BAGDAD.- Una insólita y desconocida víctima de la guerra de Irak -o, mejor dicho, de las guerras que sufre el país desde hace 20 años- son las palmeras. Un ejemplo de ello es Basora. En la ciudad donde antes hubiera trece millones de palmeras, ahora sólo hay tres, de los cuales no todas son capaces de dar frutos.
El propósito del Gobierno es aumentar el número de palmeras, rehabilitar los cultivos datileros, y animar a los campesinos a que planten nuevos árboles. Para todo ello el Ministerio de Agricultura iraquí destinará 141.000 millones de dinares iraquíes; alrededor de 81 millones de euros.
El programa de rehabilitación aprobado ahora sólo es la ampliación de otro que se puso en marcha en 2004, con un coste de más de 10 millones de euros. Según Faraón Mohamed Husein, director del comité de palmeras del Ministerio de Agricultura, con ese dinero se han podido construir semilleros de palmeras y cultivos para las datileras viejas.
La mayor parte del presupuesto aprobado ahora (52 millones de euros) irá destinado a rehabilitar los campos dañados por las guerras que libró Iraq con Irán en la década de los años 80 y con Kuwait en la de los 90. Husein señaló que el plan abarca 26 zonas diferentes repartidas por ocho de las diecinueve provincias iraquíes. Se prolongará a lo largo de una década.
Según la tradición islámica, la palmera abunda en el paraíso prometido a los creyentes. Mucho antes de la presencia islámica el rey Hammurabi de Babilonia dicto normas para protegerlo. De acuerdo con las estadísticas oficiales, su máxima extensión se alcanzó en 1962, cuando existían 30 millones de árboles de 531 tipos diferentes. Su importancia económica era considerable.
Las carreteras que unían Basora con Al Qarna (a 100 kilómetros al norte) y Fao (a 100 kilómetros al sur) estaban flanqueadas de decenas de fábricas para el tratamiento y la manipulación de dátiles. Ahora sólo queda un puñado de fábricas que apenas son capaces de abastecer el mercado local o el de los países vecinos.- (EFE)
(Palmeral de Elche, en España)
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