PARÍS.- Los camioneros son los
únicos que pueden recorrer una Europa atrincherada por la epidemia.
Siguen abasteciendo al continente a pesar de interminables jornadas
laborales, embotellamientos en las fronteras y una protección frente al
coronavirus que deja que desear.
Con su mascarilla improvisada en
la cara, Florin Turcu se arma de paciencia en el puesto fronterizo de
Georgiou, entre Rumanía y Bulgaria.
"No avanza", comenta el rumano, mientras mira la hilera de camiones inmovilizados.
Durante
toda la semana, la dificultad para cruzar la frontera búlgaro-rumana
fue variando. Los atascos de decenas de kilómetros se formaban y
deshacían en función de las restricciones de paso y de los controles
impuestos por cada país, a menudo sin coordinación.
"Con este
coronavirus, todo va más lento. Debería ser todo lo contrario, ¿verdad?
Nuestra profesión siempre ha sido importante, pero no recibía el respeto
que merecía. Ahora, lo que hacemos es todavía más vital, ¿por qué no
hacen nada por nosotros?", se pregunta Turcu, quien trabaja como
camionero desde hace 24 años.
En su camión transporta champú a Turquía.
Algunos
camioneros aseguran haber pasado seis horas
inmovilizados en la frontera, como Mehmet, un turco que comparte con sus
colegas té preparado en un hornillo.
"Hemos avanzado 200 metros en una hora", protesta este hombre de cabello canoso.
Unos
cientos de kilómetros más lejos, en la frontera oriental de Bulgaria,
los camioneros esperaron más de tres días para entrar en Turquía, afirma
Krassimir Lalov, vicepresidente de la Asociación de Transportistas
búlgaros.
"Cuando los camioneros esperan varios días en
condiciones higiénicas lamentables, sin inodoros, sin agua corriente,
¡cómo no se va a temer la propagación del coronavirus!", afirma
preocupado.
Las mismas escenas de
interminables hileras de camiones se observan en otras fronteras
europeas desde el comienzo de las restricciones de tráfico por la
epidemia de coronavirus, en Hungría, Austria e Italia.
Tras una improvisación
inicial, se ha organizado la circulación de camiones en el centro de
Europa y se establecieron carriles reservados para vehículos pesados.
Pero la vida diaria de los camioneros sigue marcada por el estrés de los
plazos que tienen que respetar y las precauciones sanitarias, difíciles
de aplicar durante el trayecto.
"Tenemos que llevar la comida
preparada desde casa porque no hay nada abierto para nosotros", afirma
Adrian Nica, otro camionero rumano, lamentando el cierre de los
restaurantes.
En el otro extremo de los Balcanes, Eslovenia organiza
caravanas para cruzar la frontera con Italia: por grupos de algunas
decenas, son escoltados por la policía para entrar en la península. Es
el país europeo más afectado por la epidemia.
"A veces esperas una
hora, otras veces pasas diez horas hasta que se forma un convoy",
declara Dejan, un camionero procedente de Serbia e inmovilizado en la
frontera esloveno-italiana, al norte de Trieste.
Hane sigue yendo a
Italia casi todas las semanas. Al volante de su camión, este empleado
de un transportista tirolés entrega productos lácteos austríacos y trae
de vuelta frutas y verduras de la región de Verona. Cobra 120 euros por
este trayecto que empieza a las seis de la mañana y termina a
medianoche.
"Hay 55 camioneros en la empresa. Solo los extranjeros
aceptan todavía ir a Italia, mis colegas austríacos ya no quieren",
explica este refugiado que huyó de la guerra en Siria en 2015.
Austria
ha suspendido temporalmente la normativa que limita las horas de
trabajo de los camioneros para garantizar el transporte.
"Nos necesitan (...) Si paramos, ¿quién va a transportar la comida y los medicamentos?", se pregunta Hane.
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