Cada presidente tiene un cinturón de seguridad que pretende protegerle y termina por estrangular su futuro. Felipe González conoció amigos que luego no lo fueron tanto, desde Enrique Sarasola a un montón de advenedizos que fueron bautizados como la ‘Beautiful People’. De aquella época de crecimiento nos queda el recuerdo con tufo carcelario de Javier de la Rosa y Mario Conde. Crecieron alrededor del brillo de la economía socialista. José María Aznar privatizó las empresas públicas y en algunas de ellas puso hasta compañeros de pupitre que salieron corriendo con los lapiceros y los bonos. La FAES vive ahora de aquellas designaciones.
Ahora Rodríguez Zapatero ha decidido que quiere su propio imperio mediático. Le encargó a Miguel Barroso, su asesor de cabecera, que repartiera las televisiones nuevas desde la secretaría de Estado de Comunicación y de allí nació ‘La Sexta’, mientras Miguel Barroso se camufló en la Casa de América, en una canonjía en espera de que las aguas de la televisión se reposaran y el fútbol tuviera un nuevo reparto auspiciado desde La Moncloa, de la que su amigo José Miguel Contreras fue el enlace con Jaume Rouras. Todo un descubrimiento. A este empresario hay que seguirle la pista para averiguar en que sección acabarán sus crónicas. De ‘Público’ no merece la pena hablar porque nadie lo lee. Fuegos de artificio.
Ahora se suma Televisión Española al circuito del reparto de poder, influencia y contratos que tiene su epicentro en La Moncloa. Luis Fernández se entiende bien con Miguel Barroso y con José Miguel Contreras. Son cuates antiguos. Todos son amigos y todavía no han acuñado un nombre, pero PRISA, que se resiente del ataque de fuego amigo que anunciaba Felipe González, acaba de denunciar una operación inmobiliaria de gran calado que el presidente de RTVE, Luis Fernández, ha entregado a un amigo personal suyo, Pedro Masilla, promotor inmobiliario. Que nombre para un oficio de estos tiempos. Todo empieza a quedar sospechosamente entre buenos amigos que dicen querer lo mejor para el presidente Zapatero.
En estos tiempos en que la honradez tiene que parecerlo, demasiados beneficios para gente tan cercana convocan a la sospecha. Haría bien el presidente en trazar una línea entre la amistad y los negocios, porque los negocios acaban por dominar a los amigos. Eso es, por lo menos, lo que ha ocurrido siempre. Se sabe, pero no se evita. ¡Que tendrá el poder que es tan amnésico!
Ahora Rodríguez Zapatero ha decidido que quiere su propio imperio mediático. Le encargó a Miguel Barroso, su asesor de cabecera, que repartiera las televisiones nuevas desde la secretaría de Estado de Comunicación y de allí nació ‘La Sexta’, mientras Miguel Barroso se camufló en la Casa de América, en una canonjía en espera de que las aguas de la televisión se reposaran y el fútbol tuviera un nuevo reparto auspiciado desde La Moncloa, de la que su amigo José Miguel Contreras fue el enlace con Jaume Rouras. Todo un descubrimiento. A este empresario hay que seguirle la pista para averiguar en que sección acabarán sus crónicas. De ‘Público’ no merece la pena hablar porque nadie lo lee. Fuegos de artificio.
Ahora se suma Televisión Española al circuito del reparto de poder, influencia y contratos que tiene su epicentro en La Moncloa. Luis Fernández se entiende bien con Miguel Barroso y con José Miguel Contreras. Son cuates antiguos. Todos son amigos y todavía no han acuñado un nombre, pero PRISA, que se resiente del ataque de fuego amigo que anunciaba Felipe González, acaba de denunciar una operación inmobiliaria de gran calado que el presidente de RTVE, Luis Fernández, ha entregado a un amigo personal suyo, Pedro Masilla, promotor inmobiliario. Que nombre para un oficio de estos tiempos. Todo empieza a quedar sospechosamente entre buenos amigos que dicen querer lo mejor para el presidente Zapatero.
En estos tiempos en que la honradez tiene que parecerlo, demasiados beneficios para gente tan cercana convocan a la sospecha. Haría bien el presidente en trazar una línea entre la amistad y los negocios, porque los negocios acaban por dominar a los amigos. Eso es, por lo menos, lo que ha ocurrido siempre. Se sabe, pero no se evita. ¡Que tendrá el poder que es tan amnésico!
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