No pueden ir a trabajar, tampoco viajar en transporte público. Ni siquiera comprarse unos calcetines en un centro comercial, cenar en restaurantes o tomar un café en la barra del bar. Son los irreductibles, los activistas convencidos.
Y se están organizando en las redes sociales para poder sobrevivir parapetados en una suerte de Matrix ante la última vuelta de tuerca de las restricciones, que llegará a partir del 15 de febrero con la vacunación obligatoria para todos los mayores de 50 años, según recoge el diario español El País.
Como apuntó por primera vez Niccolò Zancan en La Stampa esta semana, recoge todo tipo de iniciativas ciudadanas de activistas para poder viajar a diario sin el certificado que solo se obtiene estando inmunizado. Coches compartidos que funcionan como autobuses de línea entre dos puntos: autostop digital. En lugares como Venecia es más complicado todavía y algunos ciudadanos han convertido sus barcas en transporte privado para gente sin vacunar que no puede usar los clásicos vaporettos de las islas.
El Gobierno calcula que hay unos dos millones de personas entre este grupo de afectados que pretende mantenerse firme y que deberá buscar un modo de vida distinto. Bordeando o saltándose la ley.
Stefano Puzzer, trabajador portuario de Trieste, es uno de los líderes italianos del movimiento contra el certificado de vacunación obligatorio. “Vivimos un régimen totalitario. Nos están empujando a un mundo paralelo. Y lo de las redes sociales sirve para unir a las personas. En este momento es importante que no se sientan solas. Estamos creando también curas domiciliarias. Son médicos que se dan cuenta de que este virus puede ser curado con otros protocolos y funcionan. Si se hubieran usado desde el principio... Los encuentras en todos lados, basta organizarse”.
Más allá del transporte compartido, de estos servicios sanitarios pirata que describe Puzzer, o de certificados de vacunación falsos en la web, en la región de Alto Adigio, que linda con el Tirol austriaco, han surgido también escuelas de padres que no quieren que sus hijos lleven mascarilla en las aulas o se sometan a las medidas contra los contagios. La fiscalía de Bolzano investiga esta especie de colegios improvisados en el bosque y gestionados por padres. De momento se han localizado diez.
Davide Tutino profesor en Roma lleva desde el 13 de enero en huelga de hambre para protestar por las medidas del Ejecutivo. Toma tres tazas de caldo al día y no ha recibido la vacuna, aunque él lo llama “fármaco”.
“Si alguien tiene fe en un instrumento, no te obliga a tomarlo. La obligación no es científica”, protesta al teléfono. Él considera que se están violando los derechos fundamentales de los ciudadanos y las convenciones internacionales. También que Italia es ahora un Estado dictatorial. Y está dispuesto a seguir todo el tiempo que haga falta con su lucha. Aunque sea en el universo paralelo a base de tazas de caldo.
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