Nos acercamos al día ‘D’, día dos de marzo del desembarco de Pedro
Sánchez en la sesión de investidura. Esa cabeza de playa por la que se
llega a la Moncloa y que llena está de flores y cámaras de la televisión
que Patxi López le ha preparado a su compañero para que disfrute en
exclusiva de una gloriosa tarde parlamentaria y se luzca al anunciar el
que será ¡el nuevo gobierno del cambio!
E incluso alguna notoria novedad como podría ser el nombre de su
ministro de Exteriores que podría ser el gran otanista y ‘fabiolillo de
Bruselas’, Javier Solana. Quien a su vez será el hombre espía de Felipe
González en ese Gabinete soñado por Sánchez y al que, al día de hoy,
solo le faltan 45 escaños para lograr la mayoría de la Cámara.
En la vicepresidencia primera se espera a Albert Rivera que ya dijo,
en el día ‘histórico’ de la firma del pacto que está dispuesto a entrar
en dicho Gabinete de Sánchez. Y naturalmente cabe imaginar que eso no
será en condiciones peores o inferiores a las que se suponía que Sánchez
le iba a conceder a Pablo Iglesias.
O sea, mucho criticar Rivera el ansia de sillones de Podemos y
resulta que al final él también quiere su vicepresidencia y su sillón
con el CNI, el BOE, el CIS e imaginamos que la fiscalía anti corrupción y
cosas de ese estilo. En todo caso lo que parece claro es que a Luena le
va a tocar ser ministro de Agricultura.
Bueno, hemos empezado la casa del gobierno por el tejado del reparto
de ministerios y la verdad es que todavía no tenemos investidura. Y lo
que es peor por el flanco derecho ya sabemos que Rajoy votará que no
porque, y en eso le vamos a dar la razón, no es posible que el PP vote a
favor de Sánchez cuando acaba de anunciar que su investidura es para
expulsar a Rajoy de la Moncloa. Y claro eso es mucho pedir, aunque el
encargado de dicha petición sea Albert Rivera, que ha querido tomarle el
pelo a don Mariano.
O sea, 123 escaños del PP que se esfuman a favor del no. Pero Sánchez
no descarta embaucar a Pablo Iglesias y al menos lograr la abstención
de Podemos y sus 65 diputados, más los de IU y Compromis. Aunque por el
momento eso no va a ser así porque Iglesias y sus aliados también le han
dicho que no a Sánchez y Rivera.
Pero el líder del PSOE, al que se le empiezan a sublevar barones por
causa de su pacto para eliminar las diputaciones, confía en su encanto
personal y su dialéctica para que el gran jefe indio Coleta Morada le
conceda la abstención.
Difícil lo tiene el tal Sánchez, y basta ver los efectos que su pacto
con Podemos está causando en otras latitudes como Castilla La Mancha
donde los podemitas del lugar amenazan con retirarle el apoyo a su
presidente García Page, que es del PSOE, si Sánchez mantiene su pacto
con Ciudadanos.
O sea que si en el ala derecha Sánchez lo tiene crudo con Rajoy, por
el flanco zurdo de la política Iglesias también mantiene su oposición y
no parece que se vaya a amilanar por el discurso de Sánchez. Más bien al
contrario Iglesias sabe que su discurso, muy esperado, será la gran
atracción del debate de investidura, como lo fue en pasados debates
electorales por televisión.
En cuanto a Rivera, pues poco se puede decir salvo que su empeño en
convencer al PP de que se autoexpulse de la Moncloa para colocar en su
lugar a Sánchez solo tiene una explicación: que Rivera teme que, si
Sánchez fracasa en la segunda votación de investidura del día 4, a
partir de ese momento el PSOE intentará otro pacto de gobierno con
Podemos, lo que dejaría a Ciudadanos en pésima situación.
Bueno, esto solo son unas pinceladas del gran espectáculo que se nos
viene encima a partir del martes. El que sin duda no tiene parangón
porque nunca hemos visto en el Congreso un debate ‘a cuatro’ en vez del
tradicional debate ‘a dos’. Y mucho tememos que no va a ser un debate de
cortesía y guante blanco sino a cara de perro y con mucha tensión.
(*) Pseudónimo de un veterano periodista cordobés
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