Cumpliendo con su deber de minucioso
analista, Palinuro se tragó ayer los 66 folios del acaramelado pacto
entre el PSOE y C's. Con un sentimiento creciente de futilidad porque Pacto para un gobierno de cambio y progreso
creo que lo llama Pedro Sánchez, que cada vez se parece más a Roberto
Alcázar y Rivera se parece a Pedrín, los dos héroes de los cómics fachas
de la postguerra. Como lo podía llamar Reprimudio porque no
tiene la menor posibilidad de servir de base a gobierno alguno. Y como
no sirve para nada y tiene exactamente hasta el próximo 6 de marzo de
vida, los autores no se han esforzado mucho. Esas ristras de palabras vacías y expresiones convencionales, mil veces
leídas en programas y folletos, no solamente no quieren decir nada sino
que no sirven para nada.
Ni mucho ni poco: nada. Es
sorprendente por desmesurada la reacción que ha provocado cuando es un
texto tan plano y vacío como las cabezas de sus autores en donde lo más
importante no es lo que se dice (que no se dice nada) sino lo que no se
dice. Porque lo que queda claro tras leerlo es que adiós a la abolición
de las reformas laborales; adiós a la abolición de la LOMCE; adiós a la
de la Ley Mordaza. Es lo de siempre con estos seudoliberales y
seudoprogresistas españoles: la derecha comete un abuso, una demasía,
una canallada a lo bestia, de un solo golpe, y luego llegan los progres y
le liman las uñas porque no se atreven a abolirla. Forma parte de la
histórica desgracia de este pobre país.
Este
pacto es una bobada hecha con palabrería de vendedor de parcelas
urbanizables porque los autores saben que en primera y segunda votación
de investidura, PP, Podemos, los catalanistas y el resto de fuerzas
políticas (más de 200 escaños) votarán que "no" (y harán muy bien) y ahí
se habrá acabado la corta vida del pacto. Por supuesto, en estos días
se oirán muchas voces dispuestas a defender lo que haga su partido,
aunque sea el hara-kiri. Muchos hablarán de la pinza PP-Podemos que
votarán juntos. Y así será. Y pinza será. De hecho, Anguita, el inventor
de la primera, estaba ayer resplandeciente detrás de Garzón, como padre
putativo de la criatura. Solo que, esta vez, el voto conjunto en contra
del PP y Podemos no es pinza sino respuesta adecuada al intento de
estos dos meritorios de hacerse notar como sea, incluso a base de
engañar a la gente.
En
realidad la única finalidad de este intercambio de cromos es poner en
marcha el reloj de las elecciones, hasta la fecha parado por la curiosa
laguna legal encontrada en el procedimiento del art. 99 CE respecto a
los plazos. Cuando Sánchez haya recibido el primer "no" el dos de marzo y
el segundo "no" 48 horas después, el 6 de marzo comenzarán en serio las
negociaciones, para las que los diputados tienen dos meses, antes de
que, si tampoco hay nombramiento, el dos de mayo queden disueltas las
Cortes y convocadas nuevas elecciones automáticamente, que se celebrarán
en junio.
Es
decir, ya estamos como los catalanes después de las elecciones del 27
de septiembre. Hablando de los catalanes debe observarse que en lo único
en que este remedo de pacto es taxativo, rotundo y sin fisuras es en
negar toda posibilidad de referéndum catalán. Casi parece un pacto
anticatalán. Y algo de eso tiene porque es resultado de dos fervorosos
nacionalistas españoles: Rivera, hijo espiritual de José Antonio Primo
de Rivera, y Sánchez, hijo espiritual de Alfredo Pérez Rubalcaba.
En
esos dos meses puede pasar de todo. Entre otras cosas, que el
Parlamento recupere algo de su perdida dignidad y tome sobre sí la tarea
de buscar un candidato que reúna los apoyos necesarios y que esa tarea
recaiga sobre el presidente de la Cámara, López, que tendrá que
trabajarse el sueldo. El PP puede seguir proponiendo a Rajoy o a lo
mejor prefiere cambiar, pudiendo elegir no solo entre sus diputados sino
entre personas que no lo sean. Y lo mismo los demás, incluido el PSOE.
Pudiera ser que este deseo de ser útil a la mecánica de la investidura,
acabe costándole el cargo a Sánchez si sus propios compañeros lo
consideran caballo perdedor, como lo es el Sobresueldos.
Incluso
podría encontrarse un candidato de consenso para un gobierno de
izquierda con PSOE, Podemos, IU, Compromís, como Palinuro lleva meses
proponiendo. En todo caso, abriría un periodo nuevo en que el debate
podría salir a la calle y no quedar reducido a los cenáculos en donde
los políticos profesionales hacen sus chanchullos.
Ese
gobierno de izquierda requeriría un replanteamiento realista de la
cuestión catalana. Es absurdo que el PSOE se cierre en una posición
autoritaria de carácter reaccionario (PP) o neofalangista (C's), en
lugar de abrirse a nuevas formas de enfocar el sempiterno problema de
España. Porque no debe caber duda a nadie: el problema de España es
Cataluña y Cataluña es quien viene condicionando la política española de
los últimos tiempos como, en realidad, es la que explica en buena parte
ese pacto efímero entre PSOE y C's. En ese nuevo enfoque habrían de
estar los independentistas catalanes. Para Palinuro, lo razonable sería
convocar ese referéndum que países democráticos y civilizados como el
Canadá y Gran Bretaña han convocado, en lugar de oponerse a él por pura
imposición autoritaria con claras reminiscencias fascistas.
También
se abre la posibilidad de una gobierno de gran coalición, sobre todo si
no es presidido por Rajoy. Posibilidades aritméticas hay más que del
gobierno de izquierdas, aunque ideológicas debieran ser menos. Las
grandes coaliciones no son infrecuentes en Centroeuropa. Ahora mismo hay
una en Alemania y no parece que sean desastrosas. En el caso de España,
sin embargo, resultan más problemáticas porque la derecha española no
es democrática como sí lo son las derechas europeas, incluida, por
supuesto, la alemana. La razón es muy simple: las derechas europeas se
ganaron los laureles democráticos luchando contra el fascismo en los
campos de batalla. La derecha española es la heredera del fascismo
triunfante. Solo por eso es de higiene democrática no pactar con esa
derecha nacionalcatólica, cavernícola, autoritaria, antipopular y
corrupta.
Dos
meses dan para mucho y las combinaciones posibles son muy diversas. A
lo mejor en dos meses las izquierdas españolas superan su incompetencia y
consiguen gestionar la victoria que obtuvieron el 20 de diciembre y
alumbran un gobierno que sea de verdad de cambio y progreso y no ese
placebo que firmaron ayer los dos políticos del quiero y no puedo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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