad Civil haga oir su grito y porque no quitar a los aprovechados y " sin conciencia" que dicen representarnos en las diversas instituciones y seamos nosotros los que tomemos las medidas necesarias para acabar con esa plaga que nos infecta y que se llaman "politicos".
(*) Escritor y activista
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