Una pregunta difícil de responder para algunos, fácil para otros. Nos preguntamos si es posible perdonar al que nos ha hecho mal, y observamos que no encontramos la respuesta. Seguimos toda una vida dándole vueltas aquello que aconteció y que me revuelve el estómago cada vez que me acuerdo.
No puedo olvidar. Aquí está el problema, que nuestro recuerdo del mal nos tiene atenazado al pasado como si lo estuviéramos viviendo en el presente.
Hemos intentado, lo hemos pensado el perdonar a los demás por el daño realizado, pero soy incapaz de observar que el verdadero perdón empieza por uno mismo.
Siempre le digo a las personas que atiendo que sin "paz interior" no es posible la paz del mundo, que sería como un deseo vacío y sin sentido. La paz es como el amor, que se extiende a lo que toca. La paz surge desde nuestro corazón hacia fuera, sólo podemos realizarlo de corazón a corazón, y así, seremos capaces de extender esa paz a lo que el mundo necesita.
Cuando soy capaz de perdonarme a mi mismo, no me resulta difícil el perdonar a los demás. Si soy capaz de observar mi propia inocencia, mi niño interior, también puedo observar tu inocente vida. Eres digno de perdonar y de ser perdonado. No vayamos en dirección contraria.
Somos nosotros los que necesitamos el perdón, y no es fácil esperarlo de fuera si no hay esa conexión y liberación interior. Por eso, el gran axioma del perdón es que vive y viene desde tu interior. Cuando tengo esto presente, comprobaremos que el perdón del otro nos viene a visitar sin esperarlo; puede ser directo o indirectamente.
No podemos esperar a perdonar cuando seamos perfectos, ya que el perdón es un proceso continuo en la vida. Son muchas las veces que tenemos que perdonarnos, puesto que en la vida es un camino de altos y bajos, de caídas y superaciones; el perdón es el compañero de viaje y durante toda la vida.
¿Por qué necesitamos el perdón? Porque en muchas ocasiones cada uno de nosotros nos hemos condenado y nos ha sido difícil el reconocerlo, y dándonos cuenta o no, hemos proyectado en la otra persona nuestros miedos y nuestra propia frustración ante la impotencia de perdonarnos a nosotros mismos.
No hemos sido capaces de reconocer que la responsabilidad de nuestra vida es personal, y que los demás no pueden hacernos daño siempre que tengamos esa paz interior que nos ayuda a la auto liberación de nuestras propias responsabilidades.
Perdonar no es justificar el mal hecho, sino liberarnos de todo aquello que nos atenaza y sobre todo de las personas que creemos que nos quitaron algo de nuestra alma. Si te perdonas, es más fácil el perdonar a los demás sus propias debilidades. Si tu estás bien, todo lo que haya a tu alrededor tendrá motivos para ser felices como lo eres tú.
(*) Orientador Familiar. Experto en Logoterapia
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