Cursó la carrera de Física en Sevilla y amplió estudios en Copenhague (Dinamarca), a donde se trasladó a comienzos de los años 70 con su mujer, María, y sus dos hijos, Luis y Patricia. Con el doctorado en el bolsillo, comenzó una impresionante carrera investigadora que desplegó durante toda su vida hasta el mismo día de su muerte.
Adscrito al departamento de Física Atómica, Molecular y Nuclear, repartió su vida entre la docencia en la Facultad y la investigación pura, dejando una honda huella en sus alumnos.
Al cumplir la edad de la jubilación, con 70 años, siguió vinculado al mundo universitario a través de la condición de emérito, que este año se le agotaba.
En la actualidad, participaba en un proyecto de investigación macroestadística basada en grandes datos del Servicio Andaluz de Salud sobre los antecedentes y causas para prever una repetición de accidentes cerebrovasculares en pacientes de ictus.
Nunca cobró nada por trabajos de asesoramiento. Su sueldo fue
siempre y únicamente el que recibía de la Universidad de Sevilla, una
institución que se resistió a abandonar y en la que sirvió como emérito
hasta su fallecimiento
De amplias inquietudes intelectuales, su saber no se limitaba a su especialidad, sino que sentía curiosidad por muchos y variados campos del saber, en la frontera entre la filosofía, la ciencia y hasta la teología. La notación matemática era su antídoto contra el conocimiento especulativo. Contagió la pasión por los números primos a cuantos encandilaba con sus reflexiones, pero sobre todo con sus silencios.
Estaba empeñado en elevar el nivel académico de la Universidad. Lo hizo desde dentro, como decano de Física y muchos años como miembro del claustro de la Hispalense, siendo muy crítico con lo que él entendía como cooptación en la renovación de la cúpula rectoral. Durante toda su vida empeñó su independencia en defender sus ideas, abierto siempre al fructífero intercambio con quien se las rebatiera.
Abominaba del compadreo y las camarillas que a menudo acompañan la vida interna de los departamentos universitarios y soñaba con despojar a la Universidad de adherencias políticas para hacer simplemente ciencia elevando el nivel de exigencia con todos sus estamentos tomando como ejemplo las grandes instituciones europeas como el Imperial College de Londres con cuyos colegas mantenía fluidos contactos académicos. Ello le llevó a participar en cuantas iniciativas de análisis y prospectiva iban encaminadas a este fin.
Estuvo a punto de enrolarse en el Ejecutivo del cambio de Juanma Moreno en Andalucía como secretario general de Universidades en el equipo de Rogelio Velasco, pero finalmente la oferta que le había planteado el consejero nunca se materializó sin mediar explicación alguna.
Con anterioridad, se había involucrado en la plataforma 'Andaluces por el cambio' que había organizado Javier Arenas como brazo instrumental del PP en su tarea de acercamiento a la sociedad andaluza. Ello le granjeó no pocos sinsabores por cuantos no entendían la trayectoria vital que le había llevado a abrazar postulados de la derecha. Pero siempre se guió por la independencia de criterio y la amistad por encima de cualquier otro valor.
En su juventud se le despertó su vocación por la justicia social que le llevó a comprometerse con la izquierda antifranquista y a militar en el Partido Comunista de Andalucía en cuyo comité central llegó a sentarse. Rompió amarras con ese pasado a principios de este siglo a raíz del apoyo de Izquierda Unida a la rama política de ETA.
Le sobreviven su madre, su mujer María, sus hijos Luis y Patricia, cuatro de sus hermanas y sus tres nietos.
Su esposa María Asunción Muñoz, bióloga y catedrática, también ha desarrollado toda su carrera docente e investigadora en la Universidad de Sevilla.
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