Taponar la hemorragia era lo urgente, y el costoso plan de rescate de los bancos que han puesto en marcha los gobiernos parece estar tranquilizando al sistema financiero. Más nos vale que funcione, porque como se está diciendo el sistema financiero es el sistema sanguíneo de la economía, y los bancos las arterias y las venas.
Pero lo importante, el alimento del cuerpo económico, son las empresas que crean empleo y riqueza. Y las voces que advierten que salvar a los bancos no servirá de nada, si el dinero del rescate no llega a las empresas y a las familias, crecen por días
En España, por hablar de lo que más nos importa, no está llegando. El índice de morosidad de este país nuestro en el que pagar las deudas siempre se ha considerado un timbre de honor -y no hacerlo un baldón- se ha triplicado en el último año.
Cuántos pequeños y medianos empresarios y simples familias han contraído ya pequeñas deudas es algo que no sabemos, pero los dos millones y medio de personas que figuran en los ficheros españoles de morosos deben más de 20.000 millones de euros. Y el denominador común de la inmensa mayoría de ellos no es que no quieran pagar sino que no pueden hacerlo, bien porque han perdido su empleo, o bien porque a ellos tampoco les pagan sus acreedores lo que les deben.
A veces, particulares asfixiados a su vez por las deudas que tampoco ellos consiguen cobrar, otras, alguna de las administraciones o de las empresas públicas a las que vendieron sus productos creyendo que hacían una venta segura y que ahora les dicen que se han quedado "sin presupuesto". Solo Hacienda es puntual...
Pagos y deudas se enredan como las cerezas en un cesto. Si una empresa no cobra tiene dos opciones, pedir un crédito para continuar con la producción y mantener el empleo, o cerrar y despedir a sus trabajadores. Que los bancos vuelvan a abrir el grifo de los créditos es la única forma de que la economía real no entre en recesión.
Pero, eso es justamente lo que nos espera, advierten los expertos: una recesión, si los gobiernos no toman medidas para que el dinero 'de nuestros impuestos' que van a dedicar a salvar al sistema financiero fluya hacia las familias y las empresas, en vez de estancarse en las cajas fuertes de los bancos.
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