Tras la vacuna, fueron apareciendo efectos secundarios que en un primer momento consideró “normales”.
“Me pasé durmiendo toda la tarde y al día siguiente tenía un dolor de cabeza horroroso”. Luego llegaron los episodios de dismenorrea, esto es, dolor durante la menstruación. Y luego un gran cansancio. Desmayos en el centro de salud. Sospechas de hipotiroidismo, aunque analíticas en orden. Despistes en el trabajo. Hinchazón en el cuerpo. Incoherencia al hablar. Mar de dudas. “Mi médica de cabecera lo achacó a salud mental. Me mandaron antidepresivos. Pero yo no me encontraba deprimida”.
Estrella iba todos los días a trabajar en bicicleta. Tuvo que dejarlo. No podía ni bajar a comprar. El 15 de junio comenzó una baja de larga duración. Y no ha podido volver a trabajar. “Nunca relacioné los síntomas con la vacuna. El 30 de junio me puse la segunda dosis y ahí se desbocó todo. Me tienen que traer a Albacete con mis padres porque ya soy incapaz de salir de casa. En Albacete se recrudecen los síntomas con vómitos espontáneos, estreñimiento total y una inflamación de todo el cuerpo con un cansancio que me deja en la cama”.
Estrella denuncia que la incomprensión por parte de su médica de cabecera de Madrid fue total. “No entiende que esté en casa de mis padres y de manera unilateral me dice que yo tengo que estar en Madrid, porque yo tengo que estar a su disposición. Que a mí no me pasa nada, que coma más sano y beba mucha agua y me da el alta. Intento por todos los medios parar esto, estaba en una cama sin poder moverme, me tendría que presentar en mi puesto de trabajo. Lo intento y ahí es cuando acabo ingresada en el hospital”.
Después llegó el verano, un desequilibrio en su microbiota y, ante la desesperación, en septiembre, un intento autolítico. Gracias a las redes sociales, tuvo constancia de la existencia de un grupo de Whats App con personas afectadas por la vacuna. Hace dos meses que forma parte de esta comunidad compuesta por 43 mujeres y hombres que comparten sus estados y se apoyan. No son negacionistas ni antivacunas. Solo piden que se investiguen sus casos.
Hasta el 9 de enero se han administrado en España más de 80 millones de dosis y se han registrado un total de 55.455 notificaciones de acontecimientos adversos, un 74% registradas por mujeres. De ellas, 11.048 fueron consideradas graves.
Datos de farmacovigilancia
Según el último informe de Farmacovigilancia de la vacuna contra el covid-19, desde el inicio de la campaña hasta el 9 de enero se han administrado en España más de 80 millones de dosis y se han registrado un total de 55.455 notificaciones de acontecimientos adversos, un 74% registradas por mujeres. De ellas, 11.048 fueron consideradas graves.
Según este informe, y para los cuatro tipos de vacunas, además de trastornos generales como fiebre o dolor en la zona de la vacunación, se han notificado en su mayoría trastornos del sistema nervioso (cefaleas, mareos) y del sistema musculoesquelético (mialgia y artralgia).
Para la vacuna de Moderna se reconoce además la notificación de casos de parestesia, un trastorno de la sensibilidad que se manifiesta con sensaciones anormales sin estímulo previo, como el hormigueo. En concreto hay notificados 158 casos.
Para AstraZeneca y para Janssen, se reconocen la manifestación de casos de mielitis adversa —una inflamación de uno o ambos lados de la médula espinal con un único caso notificado en España—así como síndrome de trombosis con trombocitopenia —niveles bajos de plaquetas en la sangre—, con la notificación de 1.809 casos a escala mundial. No hay datos de sus notificaciones en España.
Visión borrosa es lo primero que experimentó Marta, de 25 años, tras recibir la vacuna de Pfizer el pasado 11 de julio. No habían pasado diez minutos cuando empezó a marearse. Hacía calor pero ella sentía frío. “Me eché la siesta con un edredón. Al día siguiente cuando me levanté me empezó a doler el pecho. Estaba muy fatigada y tenía palpitaciones”.
Taquicardias que le acompañaron hasta la oficina donde su jefa la recetó teletrabajo. Tras cuatro días así decidió llamar al médico. “Tuve que agarrarme a las paredes para poder bajar a la consulta. Me hicieron un electro, todo estaba bien. Tenía la tensión alta, me mandaron al hospital con el corazón a 130 pulsaciones”.
Marta asegura que la mayoría de médicos han visto una posible relación con la vacuna. De hecho, la recomendaron paralizar la segunda dosis
Y así es como empezó su periplo médico en el que, además de ser diagnosticada con ansiedad como Estrella, ha sido derivada a diferentes especialistas. Del cardiólogo ha pasado al neurólogo y al médico internista.
“Empezaron los síntomas neurológicos, las pérdidas de memoria. Estaba desubicada, me echaban la bronca en el trabajo. Tenía dificultades para decir palabras y espasmos musculares. Me hacen pruebas, me mandan de urgencias para descartar una trombosis porque me da un valor de coagulación altísimo. Me mandan a neurología y dicen que estoy perfecta”.
Asegura que la mayoría de médicos han visto una posible relación con la vacuna. De hecho, la recomendaron paralizar la segunda dosis.
Marta, que también forma parte del grupo de Whats App de afectadas por la vacuna, ha recopilado diferentes investigaciones que vinculan sus cuadros clínicos con el covid persistente o Long Covid, enfermedad que atraviesan aproximadamente el 10% de individuos con antecedentes de haber pasado la infección por SARS-CoV-2.
Entre ellos destaca un artículo publicado en la revista Science titulado “En casos raros, la vacuna contra el covid-19 puede producir síntomas de Long Covid”. En él se explica que el National Institutes of Health (NIH), en Estados Unidos, ya anda tras la pista.
“Los síntomas son muy similares a los de los pacientes con covid persistente post infección. Astenia, niebla mental, dificultad para respirar, poca tolerancia al ejercicio, síntomas dermatológicos, neurológicos, dolor, hormigueos”, afirma el doctor Mera, presidente de CIR Long Covid.
Los síntomas más comunes del covid persistente casan muy bien con el cuadro clínico de las afectadas por la vacuna. En España, el Centro de Investigación y Difusión del covid persistente, CIR Long Covid, ya prepara ensayos clínicos al respecto.
Lo confirma el médico Francisco Mera Cordero, su presidente. “Los síntomas son muy similares a los de los pacientes con covid persistentes post infección. Astenia, niebla mental, dificultad para respirar, poca tolerancia al ejercicio, síntomas dermatológicos, neurológicos, dolor, hormigueos”, relata.
Mera asegura que, si bien es necesario investigar el desencadenante, todo cuadra con una respuesta inmunitaria disfuncional, mediada por la proteína S, la proteína de la espícula, situada en la cubierta del virus.
Esta es la proteína que se inocula en el cuerpo con la vacuna, bien mediante fragmentos de ARN mensajero (Pfizer y Moderna) o bien mediante un vector viral atenuado (AstraZeneca y Janssen). Después de la vacunación, las células comienzan a producir las partes de la proteína de la espícula. Esto hace que el organismo produzca anticuerpos y, en estos pacientes, lo haría de manera descontrolada.
“A veces la respuesta inmunitaria no es apropiada y muy probablemente inducirá una hiperestimulación con autoinmunidad cruzada”, asegura Mera. Esto puede ocasionar que los anticuerpos ataquen a células sanas del cuerpo y se desencadena lo que se conoce como reacción autoinmune.
Desde el CIR Long Covid han detectado pocos casos, algunos con síntomas asociados a la vacunación desde marzo de 2021. Quieren conocer sus causas para buscar la solución a la dolencia de estos pacientes, por lo que tienen en mente realizar estudios clínicos donde una de las ramas sean pacientes con clínica de covid persistente post vacunal.
Sin diagnóstico en papel
Yolanda A. L. es profesora de Educación Infantil en Valencia. Tiene 44 años y lleva desde abril del año pasado de baja. El 27 de marzo le pusieron una dosis de AstraZeneca. Desde entonces no ha hecho más que coleccionar síntomas.
“Tras los primeros síntomas considerados normales, tuve tres días sin nada. Al quinto día empecé con taquicardias, mareos, ahogos. Empezaron mis visitas a urgencias. He pasado por fases de parestesias, de dificultad motora, mareos, fatiga muscular, lapsus de memoria y desorientación. Algunos días he temido no despertarme de las sensaciones tan extrañas que tenía. Hoy sigo igual, no puedo ni tender la ropa”.
“En el hospital me trataban como histérica, sugestionada, me llegaron a decir que había leído mucho. Me mandaron antidepresivos y para casa. En la primera quincena de abril me da la primera bradicardia, una bajada de pulso hasta 38 pulsaciones”
Igual que con Estrella o con Marta, los médicos recurrieron al recurso de los problemas mentales como desencadenante. “En el hospital me trataban como histérica, sugestionada, me llegaron a decir que había leído mucho. Me mandaron antidepresivos y para casa. En la primera quincena de abril me da la primera bradicardia, una bajada de pulso hasta 38 pulsaciones”, explica quien no vio más salida que acudir a médicos privados y buscar otras alternativas.
Belén, que ofrece nombre ficticio ante la incredulidad que le rodea en su trabajo, es sanitaria en Euskadi. Muestra como, en su caso, durante una visita a la médica de cabecera se recoge en el informe “reacción a la vacuna” como diagnóstico.
“Me vacuno en marzo, a la media hora de ponerme Pfizer tengo visión borrosa, sensación de mareo y nauseas. Llego a casa y no recuerdo cómo. Me caí en el sillón y me quedé dormida. Me despierto a las tres horas y no me puedo poner de pie, agarrada por las paredes. Me fui a la cama hasta el día siguiente. Y ya nunca volví a ser la misma”.
Aquel fue el inicio de una cascada de síntomas que han convertido su vida en un ir y venir de consulta en consulta, la mayoría de la privada, ante las listas de espera y la poca recepción que ha tenido su caso en la pública.
“A las personas a las que nos ha sentado mal la vacuna nos han dejado solas. O nos diagnostican de ansiedad para quitarse el muerto de encima”
“Llevo once meses sin diagnóstico, sin tratamiento y no viviendo, sobreviviendo”, asegura Belén. “A las personas a las que nos ha sentado mal la vacuna nos han dejado solas. O nos diagnostican de ansiedad para quitarse el muerto de encima. Y qué casualidad que lo que tenemos en común todas es que nos han vacunado y que casualidad que todas estamos con ansiedad”.
Más investigación
“Varios médicos me han dicho que mis dolencias pueden ser por la vacuna, pero sobre el papel nunca ponen nada. Hay una especie de tabú o de miedo a reconocerlo”. Patricia, una joven almeriense de 30 años, y afectada tras la primera dosis de AstraZeneca, resume así su recorrido por consultas públicas y privadas.
“Tras la vacuna, primero tuve la garganta dormida durante dos días. Después dolor de cabeza y mareos durante un mes, mes y medio. Después dolores de piernas e hinchazón, quemazón y todo tipo de sensaciones desde marzo hasta agosto. Después molestias y dolores en el bajo vientre y vejiga”. Por este dolor estuvo de baja dos meses.
“Soy profesora y estaba impedida para estar de pie”, asegura. Hace cuatro semanas se contagió por covid y las molestias en la vejiga y los dolores en las piernas se recrudecieron. “Hay algo en el virus que a mí me hace reaccionar así”, concluye mientras espera un diagnóstico.
“Entendemos que la vacuna se ha realizado en un contexto de guerra para salvar vidas pero el contexto ha cambiado, la muestra de población en la que se ha inyectado las vacunas es mayor y hay efectos que no se tenían en cuenta”
“Nosotras lo que pedimos es que se investigue” expresa Estrella que hoy empieza a superar sus problemas cognitivos aunque continúa con los físicos y arrastra un microtrombo.
“Entendemos que la vacuna se ha realizado en un contexto de guerra para salvar vidas pero el contexto ha cambiado, la muestra de población en la que se ha inyectado las vacunas es mayor y hay efectos que no se tenían en cuenta, que no han salido hasta el momento. La vacuna se testó pero con una muestra de gente mucho menor. Queremos que evalúen la vacuna para mejorarla”, sentencia.
“Siento que tengo que estar hilando muy fino porque al decir públicamente que me fui a vacunar y me enfermé me meten en un saco en el que yo no estoy. Yo no digo que la vacuna sea mala, no tengo evidencia científica para poder afirmarlo. Tampoco la hay para que yo enferme a raíz de la vacuna. Pero somos unas cuantas y queremos salir del sótano”, sentencia.
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