MADRID.- "Soy un faquir", dice el periodista alicantino Fernando Sánchez Dragó con una sonrisa digna del gato de Cheshire tras haber ingerido "con un dedo de agua" un puñado de pastillas de todos los tamaños y colores, según cuenta 'El Mundo'.
Entregado e intenso, como es habitual en él, el periodista y escritor
nos presenta en su castiza casa madrileña lo que él denomina su "elixir de la eterna juventud":
una combinación de su invención formada por unos 70 compuestos, de
origen natural en su inmensa mayoría, que consume cada día repartido en
cinco tomas diarias. Y en contra de lo que pueda parecer, asegura Dragó,
"no es fácil", hace falta disciplina y, cuando se va de viaje un par de
meses, cargar con una maleta extra en la que llevar las 6.000 pastillas que le hacen falta.
A sus 75 años, a unos meses de ser padre por cuarta vez y con cuatro 'bypass' coronarios
que le han dejado en herencia una cicatriz que le surca orgullosa el
pecho y otra que recorre el antebrazo, Dragó afirma que todas las
pastillas que ingiere "son inofensivas y de herbolario". Admite que
posiblemente tome más de lo que necesita, pero cree que
el excedente se eliminará luego a través de la orina, y también
reconoce que no tiene forma de saber si estaría igual de bien si no
tomase ninguna pastilla.
A priori, esta decisión de acumular compuestos, aunque sea herbales,
no parece muy recomendable, así que consultamos con un experto. José María Ordovás, director de Nutrición y Genómica
en la Universidad de Tufts, en Boston, apunta que "los productos
herbales, por eso de tener un origen natural (que no es lo mismo que ser
naturales), pueden tener incompatibilidades entre ellos o con fármacos y no siempre se eliminan alegremente. Con el problema añadido de que en algunos casos se han detectado contaminantes peligrosos como resultado de su procesamiento".
Eso sí, no descarta que el "elixir" del escritor pueda sentarle bien a él, y quizás "los beneficios se limiten a él mismo con su genética y el medio ambiente
que le rodea. Si él cree que le va bien y que su uso le rejuvenece 55
años, pues adelante. El efecto placebo es conocido en la medicina por
actuar sobre el cerebro a veces tanto como el fármaco", explica Ordovás.
La única forma de probar verdaderamente si hace efecto, indica el
científico, sería comprobando cómo se encontraría el sujeto si no tomara
el cóctel de pastillas.
Una larga y exótica lista
Sánchez Dragó comenzó a pergeñar su 'pócima' en los 80, y ha ido "perfeccionándola" con los años, aliñada con los descubrimientos que iba haciendo en sus viajes por todo el mundo.
El origen de su inquietud puede remontarse a una adolescencia algo
hipocondríaca que fustigó su interés por las cuestiones médicas,
arrastrándole cuando se encontraba enfermo a la Biblioteca Nacional para
documentarse sobre su malestar.
Las dos "joyas de la corona" son el reishi japonés,
una seta de origen chino que antaño sólo podía ser consumida por el
emperador y su familia y que ahora la mujer del periodista importa y
vende a través de su tienda online, y una enzima, el superóxido
bismutasa, que sólo puedo comprarse en Japón.
De ahí sigue una larga -y a veces exótica- lista:
cafeína, cordyceps del Tíbet, productos nutracéuticos, caparazón de
crustáceo, palmito para la próstata -"esto me lo enseñó [Alejandro]
Jodorowski, la tengo como un bebé"-, melatonina, reveratrol, gingsen,
ácido fólico, glucosamina y condroitina para las articulaciones, ácido
acetilsalicílico -aspirina- de liberación prolongada, testosterona y
pregnenolona, a los que, dice entre risas, quizás deba su futura
paternidad, junto a un medicamento para la disfunción eréctil, el único
fármaco bajo receta que consume.
Hablando de herencias, Ordovás, experto en nutrición y genética, advierte de que "hemos de ser consciente que los hijos y los nietos reciben de nosotros no sólo la genética, sino también la epigenética
[factores no genéticos que influyen en la expresión de los genes], y
ésta depende en parte de la dieta y de los compuestos que consume tanto
la madre como el padre. Algunos de esos compuestos pueden influir sobre
la epigenética y, por lo tanto, legar a la descendencia algo que no
pretendemos".
¿Camino del quirófano?
Eso sí, por mucho que Sánchez Dragó confíe en su fórmula, no deja nada al azar, y cada seis meses se somete a un minucioso chequeo médico donde examina hasta lo más recóndito de su ser. También se alimenta con mesura, evitando las grasas y la carne en exceso, y primando frutas y verduras; y realiza ejercicio con regularidad,
tanto que lleva un podómetro para asegurarse de que cumple con los
10.000 pasos diarios que se tiene asignados y que cuando está en Madrid
ejecuta dando vueltas como un león en su piso, para evitar los semáforos
y los saludos que interrumpirían su marcha por el centro de la capital.
En el exterior, también se cuida. El escritor, que se describe
pionero en el uso masculino de las cremas y los masajes faciales,
confiesa que le ronda una última "tentación": hacerse 'algo' en la cara.
Un transplante capilar que refuerce unas tímidas 'entradas' que asoman
en su frente o una blefaroplastia que enderece unos ojos cada vez más
"achinados". Con el espíritu aventurero que le caracteriza, si no fuera
por el temor a la anestesia, dice Dragó, quizás ya habría "pasado por
quirófano".
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