El hijo de Adolfo Suárez, héroe de la transición y del 23-F, Adolfo Suárez Illana, debería dejar de suplantar a su padre, enfermo, y mucho menos de interpretar su legado y pensamiento político, acaparando un protagonismo que no le corresponde y, muchas veces, tergiversando las que fueron las posiciones de su padre que, por ejemplo, estuvo en las antípodas políticas del fallecido Calvo-Sotelo, en cuyo funeral el joven Suárez Illana apareció como si fuera el enviado de su padre y un personaje político de altura, con declaraciones y artículos por doquier, cuando lo único que debió hacer fue dar el pésame en nombre de su familia y nada más.
Y no es la primera vez que el hijo de Suárez se mete en la harina de otro costal y, a veces, con poco tacto y menor acierto, como cuando dijo que el desaparecido Leopoldo Calvo-Sotelo era el presidente “más culto” de la transición, como si su padre fuera un patán. Algo así ya dijeron, del ex presidente Suárez, algunos dirigentes de la derecha —en tiempos de AP— que hacían alarde permanente del inmenso saber de Manuel Fraga, a lo que Adolfo Suárez respondió, cansado de tanta presunción: “Es verdad que Fraga tiene la cabeza llena de cosas, pero ya no le cabe ninguna más”.
Las diferencias del duque Suárez con el marqués Calvo-Sotelo eran muy importantes a favor del político hoy enfermo, tanto en la política nacional, como la exterior, internacional, militar y socio-económica. Y la cuenta de resultados políticos es abrumadoramente favorable a Adolfo Suárez, tanto como impulsor y gran artífice de la transición, como en el día del golpe de Estado del 23-F, en las victorias electorales de UCD, en su impulso hacia la democracia, en su audacia, o su defensa de la soberanía nacional frente a la injerencia de Estados Unidos y Francia, o en contra del ingreso de España en la OTAN, etcétera. Entonces, ¿a cuento de qué vienen esos ditirambos de Adolfito Suárez, artículos y declaraciones que tergiversan la verdad de la relación y de las diferencias de su padre con el ahora desaparecido Calvo-Sotelo?
Y citamos este caso como podríamos citar otros casos más donde el hijo de Adolfo Suárez, que además de no estar en la política después de su fracaso en Castilla-La Mancha, donde tras la derrota protagonizó una muy sonada “espantá”, se presenta por aquí y por allá como el representante de las ideas y el sentir de su padre. Como lo ha hecho, no hace mucho, en las campañas recientes de la crispación del PP, poniendo al servicio de lo más retrógrado del partido su apellido, como si fuera prestigioso un aval de los disparates de otros, cuando en realidad lo que está haciendo Suárez Illana es dañar la imagen de su padre, que, lamentablemente, no puede hablar, ni actuar en el momento político español. O ¿acaso piensa Suárez Illana que su presencia en los medios y conferencias políticas se debe a su propia proyección y no a su apellido?
Lo que debería hacer el joven Suárez es, precisamente, lo contrario: preservar y cuidar la imagen y el legado de su padre para que nadie los pueda tergiversar ni dañar, ni abaratar, ni utilizar al servicio de nadie. Entre otras cosas porque ese legado y esa imagen ya no son propiedad de su familia sino de la Historia de España, y por nada del mundo, y menos aún por una foto o un protagonismo que no le corresponde, Adolfito Suárez Illana los debería manchar.
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