Esta realidad la experimentaron en carne propia los vecinos de las calles paralelas al cauce del río Girona a su paso por El Verger y Els Poblets. El desbordamiento del Girona arrasó un millar de casas en ambos pueblos. La riada también anegó las urbanizaciones levantadas en la desembocadura del Girona y en la playa de Dénia.
Mientras, en Calpe, el desbordamiento de los dos barrancos que atraviesan el municipio acabó por inundar la parte baja del pueblo. Aquí, el muro del paseo marítimo actuó como barrera y alimentó el nivel de la riada.
El catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante Jorge Olcina apunta a la masiva edificación del territorio como causa del desastre. El profesor, además, subraya que esa edificación descontrolada no ha ido acompañada de las medidas estructurales que recoge el Plan de Acción Territorial de Comunidad Valenciana (Patricova).
"El Patricova no sólo es la cartografía de riesgo, sino que incluye una lista de obras estructurales que hasta el momento no se han realizado, tampoco en el ámbito de La Marina Alta", explica el catedrático.
Olcina vincula directamente lo ocurrido estos días con el urbanismo desaforado que se ha venido ejecutando en la comarca. "El problema es la falta de respeto al medio físico", asegura. Por eso vaticina que "tarde o temprano la gente exigirá responsabilidades jurídicas a los mandatarios, en los ayuntamientos o en las comunidades autónomas, que han permitido que se construya en zonas inundables".
José Miguel Saval, ingeniero Civil, de Obra Pública y de Caminos Canales y Puertos, aborda otra cuestión en la base de la polémica entre los dueños de las casas asoladas por el alud de barro, lodo y cañas y la Administración.
Los afectados, especialmente los vecinos de El Verger y Els Poblets, sostienen que el taponamiento de los puentes por el cañizo que arrastró el caudal acentuó el nivel de la crecida del río. En un tramo de 1,5 kilometros cinco puentes salvan el río, dos de ellos son centenarios y los tres restantes fueron levantados en los sesenta.
Saval explica que los proyectos de construcción de puentes deben disponer de un documento "fundamental" que detalle los efectos hidráulicos de la cuenca con un estudio que contemple en los últimos 500 años las avenidas máximas y mínimas.
"El problema es que cuando se construyeron esos puentes esos datos eran casi imposibles de calcular", señala el ingeniero. Afirma que la concentración de puentes a lo largo del cauce, como en el caso de El Verger y Els Poblets, "modifica el flujo hidráulico". Saval señala que es conveniente calcular la distancia entre puentes para mitigar el efecto de una riada.
El comisario de Aguas de la Confederación del Júcar, Manuel Alcalde, admite que los procesos de urbanización "han sido poco respetuosos con los ríos". Alcalde recuerda que no se trata sólo de construir cerca de las cuencas, sino que cuando se autorizan macrourbanizaciones, la tierra se convierte en cemento y asfalto, lo que "modifica hidrológicamente el terreno" y, cuando se registran fuertes precipitaciones, en vez de absorber el agua la escupe a los barrancos.
El cargo de la Confederación del Júcar rechaza las críticas de los vecinos sobre el efecto multiplicador de las cañas en la riada: "Sin cañas hubiera sido un auténtico desastre, porque el cañizo minimiza el efecto de la riada al frenar la velocidad del caudal".
Por su parte, el profesor de Climatología de la Universidad de Alicante Enrique Moltó asegura que todo el territorio del norte de Alicante es una zona "intensamente urbanizada".
"Los responsables son los políticos que autorizaron la construcción y los compradores a partir de los sesenta. Entonces todo valía, pero también hoy se sigue construyendo en zonas de riesgo de inundación".
Moltó subraya que las lluvias del viernes, con más de 400 litros por metro cuadrado, son un episodio "extraordinario" pero "no insólito" en estas comarcas, donde en más de 800 ocasiones en los últimos 30 años se han superado los cien litros en 24 horas.
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