Siempre me he preguntado por el sentido existencial que tiene
en mi vida el hecho de haber nacido y vivido la mayor parte de mi
vida a orillas del mar Mediterráneo, aparte de ser un buen nadador y
comedor de pescado. Siempre me he sentido diferente a las personas
de secano, de tierra adentro, por lo que estoy convencido de que
haber nacido en la orilla del Mare Nostrum imprime carisma como el
sacerdocio.
No soy ladrón, ni embustero, ni me gusta el vino ni el juego, ni
tengo alma de marinero. Quizás un poco de lo último, pero me
mareo cuando subo a un barco, a pesar de que mi padre fue
pescador deportivo con una gran lancha propia. Cada vez que lo
acompañaba a alta mar, tenía que atiborrarme de Biodramina, y aún
así me ponía amarillo del mareo, y el mundo me seguía dando
vueltas cuando llegaba a tierra.
GEOGRAFÍA
El mar Mediterráneo está rodeado por la región comprendida entre
Europa meridional, Asia Occidental y África septentrional. Fue
testigo de la evolución de varias civilizaciones como los egipcios,
fenicios, hebreos, griegos, cartagineses, romanos, etc. Sus aguas
bañan tres penínsulas del sur de Europa (Ibérica, Itálica y
Balcánica) y una de Asia (Anatolia).
El mar Mediterráneo se encuentra localizado en zonas templadas y
subtropicales. Está rodeado por tierras continentales de amplia
extensión, dotándolo de una climatología propia caracterizada por
veranos muy cálidos y secos, inviernos moderados y un periodo
que concentra buena parte de las lluvias durante la primavera.
Yo vivo en el mar de Alborán, que es la parte más
occidental del mar Mediterráneo. Tiene por límites: al norte, la
costa peninsular de España; al sur, las costas africanas de
Marruecos, España -por Ceuta, Melilla, Chafarinas, Alhucemas y Vélez
de la Gomera- y Argelia; al oeste, el estrecho de Gibraltar, que lo
conecta con el océano Atlántico; y al este, en general, una línea
imaginaria que va desde el cabo de Gata (Almería), en España, hasta
el cabo Fegalo, en Argelia, al oeste de la ciudad de Orán. Mi ciudad
fue llamada Portus Magnus o Puerto Grande por los romanos.
Precisamente el volcán submarino más conocido del mar de
Alborán, es el banco de Chella o “Seco de los
Olivos” que está situado frente las costas de
Almería. El mar de Alborán es una zona de transición entre
dos mares, siendo una mezcla de ambos ecosistemas. Es el
hábitat de la mayor población de delfines nariz de botella
del Mediterráneo occidental, el hogar de la última población de
marsopas comunes del Mediterráneo, y el más importante campo
de alimentos de tortugas marinas de Europa.
CULTURA
El Mediterráneo es muchas cosas, pero sobre todo Cultura con
mayúscula. Siempre ha sido cuna de artistas, filósofos,
místicos, científicos, poetas, escritores y hasta periodistas como
yo. Muchas grandes civilizaciones del mundo nacieron a
orillas de este mar y las tres grandes religiones se bañaron en
sus costas. Algo debe tener el agua cuando la bendicen. Tartesos,
etruscos, fenicios, hebreos, cartagineses, hititas,
egipcios, griegos, romanos, turcos, iberos y hasta atlantes.
Todos hemos sido hijos de este bendito mar.
Las personas del Mare Nostrum somos de fuego, atemperadas por
el agua del mar. Somos muy emotivos, pero no nos avergonzamos
de manifestar nuestros sentimientos como los británicos. También
somos profundos como el mar. La mafia siciliana fue la parte
oscura del Mediterráneo, igual que las guerras de religión que aquí
se libraron, pero también tiene otra parte muy luminosa que es su
verdadera identidad.
Los hippies buscaron el Mediterráneo en Ibiza, y el
turismo moderno en las islas griegas, porque aquí existe un
ambiente de saber vivir y gozar de la vida con las cosas sencillas
como la gastronomía. Yo reinvindico la Costa de Almería, que
este año se ha convertido en capital española de la gastronomía.
Los hippies venían a Ibiza a contemplar una puesta de Sol frente
al mar y el espectáculo los dejaba anonadados. Es imposible
ser ateo después de emocionarse con esta belleza natural. ¡Qué
grande eres Dios mío!
Los caballos se marean cuando contemplan el deslizamiento incesante
de las olas del mar sobre la arena de la playa, pero este espectáculo
también invita a reflexionar sobre la transitoriedad de la
existencia explicada por Buda en su doctrina de
la impermanencia y expresada magistralmente por el poeta Antonio
Machado: “Caminante no hay camino, sino estelas en la mar.”
Pero el Mediterráneo también tiene su parte de tragedia griega por
la gran cantidad de pobres emigrantes africanos que naufragan en sus
aguas cuando intentan llegar a Europa.
ESTILO DE VIDA
Estados Unidos quiere imponer a todo el mundo el estilo de vida
americano, pero yo reivindico sobre todo el estilo de vida
mediterráneo, que es mucho menos neurótico. Aquí sabemos
vivir, comer, trabajar y hasta descansar con buenas siestas, sin
prisas ni estrés. No hace falta irse a una isla perdida en los mares
del sur para encontrarlo, porque aquí lo tenemos.
Nacer aquí no es algo ni superior ni inferior, sino algo
inevitable. “¿Qué le vamos hacer si yo nací en el
Mediterráneo?” Es el sentido del destino inevitable de las
cosas que se halla en la tragedia griega o en el fatalismo del Islam.
Pero también hay otro sentido de lucha y creatividad, porque
el Mare Nostrum ha sido la cuna de la civilización y de los
derechos humanos, además de semillero de artistas.
La historia de la Humanidad es fascinante, y parte de ella se
desarrolla frente a las olas del mar Mediterráneo. Este crisol de
culturas nos ha dado tolerancia, compasión, tomarse la vida con
filosofía, y sobre todo amor y pasión, mucho amor.
Pero voy a dejar de generalizar para resumir mi experiencia. Para mi,
personalmente, el Mediterráneo es una creatividad extraordinaria,
una imaginación desbordante, y un sentido místico de la existencia.
Quizás la vida me haya colocado en este mar para que aprenda a ser
un poco menos serio, porque en el Mediterráneo hay mucho
amor, vida, risa y fantasía, y sobre todo una
celebración de la vida constante.
(*) Periodista
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