En otras palabras, en julio se han observado casi 41.000 muertes, un 20% más que la media para ese mes. Parte del exceso de fallecimientos se explican, directa o indirectamente, por el calor (2.124), otras están causadas por la séptima ola de covid (1.872 con datos provisionales), pero todavía hay miles de decesos no previstos que se deben a otros motivos.
Hoy por hoy, no es posible conocer las causas exactas de estas muertes, algo que publicará el año que viene el Instituto Nacional de Estadística. Media docena de epidemiólogos consultados coinciden en señalar que se trata de una cifra muy llamativa que, además, no tiene parangón en otros países de Europa. Las estadísticas muestran un pequeño repunte de la mortalidad en el resto del continente, pero muy inferior a lo que sucede en España, según el EuroMoMo.
La gran mayoría de las muertes relacionadas con las temperaturas a lo largo del año tienen que ver con el frío. La mortalidad sigue una estacionalidad que alcanza su pico normalmente entre diciembre y enero; baja después, repunta (de forma mucho menos abultada) en julio y agosto para decrecer de nuevo en septiembre, el mes de menos fallecimientos.
Este julio, sin embargo, el exceso de mortalidad ha estado a la altura de los peores inviernos, sin contar los muy excepcionales meses de marzo y abril de 2020, cuando el coronavirus disparó los fallecimientos, que llegaron a superar en más de 25.000 decesos los previstos.
Este julio ha habido diez veces más mortalidad que el de 2019. Solo hay un mes de julio que se podría comparar con el actual desde que comenzó la serie del MoMo, en 2015, que es precisamente el de ese mismo año. Entonces, el exceso de mortalidad ascendió a 5.751, algo más de la mitad que ahora. De ellas, 2.718 se explicaban por el calor, 594 más que este julio.
Para Hicham Achebak, investigador especializado en clima y salud del ISGlobal, la sorpresa, como la de otros especialistas consultados por El País, es que el exceso de mortalidad sea tan grande y que el calor solo explique una quinta parte.
Salvador Peiró, director de investigación de la fundación Fisabio, lleva tiempo dándole vueltas a estas cifras, que ya en junio presentaron un enorme exceso sobre lo esperado: 4.404 muertes, más de 10 veces superior a la media del mes.
"El llamado efecto cosecha (el exceso de mortalidad en una temporada avanza los fallecimientos de la siguiente) debería hacer que a estas alturas tuviéramos un defecto (no un exceso) de mortalidad, lo que complica más la interpretación”, agrega Peiró.
En su opinión, “lo sensato” sería adelantar la codificación y análisis de la mortalidad por causas para intentar comprobar qué pasa, si es que pasa algo, porque “en este momento la mortalidad se vuelve un dato relevante para la toma de decisiones”.
Hicham Achebak explica que el desarrollo socioeconómico del país lo hace cada vez menos vulnerable a las altas temperaturas. “Esto quiere decir que una media diaria de, por ejemplo, 30 grados diarios mataba más hace 30 años que ahora. Hay que estudiarlo más".
No hay comentarios:
Publicar un comentario