lunes, 4 de abril de 2011

La crisis financiera sistémica actual / Ángel Tomás Martín *

Por ignorar la historia de las crisis
del siglo pasado sobrevino la más
grave, iniciada en el último trimestre
de 2007.


IDEAS PREVIAS

Nos encontramos ante la crisis sufrida más dura incluso que la padecida en los años 30 del siglo pasado. Era lógico que la inestabilidad creciente del sistema financiero arrastrara a la economía real.

La estrategia que ha asumido el sector financiero, ha devenido en inestabilidad y asunción de un riesgo creciente, forzado por la ambición desmedida de los mercados especulativos internacionales que arrebataron el protagonismo internacional a la “practica comercial bancaria”, lo que nos ha conducido irremediablemente a la mayor burbuja financiera conocida. La inestabilidad y la crisis generalizada han repercutido en la sociedad y en el mercado de trabajo.

Esta situación está llevando a una nueva ordenación del sistema financiero internacional, que ha de ser muy inteligente y rápido, pues nuevos errores podían no ser asumibles por la estructura de la economía globalizada actual.

Si lo países anglosajones percibieron los beneficios de una economía creciente, también han sido los responsables de la burbuja que aún nos envuelve. Ahora la nueva ordenación y su imprescindible control futuro han de nacer de ellos y secundarla el resto de los mercados.

El reconocimiento de la crisis fue tardío, y la adopción de medidas correctoras lenta y con grave perjuicio para la urgente salida de la recesión que padecemos.

Han trascurrido más de tres años desde que se declaró y la consecuente fragilidad de las instituciones siempre proporciona recesión, empujada por la existencia de activos supervalorados en las entidades financieras.

Por otro lado, a los hechos expuestos, se suman los exagerados endeudamientos externos, a los que hemos de sumar el interno de las corporaciones y empresas.

No olvidemos que en el segundo y tercer trimestre de 2008, ocho grandes instituciones americanas quebraron, y 20 bancos europeos, (en 10 países), tuvieron que ser refinanciados. Sin estas medidas no se hubieran podido evitar nuevos desequilibrios
con peores consecuencias.

BREVE HISTORIA

La primera noticia que se conoce públicamente procedió de H.M. Paulson, Secretario del Tesoro de EE.UU., quien a mediados del 2006 manifestó la inseguridad del sistema bancario empujado por el crecimiento de los “productos derivados”, los cuales eran objeto de una especulación desmedida.

Sin embargo, otros agentes agravaron en extremo la situación: las hipotecas inmobiliarias indiscriminadas llamadas “Subprime” y la alta morosidad procedente de las mismas. Fue a mediados de 2007 cuando comenzaron las primeras insolvencias bancarias, que incomprensiblemente aplicaban demasiada tesorería fuera de balance en inversiones hipotecarias.

El mercado empezó a perder la confianza depositada ante una debilidad imposible de ocultar, y es en el 2008 cuando se produce la alarmante quiebra de Lehman Brothers, cuyo principal ejecutivo Fuld llevó a cabo la peor gestión bancaria de todos los tiempos. La alarma estaba servida y los bancos centrales se ven obligados a aportar cuantiosa tesorería al sistema financiero, y en determinados casos se nacionalizaron algunas entidades en EE.UU. y Reino Unido. Esto afectó en cascada a empresas de seguros, bancos comerciales, fondos de inversión y agencias públicas de adquisición de viviendas. Desde entonces las intervenciones en el sistema financiero se vienen sucediendo, sin que hasta la fecha el sistema crediticio haya vuelto a la normalidad.

Todo lo anterior se agrava por los déficits contraídos por los Estados y corporaciones públicas, que actuaron alegremente en un medio creciente de falsa bonanza basada en la construcción.  LA DEPRESIÓN DE 1930 SE REPETÍA.

Resulta curioso que China, con su fondo soberano, reconociera la evidente crisis y no aceptó ayudar a Lehman Brothers.

Como es sabido la crisis del sector financiero se extendió rápidamente, primero en EE.UU. y luego se generalizó con rapidez insospechada. En algunos países no se vió o no se quiso ver, y la falta de reconocimiento y el retardo de las medidas correctoras presentó a una situación aún delicada.

DIAGNÓSTICO

No existen acuerdos colectivos ni una calificación o diagnóstico consensuado, y aunque en determinados Estados se va superando el riesgo gravísimo que ofreció la crisis, hay otros que permanecen sumidos en ella. Hay obsesión porque crezca la economía, alarma por el ascenso desbocado de la deuda pública, inquietud por la necesaria recapitalización del sistema financiero, y temor a una nueva crisis financiera.

Lo que resulta incuestionable es que sin empresas saneadas, innovadoras y competitivas, no se resolverá nuestra maltrecha macroeconomía, ni se reducirá la tasa de paro. Por otro lado, el esfuerzo necesario para reducir el endeudamiento familiar restringe el consumo e impide el crecimiento.

Observamos como se estimula la urgente concentración de las entidades de crédito, ya que los poderes políticos consideran que aumentar el tamaño de las mismas las consolida y las aleja de posibles quiebras. Esto en determinados casos es necesario, pero generalizar resulta altamente peligroso. Consolidar balances sanos con otros de mala situación económico-financiera es rechazable, y acumular poder en grandes grupos financieros puede ir en contra de un sistema de mercados libres y competitivos, que en la mayoría de los casos abre el acceso, no deseable, al poder político.

Ya en el 2009 Greenspan sentenció: “Si son demasiado grandes para caer es porque son demasiado grandes”. En algunos casos se dividieron entidades financieras por especialidades, que resultaron más rentables y colaboradoras al mejor desarrollo del colectivo empresarial.

Lo que si podemos afirmar es que la crisis actual es esencialmente financiera e internacional, iniciada en EE.UU. y extendida rápidamente a Europa. Su nacimiento fue consecuencia de las hipotecas de mala calidad y de la afluencia de la moneda hacia “productos estructurales especulativos engañosos en un mercado interrelacionado”. Observemos que los países emergentes casi no han sufrido nuestra crisis al no seguir nuestros criterios equivocados. En la actualidad acumulan tesorería sobrante tras la que andamos los países en crisis.

Un buen diagnóstico sólo se lograría llevando a cabo tests de resistencia individuales y colectivos en los componentes del sistema financiero, pero no habiéndose llevado a cabo todavía debemos atrevernos a exponerlo de manera sintética, a sabiendas de que no puede ser exhaustivo:

1.- El crédito a empresas y familias es muy escaso, ocasionando un impacto negativo en el consumo y en la actividad empresarial.

La integración de activos tóxicos en los balances financieros, no solo absorbe tesorería, sino que falsea los activos en el balance e incrementa de forma alarmante la morosidad (actualmente supera el 6%). La tesorería disponible huye hacia otras inversiones consideradas más seguras y con garantía de los estados.

La historia nos enseña que no se normaliza el crédito hasta pasados entre 3 y 5 años una vez conseguida la estabilización. Lógicamente el crédito no acude a la economía real al comienzo de la recuperación, pues tiene que desinvertir y aplicarlo al sistema tradicional de donde no debió salir.

2.- Un menor crecimiento es otra de las consecuencias de la restricción crediticia, con clara disminución del dinamismo empresarial.

3.- Crecimiento de la inflación ocasionada por una inversión crediticia inferior al consumo.

4.- Una productividad anticuada y lenta que perjudica a la exportación, a la balanza comercial, que retarda el crecimiento productivo y fomenta el paro.

5.- Necesidad de abrir nuevos sectores de desarrollo económico. La paralización de la construcción y su nefasta repercusión en la economía real, no ha sido sustituida por otras fuentes de riqueza (sobre todo en España). Su retraso puede resultar letal.

6.- Una fiscalidad de espaldas a la crisis, que solo acude al déficit presupuestario y a las obligaciones de pago por endeudamiento exterior e interior.

7.- Una reglamentación laboral, no concordante con la crisis y la necesidad imperiosa de estabilizarla y promover el crecimiento.

8.- Un sistema de pensiones desfasado e inadaptado a la realidad actual.

El fondo debe constituirse mediante un estudio actuarial profundo, actualizado y real, fondo que debe ser intocable.

Otros puntos podían añadirse, pero los expuestos son preferentes y urgentísimos.

Tengamos en cuenta que, de acuerdo con Hayek premio nobel de Economía, la gran “planificación económica” no debe construirse de espaldas a una libertad de mercado, pues de lo contrario podíamos caer en una pérdida de las libertades.

(*) Doctor en Economía y empresario

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