El
primero en caer, con gran estrépito, dado su volumen físico y la
importancia del cargo, ha sido el primer ministro británico Boris
Johnson, que tiró la toalla el pasado 7 de julio. El premier fue
fotografiado en El Prado mientras observaba algunos cuadros con mucha
atención.
En esas imágenes, puede que buscadas por su protagonista, aparecía Boris Johnson culto, el exalumno de Eton, el graduado en Oxford que habla griego antiguo cuando no se dedica a hacer el gamberro en la política y el periodismo.
Johnson
estuvo contemplando con mucho detenimiento el cuadro de Tiziano que
presenta al emperador Carlos V en Mühlberg, batalla en la que el Sacro
Imperio Romano Germánico evitó que el cisma protestante se convirtiese
en escisión política. Un tema interesante para el cabecilla del Brexit.
La
primera ministra de Estonia, Kaja Kallas , llegó a Madrid con una
crisis de gobierno a cuestas en la república báltica más encajada en el
golfo de Finlandia y más cercana a las aguja dorada de San Petersburgo.
La señora Kallas presentó su dimisión este pasado jueves para someter a a la confianza del Parlamento estonio una nueva coalición que excluye el Partido Centrista, el partido más popular entre la población de origen ruso, formación de centroizquierda que exigía más ayuda a las familias.
El
nuevo Ejecutivo lo forman el Partido Reformista (liberal), en el que
milita Kallas, el Partido de la Patria (derecha nacionalista) y el
Partido Socialdemócrata. Un Borgen de bolsillo.
También llegó a
Madrid con olor a crisis, el presidente de Bulgaria, Rumen Radev.
Estamos ante un personaje singular. El teniente general Radev es un
militar de alta graduación que dirigió la Fuerza Aérea de su país antes
de dedicarse a la política, de la mano del Partido Socialista Búlgaro.
Ganó las elecciones presidenciales del 2017, pero no logra consolidar
una gobernación estable.
Occidentalistas y prorusos libran un intenso y complejo pulso en Bulgaria, uno de los países del Este de Europa más fieles a la directrices de Moscú durante el periodo soviético. Dos semanas después de la cumbre de la OTAN, Radev aún no ha logrado resolver la crisis de Gobierno abierta por la dimisión del primer ministro reformista Kiril Petkov , que renunció al cargo el pasado mes de junio.
Crisis de gobierno en Reino Unido, Italia, Estonia y Bulgaria tras la cumbre de la OTAN
La
víctima estelar de la maldición del Prado es, sin duda, el primer
ministro italiano Mario Draghi . La suya es la crónica de una crisis
anunciada por el fotógrafo de la agencia Efe, Andrés Ballesteros,
que le inmortalizó sentado en una banqueta del museo, solo, triste,
separado del grupo, atendiendo con rostro grave una llamada a su
teléfono móvil. Una llamada desde Roma que le anunciaba una inminente
sacudida en el gabinete de unidad nacional que encabeza desde hace
diecisiete meses.
La instantánea fue calificada en Italia como
la “foto del año”. El gran insider (Draghi conoce muy bien todas las
palancas de Bruselas y Washington), aparecía como un outsider agobiado
por los problemas domésticos. Estaba harto, muy harto, como se ha podido
comprobar después.
A la mañana siguiente, el primer ministro
regresó precipitadamente a Roma para intentar apagar el incendio. Faltan
seis meses para la finalización de la legislatura y dentro del gobierno
de concentración nacional todo son nervios, especialmente en el
Movimiento 5 Estrellas, la fuerza más votada en las últimas
legislativas.
En los comicios del 2018 (las legislaturas son de cinco años), el movimiento fundado por el cómico Beppe Grillo y el informático Gianroberto Casaleggio, un singular personaje, ya fallecido, que soñaba con una democracia directa vía ordenador, cosechó el 32% de los votos. Han bajado al 10%. Se están escindiendo. Se están deshilachando.
La
crisis italiana puede provocar un susto a la Unión Europea si hay
elecciones anticipadas en octubre y las gana un bloque muy alejado de la
actual concertación entre Bruselas y Washington: Giorgia Meloni
conectada con Donald Trump; Matteo Salvini , admirador del régimen ruso y
aliado de Viktor Orban; Silvio Berlusconi, amigo personal de Vladímir
Putin .
Una Italia con ese triunvirato no resistiría un corte del gas ruso en invierno. Italia puede convertirse en el eslabón débil de la cadena de solidaridad europea, según cual sea el desenlace de la crisis iniciada en el museo del Prado.
Draghi
está recibiendo en estos momentos enormes presiones para que siga,
atraviese el invierno y conduzca el país a unas elecciones más serenas
en primavera. El bloque europeísta necesita unos meses más para
compactarse, si es que ello aún es posible.
Italia puede generar
un terremoto en la UE. La salida de Draghi, si se confirmase en los
próximos días, daría mayor relieve al presidente español Pedro Sánchez
en la política europea. Eso tampoco estaba en el guion de julio.
(*) Periodista
https://www.lavanguardia.com/politica/20220717/8413353/maldicion-prado.html
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