Primero fue Japón y después Suecia, Dinamarca y Finlandia, quienes prohibieron la inoculación de menores con una de las dos únicas vacunas (Moderna) que se están inoculando a menores en España.
Medios sistémicos persisten en no informar del número de muertes que provoca la inoculación en menores, al menos señalan la principal causa de éstas: la miocarditis y pericarditis.
Apenas hay una treintena de países inoculación a menores y, en su mayoría ni siquiera lo recomiendan o lo han venido prohibiendo, como es también el caso de Reino Unido.
La situación de la inoculación de Pfizer para los menores no es en absoluto distinta. Concretamente y como se desprende de la nota de prensa de origen, ya se advierte que los resultados de Pfizer “mostraron tasas ligeramente más bajas de inflamación del corazón”.
Y si son “ligeramente” más bajas, es porque muy lejos no pueden estar de los mismos criterios de prohibición.
La firmeza de tales prohibiciones en los citados diez países, los daños “ligeramente” parecidos de Pfizer y el propio anuncio de la EMA, en cuanto a que revisará el caso de Pfizer antes de estas Navidades, amplían el horizonte presuntamente delictivo que ya delimita la propia EMA para la inoculación de menores de 16 años.
Ningún regulador ha autorizado la inoculación
de menores y son, precisamente los diez países más avanzados en todo
criterio de transparencia, desarrollo, educación y menor corrupción,
quienes ya han iniciado su prohibición.
Así, la mayor parte de
Europa Occidental, en términos poblacionales, ha prohibido lo que España
habrá de terminar por prohibir también, ante la misma evidencia de
muertes y lesiones de menores.
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