El Primer Ministro de Victoria, Daniel Andrews, ha dejado claro que no habrá excepciones, y que los tiempos de inoculación de la vacuna serán en torno a octubre (primera dosis) y noviembre (segunda dosis). Toda persona relacionada con el mundo del deporte deberá ponerse la inyección para poder seguir compitiendo.
Así pues, esto deja en un panorama realmente complicado al circuito. Los datos que se arrojaron en el US Open constataban una realidad: ni tan siquiera el 50% del top-100 ATP está vacunado, mientras que los niveles de la WTA tampoco son mucho mejores. Muchísimas incógnitas se abren, puesto que también se rumorea que el Gobierno australiano pase a controlar la situación y tramite una especie de "excepción" para todos los tenistas que participen en el próximo Open de Australia.
A buen seguro que esto generaría controversia en el país, que ya miró con cierta reticencia la organización del pasado torneo, que se produjo tras el encierro de varios meses de todos los ciudadanos australianos.
Con o sin vacunas, la última comunicación que ha llevado a cabo Craig Tiley ha hecho referencia a una de las opciones que más enteros ganan: la creación de unas burbujas sanitarias que aíslen a los jugadores del resto del mundo y que permitan la viabilidad del torneo.
Esta burbuja permitiría a los jugadores moverse libremente entre las pistas y el hotel donde se hospeden, eliminando así la obligación de tener que hacer una estricta cuarentena en la habitación, pero limitando en gran medida sus derechos en comparación al resto de torneos que se disputan en la actualidad.
Descartada la posibilidad de una organización idéntica a la del 2021, la medida tomada por el Gobierno de Victoria pone en mayor alerta a Tiley y a los organizadores: el Open de Australia 2022 todavía no ha empezado y ya podría convertirse en una verdadera odisea.
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