El cierre de Canal Nou está lejos de ser una anécdota. Es la
consecuencia necesaria de una forma de entender la política de la
derecha y, más en concreto, la política de medios de comunicación. Algo
que ya ha dado resultados llamativos y seguirá dándolos en Madrid, en el
País Valenciano y en toda España si no se cambia una forma de entender
la gestión pública caracterizada por el caciquismo, el clientelismo, la
corrupción, el despilfarro y la censura.
Durante unos veinte años, la RTVV ha sido un órgano de agitación y
propaganda del PP, utilizado para embellecer y adular el poder y
censurar o vilipendiar a la oposición con el dinero de todos. Y un lugar
en el que, siempre con el dinero de todos, se enchufaba a los amigos,
se premiaban servicios políticos, se acomodaba a los clientes, se hacían
negocios presuntamente ilegales (por ejemplo, con la Gürtel) y, al
parecer, se cometían delitos de acoso sexual,
asunto que está en los tribunales. Un lugar desde el que un puñado de
periodistas literalmente a sueldo de la Generalitat, predicaban en
tertulias y espacios ideológicos la doctrina de la derecha a cambio de
suculentas retribuciones acompañadas de no menos suculentos ágapes en
los cuales los comensales sin duda festejaban el hundimiento de la
audiencia y el hecho de que el canal fuera un pozo sin fondo de fondos
de todo tipo y una auténtica ruina.
Un proceso muy parecido al de Telemadrid durante los mismos años más o
menos: aparato de propaganda del gobierno autonómico, de enchufe y
mamandurria, un comedero de ideólogos y tertulianos de los de prietas
las filas para ensalzar a los gobernantes y ningunear o vapulear la
oposición. Aunque se hacía -y se hace- con algo más de refinamiento
capitalino. Por ejemplo, hubo una temporada, hace años, en que acudía a
una tertulia de Buruaga, supuestamente plural, doña Rosa Díez, ¡como
representante del PSOE! Por aquel entonces, Díez, europarlamentaria
socialista, preparaba la formación de su partido propio y, por lo tanto,
dedicaba sus intervenciones a poner verde al partido en el que
militaba.
El mismo proceso que lleva aceleradamente la Radio Televisión Española.
Lo primero que hizo Rajoy al llegar al gobierno fue cambiar la Ley de
RTVE de los socialistas (que preveía una mayoría cualificada del
Parlamento para nombrar el director general) con el fin de poner a su
frente hombres de su confianza, encargados del agit-prop a escala
nacional. La derecha entiende que el poder descansa, entre otras cosas,
en el control y manipulación de los medios. Ya lo había entendido
durante la República, lo llevó a su culminación con el franquismo y hoy
lo hace a rajatabla. Siempre con el mismo resultado: en dos años, la
pareja de comisarios políticos del gobierno en RTVE que cada vez se
parecen más a Hernández y Fernández, ha conseguido bajar la audiencia de
esta, incluidos los informativos, del primero al cuarto lugar y
acabarían en el décimoquinto si lo hubiera.
De la televisión de Castilla-La Mancha, más conocida como Telecospedal, al mando de un cancerbero ideológico que parece un chiste, no merece la pena ni hablar.
De la televisión de Castilla-La Mancha, más conocida como Telecospedal, al mando de un cancerbero ideológico que parece un chiste, no merece la pena ni hablar.
Los principales damnificados de esta gestión sectaria, censora y
corrupta son, en el orden humano, los trabajadores de los entes y en el
de los principios, el ideal de unos medios públicos de comunicación
objetivos e imparciales. En cuanto a los trabajadores, la cuestión es
peliaguda. 1.600 currantes se van a la calle en el Canal Nou; EREs por
doquier, en Telemadrid y en la RTVE. Los redactores, los trabajadores,
se ponen en pie de protesta y cuentan con el apoyo de la audiencia. Pero
no falta quien recuerde que esos mismos trabajadores no elevaron la voz
en los años de las vacas gordas del enchufe y la manipulación. Y es
cierto. Plantillas infladas (solo Canal Nou tenía más personal que otros
tres canales juntos más o menos equiparables) y silenciosas ante las
programaciones de propaganda y basura. Esto se explica porque parte
importante de ese personal estaba compuesta por enchufados y los otros
temían por su puesto de trabajo. Si algo deja claro el PP allí por donde
pasa en los sectores públicos (y privados) es que no quiere
trabajadores con derechos sino que los prefiere precarios, sumisos,
sometidos al capricho y arbitrariedad de los jefes (dame una chupaeta).
En cuanto al ideal de los medios de comunicación públicos objetivos, la
línea política general está clara en su mala fe: los medios deben estar
al servicio del gobierno y su partido y no comprar el discurso del enemigo,
como acusó la "liberal" Aguirre a Germán Yanke al ponerlo de patas en
la calle. Deben administrar su extraña pócima de ideología
nacionalcatólica y neoliberal al mismo tiempo en dosis de caballo
con lo que, evidentemente, se consigue ahuyentar las audiencias a toda
velocidad. La deserción de las audiencias demuestra que los medios
audiovisuales públicos son inviables, una ruina y hay que privatizarlos.
Total, dicen sus ideólogos mientras cobran una pastuqui por minuto,
como los aparcamientos, solo sirven para trompetear los exitazos del
gobierno de turno. Si lo sabrán ellos que así lo hacen. Una vez
privatizados, los medios ya son solo suyos, esto es, del capital, las
empresas, la iglesia, de los que el partido es fiel vocero.
La línea general no se reduce a los medios sino que afecta a todo lo
público: la educación, la sanidad, el régimen de clases pasivas, los
transportes, las infraestructuras y todo tipo de bienes públicos que
ofrezcan alguna perspectiva de convertirse en negocio. Es una línea, un
camino en varias etapas: primero se bajan los impuestos y se reducen los
ingresos del Estado; a continuación se gestionan los servicios públicos
con criterios enchufistas, clientelares, despilfarradores y
malversadores al tiempo que se los descapitaliza; más tarde se revela
que son insostenibles financieramente; luego se añade que son
ineficientes; y se corona la tarea entregándoselos a precio de ganga (o
gratis) a los amigos en gestión privada, incluso a los mismos que toman
las decisiones. Si Lamela y Güemes están imputados es precisamente por
esto.
No, lo sucedido con RTVV no es una anécdota sino una categoría. Un modo
de entender la gobernación del país como la administración de una finca
propia, a la que van a explotar a los trabajadores y obtener los máximos
beneficios personales por todos los medios: el ministro de
Justicia, además de consagrar como código penal la "justicia" del poder,
beneficia a los notarios y registradores de la propiedad, cuerpo al que
pertenece su jefe; el ministro de educación beneficia el estamento
tertuliano enriqueciéndolo con su ex-pareja; este contrata con empresas
en las que tiene -o tendrá- intereses; aquel beneficia los negocios de
un pariente; esta otra coloca a su cónyuge en todos los consejos de
administración, cajas y cajones que abarca su virreinato; aquel otro
compra mediante testaferro activos que pone a mitad de precio como
gobernante; este de aquí se lleva el dinero a espuertas de comisiones de
unas obras faraónicas que no sirven para nada; aquella de allí coloca a
todos sus parientes cognados y agnados en las administraciones
públicas; y el de más allá se trae del terruño seiscientos asesores
muchos de ellos sin el graduado escolar pero con sueldos de carromato.
No, no es una anécdota.
No, no es una anécdota.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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