Pamblanco ha inaugurado esta noche en Alicante otra nueva exposición, la trigésima, en la sala 'La Decorada' de la calle Maestro Bretón, que significa un nuevo giro en su tendencia dentro de una evolución con la que nos sorprendió en la anterior de 2008 en Campello por su apuesta sobre una vanguardia, con la que no terminábamos de identificarlo, pero que tenía mucho que ver con los estadios más avanzados de la pintura en nuestro país en cuanto a combinaciones, disposición y cromatismos.
El pintor de esta noche -la exposición sabe a poco pero la sala no permite mucho más- vuelve algo sobre sus anteriores últimos pasos sin llegar a la regresión y nos muestra su estilo más definitorio aunque un peldaño más arriba al profundizar y consolidar su dominio sobre una obra que lo distingue claramente de otros artistas, como no puede ser de otra manera para consagrar la propia subjetividad creativa.
El Pamblanco de esta muestra nos recuerda al de siempre, al pintor ya muy evolucionado dentro de una estilística que le es propia y que le ha situado al frente del escaso grupo cotizado de pintores alicantinos de comienzos del siglo XXI, quizá porque no abusa para nada del tan socorrido recurso de la luz, como la mayoría de pintores en esta tierra.
Tener hoy un 'Pamblanco' debiera ser casi obligado para nuestras clases ilustradas por lo que significa de reconocimiento en un doble sentido: constatación de que se legitima toda una trayectoria y, desde el estudio, que se ofrece algo realmente singular y de bastante valor añadido amén de irrepetible cuando pase el momento.
Bien es cierto que Pamblanco suele tener su obra colocada antes de darla a conocer en sus últimas expresiones, sobre todo cuando mantiene y profundiza su estilo habitual, pero no lo es menos que últimas generaciones de potenciales clientes-admiradores necesitan conocerlo un poco más para valorarlo y sintonizar sobre una necesidad de poseer expresión de uno de nuestros pintores más excelsos de este momento histórico local aunque el conjunto de su plasticidad no refleja una visión para nada localista.
La muestra recién inaugurada vuelve a sus bodegones, hiedras, al ocre, al pastel, al añil, a la luz perfectamente equilibrada, a sus encuadres, a la impresión de colores alegres sin percibirlos excesivamente vivos sino más bien graduados para una percepción visual que resulta de lo más agradable a quien tenga que convivir largo tiempo con ellos y así evitar el cansancio y hasta la devaluación espiritual del cuadro.
Los dos ejemplos que aquí reproducimos dan la medida de los tres o cuatro enfoques del conjunto desvelado esta noche última de abril y prueban que Pamblanco sigue una trayectoria ya muy madura y que le permite probarse para autocomprobar que su solidez como creador no lo encasilla sino que le autofirma en el género al margen de la opción propia de su línea.
Pero en sentido simbólico se puede decir que en 'La Decoradora' Pamblanco ha vuelto a la senda de los elefantes aunque más allá del punto donde momentáneamente la dejó en una incursión-reto de verificación de otras posibilidades que prueban su no encasillamiento y confirman que todavía le quedan elecciones para ir perfilando una obra que, como se ve, no baja de cota y está en su mejor momento hacia la perfección, como así lo indica la atracción que ejerce sobre adquirentes institucionales.
En definitiva, una muestra para no perdersela si se tiene sensibilidad y se aprecia el valor que supone conseguir metas personales hacia el objetivo de una existencia de aportaciones como especie.