El texto revela que entre 2071 y 2100, España sufrirá un aumento de la temperatura de hasta 6 ºC en verano, y de entre 2 ºC y 3 ºC en invierno. El informe evalúa los datos climáticos en la Península y analiza sus factores de influencia para poder anticiparse a los futuros impactos en el clima.
Las predicciones se han establecido en función del escenario A2 de emisiones mundiales de CO2 del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de la ONU, que prevé que alcancen un volumen de 28,9 gigatoneladas anuales para 2100. Este valor es casi tres veces superior al nivel actual.
La Península Ibérica está siendo una de las zonas más afectadas por el calentamiento global, puesto que su temperatura se está elevando hasta tres veces más rápido que en el resto del mundo, y hasta un 50% más que en el hemisferio norte.
El clima de una determinada zona se establece en función de las características de un periodo de 30 años o más. La ausencia de datos sobre las precipitaciones en España "hace que sea dificil establecer modelos pluviométricos para el futuro", explica la investigadora de la Universidad de Barcelona, Ileana Bladé.
Sin embargo, según la información existente y las previsiones para la Oscilación del Atlántico Norte (NAO), las precipitaciones en España muestran una tendencia a la baja.
La NAO es el sistema de vientos que domina sobre el clima de la Península Ibérica. Según un estudio español, publicado en International Journal of Climatology en 2009, se espera que la NAO de los próximos años tenga un índice positivo, lo que favorece la formación de anticiclones sobre España y reduce el número de precipitaciones (lo contrario de lo que ha sucedido este invierno, que ha estado dominado por una NAO de índice negativo y se ha caracterizado por un aumento inusual de las lluvias).
Aunque aún es necesaria mucha más información para prever el clima del futuro, la secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera, insistió en la urgencia de reducir el volumen de emisiones de CO2.
Las temperaturas medias han subido en la Península Ibérica alrededor de 0,5 grados centígrados por decenio desde 1975, cantidad similar a la que se ha registrado en Europa, pero un 50% superior al calentamiento del resto del hemisferio norte y casi tres veces más que la media del planeta.
El citado estudio prevé para finales del siglo XXI en España un aumento de las temperaturas de hasta seis grados centígrados en verano y de dos o tres en invierno, un 50% menos de precipitaciones de promedio, aunque principalmente en verano, un incremento de la aridez y períodos más largos de eventos extremos, como precipitaciones y sequías.
Sin embargo, según afirmó Ileana Blade, investigadora de la Universidad de Barcelona y que forma parte de la Red Clivar, en la actualidad las temperaturas medias en España se encuentran en un período de «estancamiento».
«Aunque aumenten las temperaturas, podremos seguir viviendo momentos de estancamientos y años con inviernos muy fríos», explicó. Y agregó que el calentamiento ha sido uniforme en todas las estaciones del año, pero que en los últimos 30 ha sido mucho más pronunciado en primavera y verano.
Respecto a las precipitaciones, el informe refleja que la media anual de las tres últimas décadas ha disminuido de «forma significativa» en relación a los años sesenta y setenta, especialmente a finales del invierno. Además, la década que está a punto de concluir, registra los valores más bajos de precipitación anual desde 1950. Pero la falta de datos fiables con anterioridad a este año impide afirmar que las lluvias hayan descendido de forma generalizada a mínimos históricos.
Blade apuntó que la tendencia entre 1960 y 2009 es a una disminución de las precipitaciones tanto en la Península Ibérica como en toda la fachada mediterránea. Sin embargo, puntualizó que la década de los cincuenta fue tan seca como la de los ochenta y noventa en esta región del planeta. A pesar de ello, se señala que el descenso de las lluvias es más acusado en los meses de febrero y marzo, así como en junio.
El estudio también hace referencia a los océanos, y destaca que en la costa atlántica el calentamiento de las aguas varía entre 0,15 y 0,30 grados centígrados por década entre 1985 y 2005. Además, resalta que desde 1967 se observa un descenso del 30% en la intensidad del afloramiento que afecta a la riqueza y a la renovación de las aguas costeras.
Mientras, en la cuenca mediterránea occidental, durante la primera mitad del siglo XX se registró igualmente un incremento de la temperatura y de la salinidad en capas profundas, así como una elevación en los valores de salinidad en capas intermedias.
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