MADRID.- El pasado miércoles 24 de mayo nada mas hacerse pública la sentencia
de Gurtel –que el Gobierno conocía de antemano- Mariano Rajoy empujado
por Soraya Sáenz de Santamaría se había planteado disolver las Cortes en
el Consejo de Ministros del viernes 25 y la convocatoria de las
elecciones anticipadas ante el riesgo de la moción de censura que pedía
Pablo Iglesias y Pedro Sánchez meditaba. El equipo de Santamaría tenía
preparado dicho decreto para la disolución de las Cámaras y la
convocatoria electoral, según revela hoy www.republica.com/
La intención de Santamaría (que vio tocado a Rajoy con las amenazas
de Bárcenas si su esposa Rosalía entraba en prisión y el riesgo de
censura) era aprobar el viernes 25 la disolución de la Cortes, porque
unas elecciones inmediatas le garantizaban a ella ser la candidata a la
investidura con un Rajoy en retirada y sin tiempo para un Congreso o
debate interno en el PP.
Pero Pedro Sánchez, alertado de la maniobra de disolución de las
Cortes por un ‘astuto mensajero’, se adelantó y sin esperar al debate
interno de su partido presentó a las 10 de la mañana del viernes 25 la
moción de censura que triunfó en la votación del 1 de junio y le condujo
a la presidencia del Gobierno.
Sin embargo y una vez en marcha la moción de censura Santamaría
volvió a la carga para provocar la dimisión de Rajoy, suspender así la
moción de censura y abrir un proceso de investidura donde ella sería la
candidata del PP con apoyo del PNV y Cs.
Para ello Soraya pidió al PNV
que animara a Rajoy a dimitir con la garantía de que este partido
apoyaría su investidura, porque las inmediatas consultas del Rey con los
partidos políticos no darían tiempo a un debate interno o Congreso del
PP para nombrar otro candidato.
Pero Rajoy y Cospedal habían descubierto las maniobras de Santamaría y
habían hecho otros cálculos sobre la ‘aritmética parlamentaria’ como lo
explicó Cospedal en el Congreso el jueves 31 de mayo por la tarde
cuando anunció que Rajoy no pensaba dimitir, mientras Soraya ya había
colocado su bolso en el escaño de Rajoy como si ese territorio le
perteneciera.
Y fue en la famosa comida y larga sobremesa con muchas copas de Rajoy
en el restaurante madrileño Arahy donde Rajoy denunció a Soraya ante
los presentes (Cospedal, Dolors, Báñez, Ayllón y Martinez Castro)
afirmando que Santamaría llevaba ya mucho tiempo ‘dedicada a sus cosas’.
Lo que se interpretó por los presentes como un reproche a sus
ambiciones personales.
Y fue también en dicho almuerzo donde Dolores Cospedal, en defensa de
sus propias ambiciones sucesorias de Rajoy, expuso su oposición al
riesgo de unas elecciones anticipadas (si dimitía Rajoy y el Rey no
lograba una investidura) diciendo que en dichos comicios, como lo
anunciaban todas las encuestas, Cs barrería al PP del mapa español.
Y a partir de ahí Rajoy decidió no dimitir porque ello además significaba que
asumía la corrupción del PP. Y dio paso a Pedro Sánchez y más tarde
anunció que dejaba la presidencia del Partido Popular y la vida política
tras convocar un Congreso del partido para la elección de su sucesor.
De esa manera, Rajoy cortó de raíz todas las maniobras de Santamaría.
Las que además tenían precedentes conocidos por él durante las
negociaciones de su investidura a finales de 2016. Tiempo en el que la
intrigante Soraya había movido en distintas instancias las influencias
de su vicepresidencia para que Rajoy se retirara y ella pudiera ser la
candidata a la investidura, con el argumento de que su presencia haría
más fácil el voto favorable de Cs y PNV y la abstención del PSOE.
Dos movimientos utilizó Soraya a finales de 2016 para intentar la
retirada de Rajoy en favor de su candidatura: el poder económico y el
mediático. Y fue así que Santamaría animó, por persona interpuesta, al
ex presidente de Telefónica y del Consejo de Competitividad del Ibex,
Cesar Alierta a decir a Rajoy para que diera un paso atrás por el ‘bien
de España y la estabilidad económica’.
Lo que Alierta transmitió a
través de la esposa de Rajoy Elvira Fernández, empleada de Telefónica y
lo que indignó a Rajoy y puede que estuviera en el origen de la
posterior dimisión de Alierta en Telefónica.
En ese tiempo la jefa de gabinete de Santamaría, la no menos
intrigante María Pico, habría visitado a un poderoso editor de un diario
nacional y amigo personal de Rajoy para sugerirle lo mismo de la operación Alierta: que le pidiera a Rajoy que le diera paso a Soraya,
pero el editor rechazó semejante maniobra diciéndole a Pico: ‘yo no soy
un felón’.
Naturalmente ambas gestiones, fueron conocidas por Rajoy, indignaron
al presidente que se mantuvo en sus trece como ganador de las elecciones
de 2016 y logró la investidura, con apoyo de Cs, PNV y abstención del
PSOE.
Pero ya le vio las
garras afiladas a su vicepresidenta Santamaría. A la que poco después le
quitó la portavocía del Gobierno y ‘la desterró’ a Cataluña a hacerse
cargo del incontrolable desafío catalán, que Soraya empeoró con su
incapacidad política, por no aplicar el 155 el día 7 de septiembre y por
no impedir el referéndum del 1-O.
Pero la gata ambiciosa de las garras afiladas volvió a la carga a
finales del pasado mes de mayo, no sin antes haber colaborado en la caza
de otros de sus posibles adversarios a la sucesión de Rajoy.
Como
ocurrió con Aguirre, Gallardón , Cifuentes e incluso Feijóo. El que,
finalmente, no fue candidato a la sucesión de Rajoy por temor -según se
cuenta en el PP- a la posible información privada que podía manejar
Soraya del CNI sobre su anterior amistad con el narco Marcial Dorado.
Una Soraya que está bajos muchas sospechas de desprecio a la libertad
de expresión (manipulando RTVE y otros medios en su favor) y la
democracia (Ley Mordaza) con el manejo de las influencias políticas y
toda clase de intrigas en el Gobierno (que se lo pregunten a Margallo) y
en el PP (que le pregunten a Cospedal), dando pie al ‘Sorayismo’. Eso
que bien explicó José Antonio Zarzalejos en u reciente y brillante
artículo publicado en El Confidencial.
Y todavía aspira Santamaría a ganar las elecciones primarias del PP,
lo que de producirse provocaría la ruptura del partido y la fuga masiva
de muchos militantes y dirigentes hacia Ciudadanos, porque el
‘Sorayismo’ -que tiene mucho de sectarismo- ya se sabe en el PP lo que
significa y puede ser. Ahí incluidas la deslealtad y la traición a
Rajoy.
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