MADRID.- El profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago de
Compostela y director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental,
Carlos Ruiz Miguel, explica en una entrevista al periódico La Razón cómo cambiará la situación en Argelia el hecho de que haya fallecido el
hombre fuerte del Gobierno, el General Gaid Salah, y cuáles serán los
retos que debe encarar el nuevo Gobierno.
¿Cómo cambia la situación en Argelia ahora que el General Gaid Salah no está?
Creo
que no va a haber un cambio sustancial porque el general no actuaba en
nombre propio. Cuando él toma el poder como el militar de más alto rango
para destituir a Buteflika no actúa en nombre propio sino que él era el
representante. En ese sentido, no creo que haya un cambio dramático.
¿Ha sido muy alabada
la capacidad del general Salah para enfrentar las protestas sin caer en
la “represión”, ¿su sustituto puede ser diferente?
Mi
impresión es que no. Salah era la cara visible, pero su poder no era
tan extenso, él no era quién tomaba todas las decisiones. Es verdad que
la participación ha sido escasa, no ha llegado ni a la mitad del censo.
Esto nos muestra una gran desafección con las instituciones. Pero hay
una gran parte de la población que sí quiere darle una oportunidad a
esta transición. En este momento lo que estamos esperando es saber qué
decisiones tomará el nuevo presidente electo. La población está a la
expectativa de las medidas que se puedan ir tomando.
¿Qué puede hacer el nuevo mandatario para congratularse con los manifestantes?
La
tarea que tiene por delante no es nada fácil. Aunque la situación de
Argelia podría parecer ventajosa en estos momentos porque la explotación
del petróleo está a un precio relativamente alto, el reto que tiene que
encarar para diversificar la economía no va a ser nada sencillo. En la
época anterior hubo intentos de ampliar la economía hacia otros
sectores, como el automovilístico pero no dieron los resultados
esperados, al igual que la industralización del país, a menudo lastrada
por los casos de corrupción y por una legislación muy estricta.
También
se intentó recuperar el campo, que era la principal riqueza en la época
francesa, ahora está en una situación muy precaria. Para que estos
tengan futuro es necesario tomar una serie de medidas orientadas a
cambiar el sistema productivo. Y es que, el modelo económico se ha
basado en las rentas del petróleo. Habrá que ver qué planes económicos
tiene el nuevo presidente y cómo se ejecutan.
Este me parece un reto más
importante que el reto del sistema político, un aspecto donde también
hay mucho que hacer: hay un estado con una burocracia muy pesada
heredera de la etapa socialista, y crear empleo en un país donde se vive
de las rentas petrolíferas es un reto muy complicado. Un desafío que se
ha sorteado, normalmente, con subvenciones y con la creación de nuevos
puestos administrativos.
En ese sentido, la Administración es muy
pesada, y convendría agilizarla bastante. El sistema político
-esencialmente- no tiene porqué cambiar mucho, con la normativa actual y
sin cambios sustanciales el modelo puede funcionar.
¿Una reforma de
grandes recortes en el tamaño del Estado, y la reestructuración del
modelo económico en una población que ya está muy a disgusto con sus
instituciones, no podría generar una crisis mayor?
Claro,
ese es el reto. El cómo solucionar esta crisis sin provocar una crisis
aún mayor. El asunto fácil no es, lo cual no quiere decir que sea
imposible. La tentación es, naturalmente, no hacer nada y continuar con
el mismo sistema.
Pero este sistema va lastrando a la población. Por
ejemplo, un gran problema es el de que si alguien quiere emprender una
iniciativa económica privada, tiene que pasar unos trámites
administrativos que daban pie a la interferencia de agentes corruptos,
lo que acaba por disuadir al emprendedor.
¿Hay consenso en la clase política argelina, no solo en el diagnóstico, sino también en el tratamiento del problema?
Creo que hay una
sensación de que es necesario hacer algo. No tengo tan claro que
coincidan en qué es lo que hay que hacer. Lo que procede ahora es
-evidentemente- la apertura de un gran debate público para ver cuál
puede ser la respuesta de la población a las distintas iniciativas que
se vayan promoviendo.
El nuevo Gobierno tiene que ganarse la relativa
confianza que ha obtenido de parte de la población y del Ejército. Hasta
ahora un factor que ha amortiguado las protestas ha sido el miedo al
retorno del islamismo, qué es un miedo que sigue presente, sobre todo a
la vista de lo que ocurre en Libia por ejemplo.
Este tipo de riesgo, de
volver a una guerra civil es un revulsivo. La única vía que tiene el
Gobierno es empezar a depurar los comportamientos corruptos y empezar a
diversificar la economía, porque la situación actual, a medio-largo
plazo es insostenible. Y una repentina bajada del precio del petroleo
tendría un efecto demoledor.
¿Las protestas pueden verse impulsadas?
Nunca
se sabe, pero yo creo que no. Creo que lo que la gente está esperando
es ver que medidas propone el nuevo Gobierno, y en función de eso las
manifestaciones irán a menos, o irán a más. Por ahora hay que esperar.
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