La decisión es relevante, por cuanto los demócratas tienen el control de la Cámara Alta, porque al haber empate a cincuenta senadores de ambos partidos, decide el voto de calidad de la vicepresidenta Kamala Harris, en su condición de presidenta del Senado.
La votación, cuya iniciativa ha corrido a cargo del senador republicano por Indiana, Mike Braun, un reconocido trumpista, ha salido adelante por 52 a 48 votos. Los 50 senadores republicanos han votado a favor de revocar la liberticida medida de la Administración Biden, y a los republicanos, se han unido dos senadores demócratas, Joe Manchin y Jon Tester, quienes bajo amenaza de reprimendas, han preferido optar por la libertad antes que por la disciplina de partido.
El líder de la mayoría del Senado, el senador demócrata por Nueva York, Chuck Schumer se ha limitado a insultar a sus colegas legisladores señalando que “Los antivacunas de esta cámara me recuerdan a lo que ocurrió hace 400 años, cuando algunos se aferraban a que el sol giraba alrededor de la Tierra. No creen en la ciencia. O hace 500 años, cuando creían que la Tierra era plana”. Un clásico aforismo progresista, si no me salgo con la mía, insulto al contrario.
En todo caso, resulta un claro revés para Joe Biden, por cuanto su partido tiene el control de ambas Cámaras. No obstante, desde la Casa Blanca, ya se ha adelantado que, aunque el Congreso siga los pasos del Senado y acuerde revocar la vacunación obligatoria, el presidente usará su poder de veto para impedir que se elimine la vacuna obligatoria. Una vez más, la esencia del progresismo es la impunidad.
Pero cuidado, la contestación social no para de crecer, y comienza a haber divisiones en las propias filas demócratas en torno a las decisiones de la Casa Blanca. No porque a los progresistas les preocupe mucho la vulneración de derechos, sino por el alto coste electoral que puede tener en las elecciones.
Así, la gobernadora de Michigan, la demócrata Gretchen Whitmer, quien, desde el comienzo de la pandemia, había sido una de las mandatarias progresistas que había adoptado en su Estado las medidas de restricción más radicales y agresivas, ahora ha anunciado que la medida de vacunación obligatoria que emana de la Casa Blanca constituye un problema para su ejecutivo, indicando: “El Estado de Michigan es también un empleador. Si adoptamos el mandato, vamos a perder muchos funcionarios estatales. Por ello, no he propuesto el mandato de vacunación obligatoria a nivel estatal. Algunos Estados lo han hecho. Nosotros no, vamos a esperar a lo que decidan los tribunales”.
De manera paralela al descontento social por las medidas liberticidas, crece la chulería por parte del progresismo. Así, el “Fernando Simón” estadounidense, Anthony Fauci, Director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, a quien el presidente Biden entronizó como asesor médico jefe del presidente, nada más llegar a la Casa Blanca, ha vuelto a generar una nueva polémica.
Si ya hace unos meses causó estupor al afirmar que “debido a la pandemia, me encuentro muy cómodo diciéndole a la gente lo que tiene que hacer”, ahora ha cruzado una nueva barrera al negar la libertad de expresión, afirmando que “él es la ciencia” y “que quienes le critican es porque el representa a la ciencia”.
Además, Fauci, ha anunciado que “el concepto de vacunado cambiará pronto y que, para tener dicha condición, deberá recibirse la tercera dosis de la vacuna”.
Y dice la verdad Fauci, cuando afirma que no se le puede cuestionar, porque él es la ciencia. Youtube ha censurado una canción satírica dedicada a él, con el título “un pequeño hombre triste”.
El analista y profesor universitario, Victor Davis Hanson ha indicado que “Fauci es como una monarca. Tiene poder legislativo, ejecutivo y judicial, todo en uno”. A lo cual se podría añadir que también goza del don de la omnisciencia, dado que nadie puede criticar o cuestionar su criterio, a pesar de que el mismo haya cambiado en incontables ocasiones, desde la llegada de la pandemia.
Lo más sorprendente es que siendo presidente en el ejercicio de su cargo, y no habiendo cumplido un año desde que tomó posesión, apenas un 37% de los demócratas quieren que repita como candidato de su partido.
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