Una pésima política económica, aplicando los mismos errores durante demasiado tiempo, y una equivocación imperdonable como es pretender imponer la filosofía personal a toda una nación so pretexto de progresismo, cuando progreso no es en absoluto destruir los avances conseguidos con inteligencia, esfuerzo y unión de los que nos han precedido, sino seguir trabajando para conseguir más y mejores horizontes, más y mejores niveles económicos, más y mejores prestaciones sociales... Eso sí es progresar, eso sí es acceder voluntariamente a puestos del más alto nivel político, tras obtener la confianza de los ciudadanos a los que jamás debe traicionarse.
A los responsables de la alta dirección económica no solamente les falta preparación, sino que tampoco conocen su nivel de incompetencia, demostrando con su comportamiento no haberse leído el principio de Peter, por el que todo gestor debe aplicarse cuando se atreve a liderar pública o privadamente cualquier puesto de alta responsabilidad. Sin duda, la vanidad y la ambición de poder es la fuerza interior que los domina.
Cuando el fracaso se hace público y pierden el poder, se convierten en el perro del hortelano, luchan por la justificación de sus propias y fracasadas decisiones y se empeñan en desacreditar a quienes han de sustituirles, persisten en la bondad de sus actos aún a sabiendas del gran perjuicio generalizado que ocasionaron, con lo que siguen traicionando a los que depositaron su confianza en ellos, y obstaculizan de manera torticera a quienes toman la responsabilidad de corregir los desaciertos, e intentan abrir el camino hacia el verdadero progreso.
Enmendar los errores
La única solución ante la descomunal crisis en que nos vemos envueltos, es la unión de todos con un objetivo único, enmendar los errores y crear soluciones reales y posibles. Esa unión ha de ser desinteresada, creando un nuevo liderazgo con los atributos necesarios para dirigir a todos en el convencimiento de que el sacrificio y el esfuerzo son indispensables para superar la crisis. Los desprestigios al adversario, como medio de obtener votos, demuestran una gran torpeza, sólo se consigue perderlos.
La única solución ante la descomunal crisis en que nos vemos envueltos, es la unión de todos con un objetivo único, enmendar los errores y crear soluciones reales y posibles. Esa unión ha de ser desinteresada, creando un nuevo liderazgo con los atributos necesarios para dirigir a todos en el convencimiento de que el sacrificio y el esfuerzo son indispensables para superar la crisis. Los desprestigios al adversario, como medio de obtener votos, demuestran una gran torpeza, sólo se consigue perderlos.
Confesar la verdad de los hechos y unirse a la búsqueda de soluciones creará la confianza que la economía real necesita para que el tejido empresarial y los emprendedores que se incorporen consigan hacernos salir de la recesión y del estancamiento. De esta manera se facilitará el camino al crecimiento económico, a través del cual conseguiremos solventar el desempleo y cubrir las imprescindibles prestaciones sociales, rehabilitando el prestigio internacional que España ha tenido y merece.
Hacer posible el crecimiento económico, una vez que la unión de todos sea un hecho real, debe llevar aparejados los siguientes objetivos:
1) Establecer la cifra real de endeudamiento de todos los entes públicos y su calendario de vencimientos.
2) Estudiar y concretar las posibilidades de recaudación anual, sin que el exceso de presión fiscal, como única solución, impida la creación de empresas. Debe rechazarse el criterio de que la inversión pública es el único camino para crear empleo; ésa suele ser siempre la pretensión de los que ocasionaron y no impidieron una política de inversiones mastodónticas no rentables. Los que carecen de talento e ideas no saben estructurar una economía productiva e innovadora creciente, que sea impulsora del empleo y de un incremento progresivo de la recaudación fiscal. Una subida de impuestos desmesurada para que el Estado pretenda enmendar lo que hizo mal no le acredita como salvador y sólo aplicaría medidas provisionales, con más endeudamiento y sin estimular la creatividad a los futuros emprendedores.
3) En función de lo expuesto, reajustar la deuda soberana a un nuevo calendario de vencimientos prorrogado en el tiempo y, en base a la emisión diferencial de nueva deuda, siempre con la posibilidad de suscripción por los mercados financieros y minorada en el importe de la reducción de los gastos corrientes superfluos o innecesarios, que se crearon en los años de euforia injustificada; asimismo, se ejecutarán los reajustes impuestos por los órganos rectores de la eurozona.
4) Determinar con exactitud y veracidad la posición de los balances y liquidez del sistema financiero nacional a fin de sanearlos, regularlos y controlarlos, para que pueda fluir el efectivo necesario al lanzamiento de la economía. La depresión del crédito, casi nulo en la actualidad, debe resolverse con la máxima urgencia, liberando al sistema de la inversión pública a que se han visto forzados, en perjuicio evidente de la economía privada, víctima de una gestión financiera desastrosa.
Concretados los objetivos, evitemos repetir los grandes errores cometidos por negligencia, por intereses personales o por filosofías políticas ajenas a los intereses generales. Veamos algunos:
1) Prescindir del rigor presupuestario de obligado cumplimiento, eliminando conscientemente el techo de las inversiones, manejadas libremente por los administradores oficiales de turno.
2) Llevar a cabo aportaciones participativas en empresas patrimoniales.
3) Suprimir o prescindir de la Intervención General del Estado.
4) Someter a control a los organismos oficiales de control propiamente dichos.
5) Retrasar la actualización de la legislación laboral, asimilándola a la vigente en los países de nuestro entorno.
Si somos capaces, todos unidos, de concretar y desarrollar lo expuesto anteriormente, estaremos en la posición perfecta para crear la nueva estructura que haga posible el desarrollo y crecimiento de una economía de libre mercado, obediente, eso sí, a la regulación y control establecidos por la Unión a la que pertenecemos.
(*) Economista y empresario
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