Esta mañana, 4 de junio, la asamblea de los 152 representantes de la Orden de los Hermanos Franciscanos Menores, reunida en S. Maria de los Ángeles de Asís, para el Capítulo general, ha confirmado a Fr. José Rodríguez Carballo a la guía de los cerca de 15.000 religiosos franciscanos que viven en 113 naciones del mundo.
El rito de elección ha sido presidido por el Delegado del Santo a Padre, el Card. José Saraiva Martins, quien ha entregado al recién elegido el "sello de toda la Orden de los Hermanos Franciscanos Menores". El 187° Capítulo general de la Orden de los Frailes menores, que se realiza en Asís, comenzó el 24 de mayo y concluirá el 20 de junio, y tiene por tema "Anunciadores de la Palabra del Señor en todo el mundo".
El 119 sucesor de San Francisco, ministro general desde 2003, es doctor en teología y dirigirá hasta 2015 a los 15.000 religiosos franciscanos que viven repartidos por 113 países del mundo. El rito de entronización, celebrado en Asís (centro de Italia) fue presidido por el cardenal José Sarabande Martins, representante personal del papa Benedicto XVI.
José Rodríguez Carballo nació en Lodoselo (Ourense) el 11 de agosto de 1953. Inició el noviciado el 31 de julio de 1970 e hizo los primeros votos el 9 de agosto de 1971. Realizó la profesión solemne, en Jerusalén, el 1 de enero de 1976 y fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1977.
Está licenciado en Sagrada Escritura por el Instituto Bíblico de Roma y en Teología Bíblica en Jerusalén. Ha ejercido de profesor en el Seminario Mayor de Vigo y en la Facultad de Teología de Santiago.
Asimismo ha sido maestro de novicios en el convento de San Diego de Canedo (Pontevedra), superior del convento de Santiago de Compostela y ministro provincial de la provincia franciscana de Santiago. Ha sido también Presidente de la Conferencia de Religiosos de Galicia, de 1989 a 1997. Entre 1997 y 2003 fue Definidor General de la Orden Franciscana, que lo reeligió su Ministro General hoy 5 de junio de 2003.
El 7 de agosto de 2004, el Santo Padre Juan Pablo II lo nombr miembro de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
"En mi pueblo había un franciscano. Me gustaba su comportamiento: su sencillez, su cercanía… Luego conocí a otro fraile en la escuela. Nos habló de San Francisco y me cautivó esa forma de ser...", ha declarado hace poco a 'El Correo Gallego'.
– ¿El Ministro General es quien más manda entre los Franciscanos?
– Es aquel que debe obedecer a más gente.
– ¿A quién hay que obedecer primero…?
– Como es lógico, intento obedecer a Dios.
– ¿Cómo se sirve a Dios…?
– En la regla de San Francisco hay una frase que dice: Si alguno se perdiese por culpa del Ministro, eso tendrá graves daños... Por eso, cuando me encuentro con un hermano y me consulta, siempre me pregunto: ¿Qué querrá Dios de mí...? A partir de ahí intento obedecer.
– ¿Y a los hermanos… los obedece?
– Sirvo a mis hermanos escuchándolos, abriéndome a la escucha, abriendo mi corazón, dejándome traspasar por la palabra del otro.
– ¿Cumple con ello ese voto perenne de obediencia?
– Intento obedecer al señor Papa y que los hermanos vivamos el Evangelio al modo de San Francisco, pero con la Iglesia y en la Iglesia.
– ¿Existe la Iglesia de los ricos y la Iglesia de los pobres...?
– La Iglesia es la Iglesia de todos. Ciertamente ha recibido del Señor la misión de estar para todos sin descuidar a los demás. Todos están llamados a la Salvación, al Reino de Dios.
– Es que da la impresión que el dominico proclama el Evangelio entre los ricos y el franciscano entre los pobres…
– Esa división que hace no es justa. El dominico también proclama el Evangelio entre los pobres y el franciscano también proclama el Evangelio junto al rico.
– Me suena a respuesta políticamente correcta...
– El Evangelio es para todos. Tal vez pueda parecer más cercano a unos que a otros, pero al final es para todos...
– ¿Y que me dice de los benedictinos?
– Pues que el benedictino debe evangelizar al rico, pero siempre con corazón de pobre.
– ¿Pobreza, castidad y obediencia?
– Los franciscanos no profesamos la pobreza. Somos los únicos. Nuestra fórmula dice: "Vivir el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo en obediencia, sin propio y en castidad"
– San Pablo dijo: "La verdad os hará libres" pero… ¿y lo "sin propio" de San Francisco…?
– Eso es mucho más exigente que la pobreza, porque significa librarse de la tentación del tener y poseer. Es una gran liberación. Sin propio afecta a la inteligencia y, sobre todo, al corazón.
– ¿La sociedad camina hacia el hedonismo y los franciscanos hacia el estoicismo...?
– No es del todo exacto. El mundo ha entrado también en nuestras vidas… a veces teniendo un impacto muy fuerte. Sin embargo, debo precisarle que seguimos intentando llevar una vida sencilla, austera…
– Parece como si sociedad e Iglesia hubiesen tomado caminos distintos…
– En el caso del sacerdocio la Iglesia pide unas cualidades e impone unas condiciones que no son fáciles. Además, la Iglesia ofrece unos valores que no son la moneda corriente, entre ellos, por ejemplo, el de cuidar a los ancianos.
– Pero ofrece seguridad…
– La única seguridad es la de Pedro. Pero personalmente no la doy porque no la tengo. Es verdad que nada me falta, pero no hay esa seguridad de decir esto es mío, esto me pertenece… Esa es la condición de los libres que hemos profesado vivir sin lo propio.
– ¿Cómo es la vida cotidiana de los Menores?
– Como quería San Francisco. Una vida solidaria, encontrando el gozo en el trabajo y dando todo lo que tenemos. Pero, sobre todo, haciendo partícipe a la gente de lo que somos.
– ¿Una vida plena...?
– Produce una gran libertad y una gran paz. La oración que se le atribuye a San Francisco dice que hay más gracia en dar que en recibir. La verdad es que lo vivimos todos los días.
– ¿Sabe que quien más me habla de Francisco de Asís es ese gran artista nacido en Lalín, que vive en Berlín y triunfa en Pekín…?
– Anton Lamazares, además de ser paisano, amigo y compañero de estudios, es un franciscano sin hábito. Es una persona a la que admiro porque la formación que recibió en la Iglesia le ha marcado, incluso en su creación artística.
– Eso de que él llame a todo el mundo de "usted..." ¿es también algo franciscano?
– San Francisco dice: "Nadie se llame Prior, sino que todos se sientan hermanos..."
– ¿Eso vale en el mundo actual?
– Posiblemente esa cercanía, esa capacidad de entrar en relación con las personas, sea fruto de una espiritualidad que es absolutamente actual.
– ¿Cómo es posible que los americanos, al tomar la Luna pusiesen su nombre a uno de los cráteres y la Iglesia no lo haya canonizado todavía?
– Los santos son santos por santos siempre.
Fray Carballo habla reposadamente, sin crono ni tiempo, con amabilidad, despertando emoción, con la paciencia franciscana que se pierde en las nieves del tiempo. A veces parece como si masticase cada sílaba, suavizando las palabras, como buscando que su interlocutor se instale en la reflexión. Me dice que la paz con uno mismo empieza por ayudar a encontrarla en los demás. También, para qué negarlo, encuentro un ligero rastro en su voz, casi imperceptible, del gallego de su niñez...
"Cuando era muy joven me fui a estudiar a Zamora, que era la provincia donde Santiago, que era mi provincia, tenía el seminario menor. En aquel entonces estaba prohibido hablar en gallego en el seminario, tal vez para que aprendiéramos el castellano".
– Pero en su pueblo lo hablaban siempre…
– Recuerdo la primera Navidad que pasé fuera del seminario y llegué a mi pueblo hablando castellano. Mi abuelo estaba preparando la cena de Nochebuena con mi madre y, al escucharme, lanzó una expresión que me hizo mucha gracia, muy gallega: "¡Cómo! Si pensábamos que eras de los nuestros y ahora vienes hablando castellano!".
El momento pinta idóneo para llegar hasta el epicentro del corazón del paisano… ¡Menudo personaje!, como dice de él con admiración Carlos de Blas… Aprovecho la intimidad del austero salón de Santa Marta, donde el Cónclave reflexiona cuando un nuevo Papa está por venir…
– ¿Cómo mata un franciscano gallego a la morriña?
– Por mi parte, no consigo matar esa soledad, esa morriña que todos los gallegos llevamos dentro, estemos donde estemos.
– Así que… inevitable…
– Amo mucho mi tierra. Amo mucho a las gentes de Galicia, porque la tierra la hacen las gentes. Llevo muchos años fuera: estuve cinco en Jerusalén y ahora llevo doce en Roma. Me siento ciudadano del mundo, pero eso no hace que deje de echar de menos mi tierra.
– Pienso en la madre de este gallego de aldea y me arriesgo: ¿Madre se llevó la mayor satisfacción de la vida viendo a José en armonía con el hábito…?
– Es probable, por dos motivos: era el menor y era sacerdote y franciscano. Ella amó profundamente a sus dos hijos, eso me consta. Por eso, entre los dos nunca hubo motivo de celos. Sabíamos que en su corazón estábamos los dos. Pero, al ser profundamente religiosa, indudablemente creyente, el tener un hijo religioso franciscano fue para ella, probablemente, la mayor gracia que recibió como madre.
– ¿Ser gallego es militancia o sentimiento?
– Ser gallego es algo que se lleva desde que se nace hasta que se muere, por lo que yo diría que ser gallego es algo que forma parte del ser. Una condición.
– El poderío de las raíces...
– Con mi familia hablo siempre gallego, porque eso me une a la gente. Incluso suelo celebrar la misa en castellano por costumbre, pero la homilía suelo hacerla en gallego…
– ¿Normativizado…?
– Lo hago en el gallego de toda la vida, en el de casa. Ese otro me separaría de mi pueblo.
– Es curioso eso de la normativización... Hasta la Iglesia cambió el Padre Nuestro...
– La fórmula del Padre Nuestro dividía a los pueblos de habla hispana: En España teníamos una fórmula y en Iberoamérica tenían otra.
– ¿Fue un acierto o un error?
– Un acierto. Ahora podemos orar y rezar la fórmula más maravillosa, que es el Padre Nuestro, no sólo en la misma lengua, sino con las mismas palabras.
– ¿Y la Biblia…? ¿También puede entenderla cualquiera?
– Sólo hay que saber escuchar a quien te habla a través de las palabras. Una persona como Francisco de Asís, que no tenía estudios, fue un gran conocedor de la Biblia, porque tenía un corazón de pobre y se colocaba ante el texto completamente desnudo, completamente disponible.
– ¿Y la comprendió…?
– Supo captar como nadie los secretos del Reino. Como dijo Jesús, son los pobres, los sencillos los que llegan a conocer de verdad los secretos del Reino.
Aspecto campechano y confiado. Mirada que tiene mucho de abrazo de hombre que ha puesto su agudeza al servicio de una causa. Manos reposadas que dibujan un punto de mira sobre su nariz… manos sosegadas que aterrizan sobre el brazo de la butaca… manos que entrecruzan sus dedos señalando el camino de la Eternidad… Para mí que nada terrenal le es ajeno, que nada terrenal le es propio, que nada terrenal le impresiona. Ha recorrido medio mundo en clase turista y se ha resistido a recorrer el otro medio en Bussines, aunque sus hermanos se lo piden encarecidamente por exigencia de las distancias infinitas que debe recorrer… Él se lo toma con la misma deportividad del medallista olímpico. Viaja según los preceptos de San Francisco de Asís, aquel hombre que renunció a la herencia de su padre y que llamó la atención a las alondras porque, tal vez, hablaban demasiado, o porque cantaban demasiado bonito sin alabar a Dios… Vaya usted a saber del discurso de Francisco a las alondras… Aves franciscanas por excelencia que vuelan con canto de alabanza, de Fe y de inspiración, como campanas de gloria inspiradas por la prédica del de Asís.
Bebe de la palabra del inspirador de la segunda Orden más numerosa de la religión católica, la que en buena parte sostiene con su devoción el edificio de la Iglesia a la que obedece. Es el Ministro General de la Orden franciscana…
"La verdad es que desde muy niño me dije: "Quiero ser como esos frailes." Además, a mi mente venían repetidamente los relatos de las florecillas que había leído de muy niño. Me sigue atrapando su sencillez y alegría".
– ¿No es un poco contradictorio eso de "Ministro de los Menores?
– Es un nombre que eligió el propio Francisco de Asís, nuestro fundador. Sabemos que la sociedad en aquel momento estaba dividida. Por ello quiso que, en la división entre mayores y menores, fuéramos hermanos menores.
– ¿De ahí lo de la humildad?
– No, yo no lo señalaría como humildad. Hablaría mejor de justicia. Con los grandes está todo hecho, es más fácil. Lo importante es estar con los menores.
– Hábleme de la fraternidad…
– Nuestro Fundador nos enseñó a querer la fraternidad hasta sus últimas consecuencias. Por eso, el Superior es el llamado Ministro, que, etimológicamente, significa el que sirve. De hecho, San Francisco llegó a decir que uno debe preocuparse de igual manera si le quitan la prelacía, como si le quitasen el oficio de lavar los pies.
– ¿En lo "no propio" entra también el hábito…?
– El "no" viene referido a todo, incluido el hábito.
– No imagino a un franciscano separado de su hábito...
– Ante todo hay que recordar que el hábito no hace al monje. En nuestro caso este ropaje es un símbolo. Estamos en una sociedad de símbolos. Aun así nunca pondría el acento en el hábito…
– ¿Dónde lo pondría…?
– En el corazón...
– ¿No cree que en la sociedad occidental han caído en desuso hábitos y uniformes…?
– El fraile debe manifestarse como tal también cuando está sin el hábito, pero es importante que se nos vea, que se nos reconozca como lo que somos. En mi caso el hábito no me aleja de la gente. Resulta que por el servicio que estoy prestando he tenido que visitar multitud de países, más de cien. Todos ellos siempre con mi hábito. Puedo decir que voy a todas partes con él, excepto en China.
– ¿Y eso…?
– Para estar identificado siempre…
– ¿Y lo de China?
– Por identificarme con su extrema situación.
– ¿El hábito abre puertas?
– Al contrario. A veces me siento en dificultad porque el hábito me da privilegios que no quiero. La gente reconoce, aprecia y valora nuestro hábito franciscano… Incluso se siente feliz cuando viaja al lado de quienes lo llevamos.
Siendo niño ingresó en la Orden, coronó estudios teológicos y de Sagrada Escritura en Tierra Santa y en Roma. Ha sido maestro de novicios, de profesos temporales y guardián del convento de Santiago. Además de Ministro Provincial de la Provincia Franciscana de Santiago, ha impartido clases de Sagrada Escritura en el Seminario de Vigo y en el Instituto Teológico de Santiago. Ahora vive en Roma, portando con su verbo pulcro y su alma limpia el testigo de aquel santo inmenso, más grande que su propia historia, al que ya admiraba cuando apenas era un niño…
"¿Sabía que los Franciscanos también contamos chistes…?".
– Algo me habían dicho, pero no me voy sin que me cuente uno…
– ¿En qué se diferencian un dominico, un jesuita y un franciscano cuando llegan al convento?
– ¿En el hábito…?
– Dicen que el jesuita pregunta por el Superior, el dominico por la biblioteca y el franciscano por la hora a la que se come…
– Así que comilón…
– Me gusta comer… Puede que eso tenga que ver también con los franciscanos…
– ¿Y todo lo que rodea a la comida?
– Me gusta disfrutar de la mesa. Me agradan esas sobremesas que se alargan, no por lo que se pueda tomar, sino por el compartir. Esto no lo podemos perder los pueblos latinos. Esa sobremesa es típicamente latina...
– ¿Y los gallegos…?
– Como buenos latinos, no debemos perderla.
Se halla en el centro mismo de la cristiandad, en la ciudad que se conmovió con la muerte de Juan Pablo II… Como si no hubiera pasado el tiempo en ella y fuera aún la misma ciudad sobre la que Pedro edificó su Iglesia. Un lugar donde está cómodo, tal y como queda claro cuando sonríe plácidamente:
"El ministro general tiene en su apartamento una capillita. Yo paso mucho tiempo en ella. Cuando voy a mi pueblo, mi rincón favorito es el jardín que hay detrás de la casa de mis padres. Puedo pasar horas allí…".
En sus palabras hay verdad y nostalgia, como corresponde a todo hombre de bien que sabe de dónde viene… a dónde va.
Su vida es camino, sendero que conduce hacia las almas de los hombres, especialmente hacia los más desfavorecidos.
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