Valencia no sólo es la primera comunidad autónoma de la historia cuyo presidente será juzgado ante un jurado popular, acusado de aceptar sobornos. También es la autonomía más endeudada: debe el 17,2% de su PIB, 17.600 millones de euros.
O la región europea con la entidad financiera que peor nota ha sacado en los test de estrés de la banca, sólo por detrás de Grecia. Hablo de la Caja Mediterráneo, la CAM, que ha suspendido este último examen con un 3. Sólo el ATEbank griego tiene una nota peor.
A la hora de buscar culpables de la delicada situación de la CAM, conviene recordar que esta caja, que tanto depende del poder político regional, no sólo ha comprado parte de los bonos que emite la comunidad para financiar su deuda, sino que también ha pagado faraónicos proyectos de la Generalitat Valenciana, como la Ciudad de las Artes y las Ciencias o el ruinoso parque Terra Mítica. Aunque el mayor agujero de la CAM está en el ladrillo feroz.
En 2009, el Parlamento Europeo aprobó una dura resolución, el informe Auken, que describía el urbanismo valenciano como una “forma endémica de corrupción” que ha creado un modelo de desarrollo movido por “la avaricia y la conducta especulativa de algunas autoridades locales y miembros del sector de la construcción”.
Cuando la burbuja estalló, las dos cajas valencianas, CAM y Bancaja, pagaron gran parte de los platos rotos en Seseña, en Martinsa Fadesa, en Polaris World o en Astroc. Entre los exdirectivos de Astroc, hay un nombre que resalta rutilante sobre los demás: Estrella Camps, hermana de Francisco Camps.
Evitar la quiebra de la CAM nos va a costar a los españoles 2.800 millones de euros del fondo de rescate. Es el doble de lo que se ahorró al congelar las pensiones. Tres o cuatro trajes, nada más.
(*) Periodista
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