Durante esas semanas de reapertura, las empresas del sector de la hostelería y de la agricultura advirtieron de los problemas que estaban teniendo en algunas partes del territorio para encontrar trabajadores. En los servicios, los puestos de trabajo sin cubrir en el segundo trimestre del año fueron un 63% superiores a los del mismo periodo del año anterior.
En ningún caso esta estadística muestra una situación dramática en el mercado laboral, pero sí indica un aumento de las tensiones desde el final del estado de alarma. Hay dos motivos que explican que la situación no sea tan preocupante como en otros países europeos. El primero es que la tasa de desempleo es mucho más alta que la de las principales economías desarrolladas (por ejemplo, es el triple que la de Reino Unido). El segundo es que el país está en una fase temprana de la recuperación porque la contracción de la actividad fue mucho más profunda.
A medida que el crecimiento se consolide se generarán desequilibrios entre oferta y demanda de trabajo, anticipan los expertos. “Muchas empresas empiezan a tener problemas para cubrir las vacantes. El temor es que, si esto está pasando con una recuperación que está retrasada, qué va a pasar el día que avance el crecimiento y lleguen los fondos europeos”, advierte Rafael Domenech, responsable de análisis económico de BBVA Research.
Uno de los factores que explica el aumento de las vacantes es que la pandemia ha frenado la inmigración de trabajadores. El porcentaje de los extranjeros en la población activa española creció sin pausa durante todo el último ciclo expansivo (2013-2019), mientras que la población activa española fue reduciéndose paulatinamente a medida que aceleraban las jubilaciones. En 2019, por ejemplo, la población activa extranjera aumentó en 183.200 personas, mientras que la española se redujo en casi 21.000 personas.
Esta reposición de mano de obra extranjera se frenó con la pandemia y, por primera vez desde la última crisis financiera, el peso de los extranjeros en la fuerza de trabajo se ha reducido. La situación sanitaria está lejos de normalizarse en muchos países emisores de emigrantes hacia España, por lo que es previsible que la reposición de mano de obra se mantenga en niveles bajos durante algunos meses más. Esto afectará a los sectores de menor valor añadido: hostelería, transportes, ocio, limpieza, cuidados personales, etc.
En cuanto a la población nacional, en estos meses de pandemia se ha producido una recolocación de trabajadores desde algunos de los sectores más golpeados por la crisis hacia otros más estables, lo que explicaría la ausencia de trabajadores. La hostelería es el claro perdedor.
Primero, porque es la actividad que está más lejos de volver a los niveles precrisis. Y, segundo, porque las condiciones laborales son duras (salarios bajos, largas jornadas de trabajo, empleo los fines de semana, etc.). Los trabajadores de ese sector que han encontrado un empleo en otra actividad difícilmente volverán en el futuro.
“Hay que analizar por qué no se producen las condiciones para que estos trabajadores vuelvan a sus sectores de origen”, explica Marcel Jansen, investigador y profesor de economía en la Universidad Autónoma de Madrid, “es posible que tengan horarios mejores, o mayor retribución. En este sentido, considero que, parafraseando a Joe Biden, ‘págales más”.
En paralelo, la demanda de mano de obra en estos sectores está creciendo rápidamente a medida que se recupera la normalidad turística. Es previsible que este desajuste se prolongue durante varios meses. La negociación colectiva tiene un papel clave para que empresas y trabajadores busquen fórmulas para volver a atraer trabajadores a estas actividades, ya sea con mayor remuneración o con mejores condiciones de horario, carga de trabajo, días libres, etc.
Lo que está por venir
La escasez coyuntural de trabajadores sin cualificación se resolverá cuando se recuperen los flujos migratorios. Sin embargo, existe un problema estructural que está en su fase inicial, pero que se agravará en los próximos meses: el desajuste entre la formación de los trabajadores y la demanda de mano de obra de las empresas.
A partir del cuarto trimestre de este año, toda Europa, al igual que EEUU, va a comenzar un intenso proceso de transformación con dos pilares fundamentales: la transición ecológica y la digitalización, para los que España no tiene una fuerza laboral preparada.
“Se está produciendo un desajuste entre los perfiles que demandan las empresas y las cualificaciones que tienen los trabajadores”, explica Jansen, "llega hasta el punto de que trabajadores despedidos ni siquiera tienen la cualificación requerida para ocupar un puesto vacante en su mismo sector".
En su opinión, “los problemas en la hostelería o el comercio minorista se irán resolviendo en los próximos meses, lo que preocupa es el desajuste que pueda producirse con la transformación digital”, remarca Jansen. “El tensionamiento en el mercado de trabajo va a crecer cuando llegue la ‘lluvia de millones’ y salgan las convocatorias”, señala Domenech, "esto ya no es solo conocimientos en nuevas tecnologías, necesitaremos también profesionales de la construcción con formación".
En el sector del suministro de energía y agua apenas había 4.200 desempleados en el segundo trimestre del año, según los datos de la EPA. Esto es, en este sector había prácticamente pleno empleo ya antes del verano y de la llegada de los fondos europeos. En la construcción, el número de desempleados era de 119.000 personas, el dato más bajo desde que existen registros. Ni siquiera en el año 2008, en pleno pico de la burbuja, había tan pocos parados en la construcción.
Se están produciendo dos fenómenos en paralelo: crecen las vacantes y también el paro de larga duración. En el segundo trimestre había casi 940.000 desempleados que llevan más de dos años buscando un empleo, esto es, que estaban sin trabajo desde antes de la pandemia. También está creciendo el número de parados que llevan más de un año y menos de dos buscando un empleo, son ya 800.000 personas.
Estos son trabajadores que fueron despedidos al inicio de la pandemia y que todavía no han vuelto a encontrar un empleo pese a la reactivación económica. Se muestran así las primeras señales del desajuste en el mercado laboral que previsiblemente se agravarán en los próximos meses. Sencillamente, esos trabajadores no son aptos para ocupar los nuevos empleos que se están creando.
Se va a producir, por lo tanto, una situación inédita de alto desempleo y crecimiento de las vacantes por el desajuste entre oferta y demanda en el mercado laboral. La relación entre paro y vacantes se mide en la curva de Beveridge. En los últimos trimestres, la curva ha escalado en vertical. Esto significa que, sin apenas variaciones en la tasa de paro, están creciendo rápidamente las vacantes.
Si se compara con el año 2019, el último previo a la pandemia (pintado en amarillo), la curva se está desplazando hacia arriba y a la izquierda, lo que indica que están aumentando las vacantes y también el desempleo. Está por ver cómo encaja la demanda de mano de obra con los trabajadores en paro, pero todo indica que será necesaria una recualificación de trabajadores para que puedan cubrir los puestos de trabajo que van a crecer rápidamente en los próximos meses. De lo contrario, las empresas tendrán que posponer proyectos, o cancelarlos directamente, por falta de trabajadores que los lleven a cabo.
España lleva décadas arrastrando los pies ante este problema que ya es inminente, y eso a pesar de las continuas advertencias de los organismos internacionales, como la Comisión Europea o el FMI. El mundo académico vive de espaldas a las necesidades del mercado laboral y, en los últimos meses, con el agravante de la escasez de plazas de Formación Profesional para los jóvenes.
Además, las políticas activas de empleo son la gran asignatura pendiente del país, ya que los servicios de empleo no tienen un buen perfilado de los parados para cubrir las vacantes que reciben. Tampoco ofrecen una correcta orientación a los desempleados sobre sus posibilidades y oportunidades en el mercado laboral. En consecuencia, no realizan la necesaria intermediación entre empresas y desempleados, lo que supone una condena a perpetuar la situación actual.
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