ALICANTE.- En la sede del Centro Municipal de Artes, de la Concejalía de Cultura, en la plaza Quijano, de Alicante, se ha presentado esta tarde del Día del Libro una novela histórica sobre el rey Carlos II, el último monarca de la Casa de Austria en España, y opera prima del geólogo aragonés afincado en nuestra ciudad, Jorge Orós Pérez (Jaca, 1970), bajo el título "Diego de Santa Cruz en la corte de Carlos II", acto que ha logrado sobrepasar con creces el aforo del local.
Tras una sucinta introducción al acto de Montserrat Cayuelas, han intervenido por este orden, el también geólogo Joaquín Martínez-Campillo García (perfil del autor por gran conocedor de Orós); el periodista y profesor de Comunicación Pública, Francisco Poveda (contextualización histórica de Carlos II desde una historiografía renovada); y el propio Jorge Orós, también empresario de éxito en su especialidad profesional.
Orós lo ha hecho para dar argumentos sobre el sentido de su publicación y explicar qué le motivó elegir a un personaje de la Historia de España, casi hasta hoy mismo víctima propiciatoria de la "Leyenda Negra' construida, tras la paz de Westfalia de 1648, por diversas potencias europeas emergentes contra nuestro país y sus mejores ciudadanos ilustres resistentes para conservar la integridad y rico patrimonio del Imperio Español, caso de este monarca enfermizo, pero no taimado ni hechizado, como intencionadamente se le presenta con intensidad desde La Ilustración por interesada inspiración francesa e inglesa.
El acto ha concluido con la firma de ejemplares por parte del autor a la numerosa concurrencia.
Prólogo del libro
¿Por qué una historia sobre el último de los Austrias?
En la
magnífica historia de España hay un periodo por el que pasamos de
puntillas, del que los no especialistas solo conocemos estereotipos y
opiniones sesgadas.
Carlos II, el último Rey de los Austrias,
fue un rey muy joven, hasta el momento el primer Rey Habsburgo que
llegaba al trono español en minoría de edad. Su padre Felipe IV, murió
cuando Carlos tenía seis años, por lo que no tuvo un referente claro
que le ayudara en su cometido como cabeza del Imperio.
Su madre,
Mariana de Austria, regente con 31 años, aunque preparada para ser
Reina, extranjera y mujer en la corte castellana, bastante tenía con
capear el temporal.
Carlos, a los catorce años de edad heredó un
reino en franca decadencia y en lucha contra todos. Aun así, con una
nobleza apoltronada (¿toda?) que tampoco supo estar a la altura de las
circunstancias, supo conservar la mayoría de las posesiones españolas en
el mundo; por aquellos días, en su imperio no se ponía el Sol.
Con
un porcentaje de consanguinidad del veinticinco por ciento sufrió
numerosas enfermedades de origen genético. En estas condiciones, lidió
al frente de su Reino, siendo sus mayores preocupaciones el servicio a
Dios y a sus súbditos. Su mayor falta, su infertilidad; nada más y nada
menos que como el diecisiete por ciento de nosotros.
Si a todo
esto le añadimos que compitió con las ansias expansionistas de el astuto
y ambicioso Luis XIV, el Rey Sol, podemos entender la oscuridad que
pesa sobre su reinado.
Pocas luces ponen sobre todo esto las
historias historiadas de los «grandes hispanistas» que han contado los
hechos a su modo, sirviendo a los intereses de sus respectivos países y
que en España hemos tomado como la gran verdad absoluta.
En una
revisión superficial de lo poco (en comparación con otras épocas) que se
cuenta de este periodo, nos encontramos una y otra vez el mismo
discurso sesgado sobre un Rey hechizado, torpe, enfermo y con poco
interés por gobernar.
Repetimos, una y otra vez, los mismos
relatos de embajadores franceses, ingleses o imperiales, que lo único
que hacían era contar la historia según la visión de sus pagadores. Sin
embargo, se silencian otras opiniones de la época que lo dibujan como un
Rey afable y preocupado por sus súbditos.
Pongámonos por un
momento en la situación del Rey y preguntémonos: ¿yo lo hubiera hecho
mejor? Quizás la respuesta es que Carlos II hizo lo que pudo en sus
circunstancias.
He podido constatar que todos los hechos aquí
reseñados son ciertos, excepto lo relativo a las aventuras personales de
Diego, de las que, lógicamente, no hay nada documentado. Añado enlaces a
los estudios de acceso libre que he consultado.
Pongamos luz a este importante periodo de nuestra
historia en el que nada menos que se produjo la instauración de la
monarquía borbónica en España.
Por último, una advertencia al
querido lector: no encontrarás en estas páginas envenenamientos
acicalados con tórridas historias de amor. Tampoco hay dragones ni
supervillanos. Solo se relata la historia tal y como sucedió y no como
nos la han contado.
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