TEL-AVIV.- Llega a su fin el regreso de judíos que, portando la antorcha del idioma
de sus ancestros, conservaron durante siglos la llama del recuerdo de Sefarad.
La de los poetas Yehuda Halevi o Ibn Gabirol y el
filósofo-rabino-médico Maimónides. La de Toledo, Tarragona, Hervás o
Córdoba.
"El cierre de un círculo". Así define Ariel Catalán el reencuentro impulsado por la ley de la nacionalidad española
que ha registrado un aluvión de solicitudes antes de dejar de ser
vigente este martes.
El sentimiento de este informático de Tel Aviv es
compartido por decenas de miles de sefardíes en todo el mundo que
pidieron ser españoles. Para muchos, Sefarad es algo más que la palabra
España en hebreo.
"Nací en Israel, pero los dos países están en
mi corazón. El ladino y el español siempre formaron parte de la banda
sonora en nuestra casa", cuenta a El Mundo. Sus abuelos, procedentes de
las comunidades judías de Bulgaria y Turquía, pertenecen a la cadena
violentamente rota con el edicto de expulsión en 1492.
El punto de inflexión emocional de Catalán tuvo lugar el 1 de octubre del 2015, cuando la ley entró en vigor.
"Desgraciadamente, mi padre murió poco antes. Desde el primer momento
supe que debía pedir la nacionalidad española por mí y por mi padre.
Cuando el Rey Juan Carlos visitó Israel, me dijo emocionado: ¡Nuestro Rey llegó!", recuerda tras completar la odisea para certificar sus raíces.
"Los solicitantes tuvieron que superar dos exámenes en español en el Instituto Cervantes
para verificar el nivel de conocimiento del idioma y la cultura y
viajar a España para presentar ante el notario los documentos que
certifican su conexión con Sefarad", explica la abogada y notaria Irit Israel sobre un complejo parto burocrático propio de más de 500 años de traumático desencuentro.
"La
ley fue un proyecto muy importante de España, que supuso quizá cerrar
un histórico circulo", afirma en su despacho en Tel Aviv, desde donde
tramitó medio millar de solicitudes de nacionalidad española y
portuguesa.
Como la familia Malka,
procedente de Esmirna (Turquía). "En casa, mi padre y mis abuelos
siempre hablaban ladino y estaban conectados a su legado sefardí. Aunque
es muy difícil reparar la injusta y violenta expulsión de los judíos,
la ley española es digna de elogio y agradecimiento", señala Sarit Malka,
que tras un año de gestiones oficializó sus orígenes. Sus hijos,
menores de 18 años, ya son españoles, mientras ella recibió el pasaporte
portugués por el que no se necesita viajar a Portugal ni examinarse. La
vía portuguesa no ha caducado esta semana.
A medida que se iba
cerrando la puerta española se multiplicaron las solicitudes, llegando
sólo en el mes de septiembre a 50.000 de decenas de países. En
conversación telefónica, el director general de los Registros y el
Notariado, Pedro Garrido, hace balance de cuatro años:
"Hasta el pasado 30 de agosto, se presentaron 60.000 solicitudes en todo
el mundo, de las cuales 26.000 tienen el acta notarial. Alrededor de
5.800 fueron resueltas con la nacionalidad".
Más allá del componente
emotivo, el pasaporte también es el camino para salir de una crisis.
Quizá por ello, los sefardíes venezolanos lideren el ranking de solicitudes.
La Federación de Comunidades Judías de España
(FCJE), por donde pasaron los expedientes de solicitud, y el Instituto
Cervantes han sido dos etapas necesarias en la contrarreloj para atrapar
el sueño de Sefarad. Debido a la ley, el Cervantes de Tel Aviv registró
un incremento significativo de candidatos al diploma del español DELE.
De cuatro candidatos al año por convocatoria a tener 100 en un año.
"En
Israel no existe el afán de certificar lo que hacemos en estudios pero
desde la primera convocatoria en octubre de 2015, alrededor de 1.400 se
han examinado en DELE. El porcentaje de aprobados es bastante
satisfactorio", revela la responsable del área académica de los estudios
en la sede en Tel Aviv, Esther Gutiérrez.
Y admite a
este diario: "Es muy emocionante encontrarse a personas mayores que te
hablan en judeoespañol con lágrimas en los ojos. Es una ocasión
maravillosa para que los sefardíes vuelvan a entrar en contacto con
España".
El director del Cervantes en Tel Aviv, Julio Martínez Mesanza,
añade que "es una reparación a una ciudadanía que se le arranca a los
judíos de España, pero desde nuestro centro lo vemos como una
oportunidad fabulosa de reencuentro cultural entre España del siglo XXI y
la diáspora sefardí".
Meshear, hadrear, tarsha... Escuchar
Haquetía -dialecto de los judíos sefardíes en el norte de África- en
los pasillos del centro español ha sido otro efecto colateral de la ley.
¿Qué siente cuando escucha ladino? "Es transportarme en el espacio y en
el tiempo. Volver a un momento de la historia en el que se hablaba una
lengua común en España", contesta el director y Premio Nacional de
Poesía (2017) que expresa "no sentirse como un extraño en Israel".
Catalán recurrió al informe genealógico para confirmar las raíces sefardíes. El profesor Andreu Lascorz,
licenciado en Filología hebrea que tramitó numerosos casos desde
Saporta en EEUU hasta Barzelay en Inglaterra, pasando por Gattegno en
Francia, pone un ejemplo toledano.
"Me llamó un señor de apellido Maimaran,
de origen marroquí, que no tenía documentación. Tras una larga
investigación se demostró que era descendiente de la familia Maimaran de
Toledo. En los días previos a la expulsión registró una serie de
bautizos y otras personas se desplazaron al exilio a Marruecos donde su
familia residió hasta trasladarse a Israel".
"La ley ha sido muy
restrictiva y muy cara complicando a personas que sobre todo desde el
punto de vista sentimental tenían interés en iniciar los trámites",
lamenta Lascorz.
Quejas, temores y dificultades al margen, cinco
siglos después la banda sonora de miles de hogares compuesta por
romances y recetas en ladino ya tiene el sello oficial.
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