domingo, 15 de marzo de 2009

Bucle mítico / Jorge Fauró

Terra Mítica, el parque temático de Benidorm ideado para dinamizar la oferta turística de la provincia y encadenar unos cuantos triunfos electorales del PP de Zaplana, vuelve a estar en la misma encrucijada del año 2006, cuando, sumido en la suspensión de pagos, se hallaba con un pie bajo tierra y el otro semienterrado.

Una coyuntura económica muy desfavorable, la peor sin duda desde el crack de 1929; un sector que para obtener rentabilidad debe nutrirse de algo más que de su enclave inmediato (Benidorm, en este caso); un director general que ha tomado las de Villadiego cansado de un accionariado que aborrece cada uno de los títulos que componen el capital; una climatología paradójicamente adversa para el parque y milagrosa para las necesidades hídricas de esta provincia; y un Gobierno autonómico que se ha desentendido por completo del proyecto impulsado por el anterior inquilino del Palau de la Generalitat.

Todos estos factores han convertido una iniciativa de 70.000 millones de antiguas pesetas en un trasto inútil y en una inversión molesta para sus acaudalados socios de referencia (la Generalitat, Caja Mediterráneo y Bancaja, con más del 60% de los títulos entre los tres).

Desconcertado por los acontecimientos, el Consejo de Administración de la sociedad se reunió esta semana para debatir un orden del día que, según cuentan desde dentro, saltó de un asunto a otro como espejo del galimatías en que Terra Mítica vuelve a estar metido.

Tan pronto se habló de la dimisión de su primer ejecutivo, John Fitzgerald, como de las inyecciones de tesorería que el parque precisa con urgencia para abrir los tornos el 8 de abril y poder pagar la nómina de los trabajadores. La estimación de pérdidas del año 2008 asciende a 18 millones de euros después de impuestos. En el ejercicio inmediatamente anterior, los beneficios subieron a 20.108.414 euros.

Por partes. Fitzgerald ha hecho lo que ha podido con las armas que tenía. Nadie podrá decir de él que no ha trabajado duro para hacer de un parque sobredimensionado una alternativa competente al mercado de sol y playa del que se alimenta. Se atrevió a vender activos del complejo para sacarlo del atolladero y su principal defecto, posiblemente, fue su resuelto alejamiento del mundo real, entiéndase por ello, los tres grandes accionistas, con los que apenas mantenía contacto.

Pero esa gestión, posiblemente olvidada y maltratada hoy de manera injusta, no exime al norteamericano de merecer la reprobación por el tosco gesto de su despedida, por correo electrónico y desde Estados Unidos. Lo que posiblemente constituya algo habitual en su Nueva York natal, en la Marina Baixa representa una falta de elegancia casi imperdonable. Después de conocer las cuentas de la mercantil, un consejero resumía la dimisión del siguiente modo: «Ni siquiera se puede decir que se haya marchado por la puerta de atrás. Lo ha hecho por la puerta de seguridad».

Pero, ¿por qué un parque de atracciones cuyo presidente, David Lladró, aseguraba en julio de 2008 que iba a triplicar beneficios acaba regresando al peor de los escenarios financieros?

Hay varios factores que pueden explicarlo, a saber:

Gestión económica aparte, Terra Mítica ha sido el perro flaco al que acuden todas las pulgas de la perrera. El recinto abrió en Semana Santa de 2007 y apenas registró visitantes a causa de la lluvia. Lo mismo ocurrió en el puente de mayo y también en junio, como si los elementos hubieran decidido aguarle la temporada a la atracción. El mes de julio parecía prometedor, pero las visitas se hundieron a partir de agosto, con la clase media enfangada en la crisis económica y con los bares de playa ofreciendo menús a ocho euros.

Las cuentas, acompañadas de inversiones derivadas de la reordenación del parque (entre ellas, el traslado de una montaña rusa), comenzaban a no salir. Volvió a llover en octubre y con ello se deshizo toda esperanza de remontar la temporada. Sin apenas ingresos y con un consumo interno reducido a la nada, la contabilidad comenzó a dar señales de alarma cuando los interventores advirtieron que la campaña estaba casi perdida.

Pero, además, la tutela sobre Terra Mítica ha cambiado en muy pocos años como de la noche al día. Del control agobiante del gabinete Zaplana al más absoluto desinterés por parte de Francisco Camps. En tiempos del ex ministro de Trabajo no hubo mes en que no se diera un garbeo por el recinto y se hiciera la foto en lo que consideraba sus dominios. En la actualidad, en Terra Mítica no recuerdan la última vez que les visitó el hoy molt honorable, para quien el parque temático ni es suyo ni lo ha impulsado él, y no puede generarle más que titulares negativos en los periódicos.

Quizá haya tenido que ver en ello, además de que se erigió en proyecto estrella de Zaplana, el inesperado papel político adoptado por Fitzgerald en los últimos años, ocupado como ha estado en asesorar al PSPV y tratar, por consiguiente, de que el PP perdiera las elecciones.

«Al parque le faltado mucho cariño de Valencia», subrayan desde Terra Mítica. Pero se equivocan en el cap i casal si piensan que la empresa sólo es suya en poco más del 20% del capital. El portavoz del Consell, Vicente Rambla, no puede desentenderse ahora de los problemas de la sociedad. Terra Mítica es un proyecto tan propio como lo fue de Zaplana, con quien fue conseller de Sanidad, o de Camps, otro zaplanista de toda la vida reconvertido a sí mismo.

Y son este Consell y su vicepresidente económico, Gerardo Camps, quienes tendrán que explicar por qué no se vendió Terra Mítica, saneado y recién salido de la suspensión de pagos, cuando aún tenía valor.

(*) Bucle: sucesión de efectos tales que el último de ellos actúa sobre el primero.

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