Las formaciones que compusieron lo que antaño fue el Botànic estarán en la oposición en las principales instituciones de la Comunitat Valenciana. La Diputación de Valencia ha sido la última en sumarse a la lista de gobiernos de la derecha. Lo hace tras ocho años, igual que el Consell o el Ayuntamiento de València, lo que evidencia el cambio de ciclo vivido respecto a 2015.
Así, el PP estará al frente de las tres diputaciones, dos de ellas con mayoría absoluta, y de los ayuntamientos de las tres capitales de provincia. Además, por supuesto, de la joya de la corona: la Generalitat, donde gobernará con Vox.
La izquierda pierde así el último tren que tenía para mantener una parte del tejido de poder autonómico, más allá de lo que ocurra el 23 de julio con el Gobierno de España. Una derrota también en las generales supondrá un repliegue a niveles de poder de 2011.
Mantenerlo daría algo de aire con la Delegación de Gobierno como voz y principal acicate frente al poderío del PPCV que controlará prácticamente todos los resortes institucionales.
En caso contrario —tal y como apuntan las encuestas—, Gandia y sus 76.000 habitantes se convertirá en el principal bastión de las fuerzas progresistas, el territorio con más población donde los socialistas gobiernan, junto con Compromís, en la Comunitat Valenciana. Le siguen de cerca Paterna y Sagunt, municipios del cinturón rojo donde las fuerzas botánicas han perdido otra plaza de relumbrón: Torrent.
No obtener el poder en la Diputación de Valencia tiene otro efecto en cadena: quedarse sin opciones para presidir la Federación Valenciana de Municipios y Provincias, otro espacio —con mucha menos gestión y presupuesto— que podría haber servido como altavoz crítico frente a las acciones de los distintos gobiernos de la derecha.
Sin los 187 votos que representa la corporación en la asamblea de la FVMP, esta está encaminada a que sea el PP quien la ocupe tras ocho años bajo el dominio socialista.
La pérdida de poder implicará también una considerable disminución de la capacidad de contratación y todas las derivadas que ello trae en la vida interna de los partidos. No son pocos los nombres que quedan descolocados, desde perfiles que han ocupado responsabilidades de gestión hasta asesores.
Además del influjo que tiene en las cuentas económicas de las formaciones. «El poder desgasta a quien no lo tiene». La frase del exprimer ministro italiano, Giulio Andreotti, resuena estos días en la izquierda.
(*) Periodista
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