Era
todo convicciones, energía y acción. Vicente Parra, sacerdote jesuita, celebró hace menos de cuatro años su medio siglo como
ministro de la Iglesia Católica. Falleció a los 84 años en las últimas horas en la
Enfermería de los Jesuitas en Valencia, donde mañana martes, a las 11
horas, en el Centro Arrupe se celebrará una Eucaristía 'córpore in sepulto' en sufragio de su alma.
Y lo hizo en las horas previas a la conmemoración colegial del Día de San Ignacio de Loyola, jornada de júbilo entre sus escolares. No podría haber coincidido mejor fecha para marchar junto al Padre.
Y lo hizo en las horas previas a la conmemoración colegial del Día de San Ignacio de Loyola, jornada de júbilo entre sus escolares. No podría haber coincidido mejor fecha para marchar junto al Padre.
Hombre
de perfil dirigente y pedagógico, se pasó la vida como director de
centros educativos en Elda, Alicante, Zaragoza y Palma de Mallorca, al
menos, aunque ha muerto en Valencia aquejado de un severo mal de
Alzheimer que, por ejemplo, le impidió estar en Alicante en el funeral
de su alter ego en casi los mismos destinos, el padre Lorenzo Ayerdi, fallecido hace ahora un año en su Zaragoza natal.
Primo
del actor de Oliva, Vicente Parra, del mismo nombre y cuna fallecido,
en cambio, a los 66 años en 1997, no presumía de ello el jesuita pero si
te respondía si se forzaba un comentario por su parte. Un día lo intenté
en otro plano y me confesó, con una expresión muy gráfica, en que se
notaba en las aulas el concierto escolar con la Generalitat. "Huelen
distinto'.
Todavía
recuerdo cómo siendo miembro de su equipo para la celebración en
Alicante del V Centenario del Año Ignaciano, un día me llamó con premura
para comunicarme su traslado urgente a Palma ante la destitución
inmediata del rector del colegio mallorquín por su implicación en un
desagradable asunto de faldas y alumnas de COU.
O como otro día, a bordo de un avión de Iberia
en ruta Barajas-El Altet, en plena Guerra del Golfo, sentados juntos en la cabina me confesó - y justificó- sus
planes urbanísticos para parte de los terrenos circundantes del colegio Inmaculada,
de Alicante.
Y, por último, su determinación con un alumno de muy bajo rendimiento, hijo de afamado e influyente político de la derecha local, luego procesado por varios delitos como alcalde, para que abandonase el colegio ipso facto igual que tras la profanación de la capilla de María Inmaculada hizo con los integrantes de un grupo de gamberros indeseables, también de familias influyentes de la ciudad.
Y, por último, su determinación con un alumno de muy bajo rendimiento, hijo de afamado e influyente político de la derecha local, luego procesado por varios delitos como alcalde, para que abandonase el colegio ipso facto igual que tras la profanación de la capilla de María Inmaculada hizo con los integrantes de un grupo de gamberros indeseables, también de familias influyentes de la ciudad.
Cualquier
conversación con este jesuita-jesuita era siempre fecunda en varios
planos. Como padre de alumnos del colegió que él dirigía con absoluto
criterio tuve muchas oportunidades de tratarlo en corto y hasta de ser
su confidente involuntario como correspondencia a mis opiniones
técnico-profesionales para la mejor consecución local del V Centenario
en los medios de comunicación que, desde Vistahermosa, había que
interesar y motivar en sus actividades puntuales.
Vicente
Parra pasó años en la provincia de Alicante y no solo como rector de
colegios jesuitas sino también como responsable educativo de todas las
actividades de la Orden y su padre superior.
Siempre recordaré de él una frase, tipicamente jesuita, que pone por delante la espiritualidad a la religiosidad como reflexión profunda, pero elemental, de una larga vida sacerdotal.
Siempre recordaré de él una frase, tipicamente jesuita, que pone por delante la espiritualidad a la religiosidad como reflexión profunda, pero elemental, de una larga vida sacerdotal.
En diciembre de 2014, le acompañaron en sus 50 años de sacerdocio sus compañeros jesuitas de las dos comunidades
de Alicante: Comunidad Inmaculada y Comunidad San Francisco Javier, sus
amigos de las dos comunidades laicas ignacianas que tienen su
sede en el Centro Loyola (Grupos Cristianos (GXL) y Comunidad de Vida
Cristiana (CVX) y otros buenos amigos de la parroquia donde Vicente Parra había
trabajado en la pedanía alicantina de Verdegás.
En el corazón de todos los que compartieron con él ese día, estaba
presente un profundo agradecimiento, por tantos años de servicio como
sacerdote... y que a tantas personas había llegado.
Su
salud se había deteriorado en los últimos meses, hasta el punto de que
ya no reconocía a nadie de sus allegados desde hace tiempo a la par de
que su cuerpo se iba debilitando progresivamente.
Sus cientos de alumnos siempre lo recordarán como un referente, compañero y amigo que nunca se callaba lo que pensaba, al menos que implicase a terceros no presentes. La discreción jesuita solo era tal para cuestiones muy trascendentes. Era dificil dársela a Parra.
Ya descansa, como lo hace mucho tiempo, Hernández Moltó, el presidente del APA que coincidió con su etapa como rector al frente del Colegio Inmaculada. Irrepetibles los dos por protagonizar una de las épocas más fructíferas del centro educativo jesuita en Alicante.
En su recuerdo se celebrará una eucaristía en la capilla del colegio Inmaculada-Jesuitas, de Alicante, avenida de Denia nº 92, el próximo jueves, día 15 de marzo, a las 17.30 horas.
(*) Periodista
¿Quién es Vicente Parra?
Vicente Parra vive
hoy casi sin responsabilidades: únicamente es el Superior de la
Comunidad del Colegio Inmaculada –ya se sabe, actualmente unos pocos
curas-, el responsable de los tutores de Secundaria –una etapa como
otra-, y es el Director del CESA –una simple escuela de idiomas-.
Y es que cuando uno repasa la vida de este jesuita, asusta pensar en
las graves tareas que una tras otra le fueron encomendadas por sus
superiores.
Sus inicios en la Compañía de Jesús son un
poco de aquí y un poco de allá hasta completar cuatro licenciaturas. Sus
años preparatorios le llevaron lo mismo a Minnesota que a Dublín, y
durante dos años fue profesor de matemáticas en el barcelonés Colegio de
la calle Caspe.
Precisamente estando en Cataluña
sobrevino la reordenación del territorio jesuítico español, y a poco
estuvo de tener que quedar adscrito a la nueva provincia Tarraconense,
pues la norma establecía que los jesuitas se asignarían al territorio en
donde vivieran sus padres al tiempo de entrar en la Compañía.
Valenciano de Oliva, los padres de Vicente vivían en aquel tiempo en
tierras catalanas, por lo que tuvo que apañárselas para permutar su
situación con un compañero que se hallaba justo en la situación inversa.
Y así fue como la Provincia de Aragón, a la que pertenecemos, retuvo para si misma y para nosotros al P. Parra.
Andaba
Vicente dándole vueltas a su doctorado en Psicología, que iba a versar
sobre la influencia de los colores en la memoria, cuando recibió la
noticia del que iba a ser su primer destino: Director del Colegio de
Elda, del que se acababa de hacer cargo la Compañía en los años sesenta.
La situación en Elda exigía partir prácticamente de cero y Vicente se
aplicó a ello. Empezaba de ese modo una constante trayectoria en puestos
directivos de la Compañía, y nosotros nos quedábamos ya para siempre
sin saber cómo influyen los colores en la memoria.
Además
de Elda, fueron Palma de Mallorca –por dos veces-, Zaragoza y Alicante
sus sucesivos destinos como Rector de Colegio. A Alicante volvió en
1998, donde al principio estuvo a caballo entre Nazaret y nuestro
Colegio. En esos más de treinta años, a lo largo de veintiuno fue
Delegado en la Comisión Nacional de Educación –Conedsi-, y presidió la Comisión durante siete. Sus nombramientos para cada nuevo destino eran realmente estimulantes.
En
Zaragoza se encargó de llevar a cabo la fusión entre el Colegio de los
Jesuitas y el de Jesús-María, con las arduas labores de encaje y las
tensiones que un proceso semejante conlleva. En su regreso a Palma de
Mallorca encontró un Colegio cuya marcha normal se había visto
perturbada por la salida de su predecesor en el cargo, que dejaba la
Compañía de Jesús para contraer matrimonio, ante el asombro y
desconcierto de la sociedad mallorquina que había confiado sus hijos a
los jesuitas.
Por si fuera poco, en el Colegio de Palma
había que hacer obras. Y en Alicante supervisó la construcción del
nuevo Nazaret, su inauguración y el cierre del antiguo, aunque él
atribuye todo el mérito a nuestro compañero Miguel Ángel Segura, por
entonces Director “nazareno”.
Tareas difíciles y
decisiones incomprendidas no le han faltado a Vicente. Todavía hay
antiguos alumnos de Alicante que preguntan quién cerró la piscina del
Colegio Inmaculada. Fue él. También fue él quien redujo a la
mitad la cabida del grandioso Salón de Actos, del que todos presumíamos.
Sus razones eran de peso, y fruto de estudio y reflexión: había que
hacerlo, y él se atrevió. Pero es quizá su trabajo interno el que más
destaca, aunque no sea conocido.
En una época, los años
ochenta, en que cobraba fuerza la idea de que la Compañía de Jesús
debía cerrar la mayoría de los colegios españoles, ante la falta de
jesuitas para atenderlos, Vicente Parra fue un firme defensor del
mantenimiento de los colegios y del protagonismo de los laicos en las
funciones directivas. Algo que no era fácil de comprender por muchos
jesuitas y que, además, resultaba enormemente complejo desde el punto de
vista de la Compañía: si los colegios no querían perder las señas de
identidad jesuíticas, era preciso facilitar a los profesores la
formación para ello, trasladarles la experiencia y el método de los
jesuitas, lo que configura su modo de proceder.
Y al
mismo tiempo había que aceptar que los colegios nunca serían lo que
fueron. Vicente lo explica así: “Los jesuitas, que no tenemos mujer ni
hijos, podemos dedicar al Colegio todas las horas del día. Los
profesores deben dedicar su atención preferente a sus familias, y ni
podemos ni debemos exigirles lo contrario. El resultado, obviamente, no
puede ser el mismo.”
Pero sigue siendo bueno. La
referencia debe ser el propio Colegio, trabajar cada día por mejorar lo
que sea mejorable, y no caer en la autocomplacencia de pensar que todo
va bien porque los demás colegios privados no lleguen a nuestra altura
educativa. Eso es lo que lleva a Vicente a mantener hoy lo que siempre
ha dicho: “si yo tuviera hijos los llevaría a un Colegio de la
Compañía”. Y en voz baja expresa una duda intelectual: la sociedad
contemporánea ha elegido un camino que no es el nuestro, el del
consumismo, el del bienestar a cualquier precio, el del individualismo
exacerbado, esas características que hacen que un alumno actual de los
Jesuitas vaya contra corriente. Nuestros Colegios, no hace falta
decirlo, apuestan fuertemente por un sistema de valores perfectamente
definido en el documento de “Carácter Propio”.
Documento que fue elaborado siendo Vicente Parra el Presidente de la Conedsi,
y que con algún retoque sigue vigente como ideario común a todos los
centros educativos de la Compañía en España. Se le nota a Vicente a
disgusto con los tiempos modernos, con la permisividad, el aumento de
derechos y disminución de obligaciones. “Habría que prohibir de vez en
cuando algo en el Colegio, simplemente como método para recuperar la
disciplina y las formas”.
Hablamos de los pendientes de
los alumnos varones, los piercings, los pelos de colores y todas esas
cosas que no nos parecen admisibles. Vicente siempre ha puesto el acento
en la actitud del alumno. Él inculcó en la comunidad educativa del
Colegio Inmaculada la idea de que “un 4,1 puede ser un 4 ó un 5, del
mismo modo que un 4,9 puede ser un 4 ó un 5”, dependiendo no sólo de
los conocimientos del alumno sino de su actitud personal.
Por
eso cree que los Colegios de Jesuitas no deben flojear en esa
orientación. Como también cree que deben estar abiertos a la sociedad,
pero sin radicalismos. La opción por los pobres no significa desatender a
los demás. “Hay quien ha llegado a decir que nuestra existencia en la
Provincia sólo la justifica Nazaret. Eso es una barbaridad.”
También
considera injusto el sistema de admisión de alumnos, basado en el
baremo oficial, cuyos efectos nocivos en la composición del alumnado han
sido manifiestos en el pasado reciente de nuestro Colegio. Para
Vicente, y para nosotros, la motivación y actitud de los padres es tan
importante como la de los alumnos.
“Mi tiempo ha pasado y tal vez soy incapaz de comprender éste que vivimos. Saber retirarse a tiempo es todo un arte.”
Vicente
Parra, jesuita, un hito en la historia de casi todos los Colegios de la
Provincia de Aragón, no es casualidad que figure en el “Quién es quién de la Iglesia en España”.
Nuestro tiempo de hoy también se agota: ya no queda té con jazmín, y
hace rato que Vicente dejó de ejercitarse con los palillos chinos con
los que se ha comido las algas y el rodaballo, mientras hablábamos de su
vida y no sólo de su vida.
(Revista PERISCOPIO DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS - Asociación AA. AA. Jesuitas ALICANTE - Febrero 2004 - Nº 15)
Que falleció en Valencia el día 11 de marzo de 2018, a los 84 años de edad, 67 de vida religiosa y 53 de sacerdote.
El P. Provincial, las comunidades de la Compañía de Jesús de Valencia, sus sobrinos y demás familia, les agradecen sus oraciones y les comunican que la eucaristía córpore insepulto se celebrará, D.M. mañana martes, a las 11.00 horas, en la iglesia del Centro Arrupe, Gran Vía Fernando el Católico, nº 78.
Seguidamente será trasladado al Cementerio General, donde recibirá cristiana sepultura.
Rogad a Dios en caridad por el Padre
Vicente Parra Sánchez
De la Compañía de Jesús
El P. Provincial, las comunidades de la Compañía de Jesús de Valencia, sus sobrinos y demás familia, les agradecen sus oraciones y les comunican que la eucaristía córpore insepulto se celebrará, D.M. mañana martes, a las 11.00 horas, en la iglesia del Centro Arrupe, Gran Vía Fernando el Católico, nº 78.
Seguidamente será trasladado al Cementerio General, donde recibirá cristiana sepultura.
14 de mar. de 2018
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