Así lo expresó en su discurso al recibir en audiencia a los participantes de un congreso organizado por la "Centesimus Annus-Pro Pontifice", una fundación formada por empresas privadas que recogen fondos para la Iglesia católica.
Benedicto XVI criticó además a los Gobiernos ante lo que consideró una acción "demasiado débil" e "insuficiente" respecto a "los numerosos episodios de especulación contra los países más débiles".
Y entonces realizó un llamamiento para que "la política prevalezca sobre la finanza y sea la ética la que oriente cualquier actividad".
"El bien es la finalidad que da sentido al progreso y al desarrollo, sin ello, se producirían sólo bienes materiales, que aunque necesarios, sin el contexto del bien común terminaría prevaleciendo el consumismo, el derroche, la pobreza y el desequilibrio", añadió el Papa.
Por ello, el Papa añadió que junto a las ayudas económicas a los países menos favorecidos, se necesitan medidas que "garanticen el Estado de Derecho, un orden público y eficaz, el pleno respeto de los derechos humanos e instituciones verdaderamente democráticas y participativas".
En este contexto, el Papa valoró la aportación de la religión al asegurar, según su opinión, que "son decisivas porque enseñan hermandad y paz y porque educan a dar espacio y ser abiertos a lo transcendente en una sociedad actual, marcada por la secularización".
Y por tanto, añadió, "tanto la exclusión de las religiones del ámbito público, así como el fundamentalismo religioso, impiden el encuentro entre personas para su colaboración a favor del progreso de la humanidad, la vida de la sociedad se empobrece y la política asume un rostro opresor y agresivo".
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