El político conservador se compromete a intentar mantener la “libertad” recuperada en julio, cuando se levantaron prácticamente todas las restricciones sociales, pero ha advertido a los ciudadanos de que habrá sobre la mesa un “plan B” por si la situación se complica. “Tenemos ahora mismo una de las sociedades más libres y una de las economías más abiertas de Europa”, ha dicho Johnson.
Las medidas de reserva expuestas por el Gobierno no son necesariamente drásticas. De hecho, supondrían alinear las reglas del Reino Unido con las que ya se aplican, o se prevé aplicar, en otros países de Europa.
Por ejemplo, Downing Street ha descartado, de momento, exigir pasaportes de vacunación (o certificados de inmunidad) para poder acceder a restaurantes, bares o clubes nocturnos. Pero ha advertido a todos estos negocios de que deben preparar la logística necesaria para el caso de que finalmente se imponga esa exigencia.
“Porque en la situación actual, son los pequeños cambios como ese los que pueden marcar la diferencia”, ha justificado Johnson.
Algo similar sucede con el uso de mascarillas. Desde mediados de julio, su uso ya no es obligatorio en espacios cerrados. Solo algunas “jurisdicciones” han decidido imponer la medida por su cuenta y riesgo. Es el caso del transporte público —metro y autobuses— de la ciudad de Londres. Pero ni siquiera en esos espacios se observa una aplicación estricta de la norma. El Gobierno de Johnson advierte ahora de que no dudará en imponer la obligación a lo largo del invierno, si lo considera necesario.
Finalmente, el Ejecutivo británico sugiere que podría volver a recomendar como opción prioritaria el teletrabajo, a pesar del mensaje reiterado en las últimas semanas de que es aconsejable regresar ya a la oficina.
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