miércoles, 25 de octubre de 2023

¿Corre peligro Alicante en la guerra judío-palestina? / Pedro Nuño de la Rosa *

Alicante tiene varias sinagogas, la última recientemente inaugurada cerca del Mercado Central. Allí se reúne una no muy numerosa, pero sí muy fiel y abigarrada comunidad judía practicante del estricto culto judaico en un piso habilitado donde celebran sus ritos y lecturas mosaicas. 

Son gente pacífica que procura no exteriorizar sus opiniones, y ahora menos ante un periodista porque obedecen órdenes dictadas en Jerusalén y vía Madrid de silenciar la rabia que les ha producido el genocidio de Hamás; aunque alguna familia alicantina tiene parientes en Tel Aviv por quienes llorar, nos remiten a los cauces oficiales de su embajada en Madrid o consulado en Barcelona.

En el lado contrario del Mediterráneo en esta guerra que amenaza con extenderse por todo Oriente Próximo y Medio, y desde ahí nos libre Dios, se encuentra Alicante como puente secular entre Orán y Marsella. 

Bien lo saben los alicantinos los días de desembarco del ferry cuando nuestras calles se atiborran de hombres y mujeres árabes recorriendo todas las céntricas avenidas comerciales, donde, y por cierto también aumentan exponencialmente sus propias tiendas y restaurantes nativos con toda clase de productos oriundos que, y, dicho sea de paso, resultan tan excelentes como la propia cocina magrebí, con su enorme débito a la del Al-Ándalus español que fue donde nació la gran cultura omeya y taifa, instaurada desde el siglo X hasta la definitiva y cruel expulsión de los moriscos, cuando 30.000 se deportaron desde el puerto de Alicante, 50.000 de Dénia y 18.000 de Valencia. Las relaciones e intercambios entre ambas etnias son excelentes y los incidentes delincuenciales escasos.

Últimamente algunos lectores me preguntan si en Alicante capital corremos algún peligro de atentados a sinagogas, por qué no a una iglesia católica, o en su contrario sensu por parte de un ultra ortodoxo judío a la mezquita y centro religioso de la comunidad islámica en la calle Pino Santo.

Me entero, off the record oficioso, que tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional, están en alerta (específicamente conocida como “protocolo antiterrorista”, aunque todavía no en sus máximos, sobre los movimientos en nuestra ciudad de unos y otros contendientes. 

Y, sobre todo, con el Consulado General de España en Orán, que goza de buena relaciones con la Policía argelina, aunque, según me advierten precautoriamente, no estamos libres de que uno de esos tristemente célebres lobos solitarios pueda ejecutar su criminal impronta sorpresiva desde cualquier entrada en nuestro país y en cualquier lugar, aunque también es verdad, no tan solitarios porque siempre están teledirigidos por los estrategas de Hamás, Hezbollah o cualquier guerrilla chiita de las muchas que surgieron desde que Israel en 1948 empezó a sustraer el poco territorio que le iba quedando a los palestinos. 

Y, en consecuencia, previamente a cualquier atentado, se busca la mayor repercusión mediática a nivel mundial.

Pero los alicantinos y desde una cierta seguridad con alerta atenuada, tampoco podemos dejar de lado la fuerte presencia magrebí en nuestra ciudad, y menos con el bombardeo continuado en noticiarios, tertulias y artículos de información, desinformación y opinión, sobre un problema bélico que ha desbancado al conflicto en Ucrania, el covid redivivo, o un frente gripal que no ha hecho más que empezar: observo como desocupado paseante miradas mutuas entre moros y cristianos sostenidas desde la desconfianza y la inquietud precautoria, como si hubiéramos vuelto al medievo y los cristianos que habían tomado y ocupado ciudades, incursionaban con desconfianza y prepotencia del ganador en las tradicionales medinas y juderías.

Algo se está quebrando en nuestra democrática y cómoda sociedad occidental, europea por más señas, y no sólo en las conversaciones de oficina, curre o barra con posicionamientos adversos sobre algo que nos viene muy de lejos, y en lo que Mass-media tenemos bastante responsabilidad por pura hipérbole necesitada de captar cuantos más receptores – compradores en potencia, mejor. 

Resulta paradójico que, en una guerra entre religiones, incluso los ateos y agnósticos nos involucremos indistintamente cuando lo que está en juego es la libertad individual muy por encima de lo que quiera mandar la Biblia o el Corán en sus versículos más sanguinarios y autocráticos en nombre de Dios. 

Para libros sagrados ya tenemos nuestra Constitución de 1978, que algunos imbéciles quieren profanar, y eso sí que nos tiene que preocupar: si mi familia, que vive en Barcelona, o tantos de mis amigos/as van a dejar de ser españoles. 

O si todos los demás deberemos llevar un traductor simultáneo en la orejilla por aquello del plurilingüismo: catalán, vasco, gallego… 

Y, de paso que incluyan el inglés, (por cierto, los principales culpables descolonizadores de lo que ahora está sucediendo en la Franja de Gaza) pero en definitiva idioma universal cuyo desconocimiento y utilidad aquí, como capital turística, resulta más que provechoso.

Alicante, a mi entender, no corre más peligro que Málaga, pongamos por caso, y nuestras batallas deben seguir limitándose a las festivas de Moros y Cristianos en los tradicionales barrios. 

Pero cuidado con los intolerantes y propagandistas que están creando opinión antagonista, y ello nos puede crear ficticios enemigos que antes no teníamos. El comercio con Orán resulta muy rentable para esta ciudad y así debe seguir siendo. 

Cierta y sincera comprensión con la masacre de Tel Aviv, no puede enturbiar nuestras fraternales relaciones de siglos con Argel, precisamente uno de los países magrebíes menos integrista y más occidentalizado, y el primer interesado en alejarse de guerras por “Santas” que pudieran ser.

 

 (*) Columnista

 

https://alicantealdia.es/corre-peligro-alicante-en-la-guerra-judio-palestina/

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