Aquella madrugada José Miguel Contreras pasa horas pegado al móvil enviando mensajes, ¡Sánchez se ha merendado al Motos!, escribe exultante a amigos y conocidos, ¡Pedro está vivo!, y la ola dura 24 horas, ¡todo el mundo con Pedro!, porque al día siguiente frente a Pablo Motos se sienta un señor tranquilo, un gallego que parece decir las cosas con ese equilibrio que nace de lo consuetudinario, y cuando aparecen las audiencias de la entrevista con Alberto Núñez Feijóo resulta que el señor aburrido ha barrido al gañán de la verborrea incontenible. Desde entonces, Contreras no ha vuelto a aparecer por el twitter de la gente a la que trató de apabullar la noche del martes 27 de junio.
Son “los Migueles”, José Miguel Contreras y Miguel Barroso, quienes en la noche triste del 28 de mayo
acuden a consolar al jefe. Él quiere resistir y ni se le pasa por la
cabeza disolver las Cámaras, la presidencia europea, tanto tiempo tan
esperada, tanto lucimiento echado por la alcantarilla de un mal día,
pero es Barroso quien le conduce al pesebre, no tiene sentido aguantar
seis meses lamiéndote las heridas, sobre todo porque las cosas podrían
ir peor en diciembre, golpe sobre la mesa, recupera la iniciativa, convoca generales,
no les dejes disfrutar siquiera 24 horas de la victoria.
Los Migueles se han inventado la historia de que fueron ellos los que hicieron a Felipe González ganar aquel segundo debate televisado frente a un Aznar que le había propinado una buena tunda en el primero. Y ahora convencen a Sánchez de que también pueden darle la vuelta a esta tortilla, la de los millones de huevos rotos por las mentiras y las vejaciones a la ciudadanía. En último caso, presidente, seremos nosotros quienes administremos la derrota, quienes mantengamos el control del partido y evitemos cualquier golpe interno que pudiera ponerte en la calle. “Hagámonos fuertes en la derrota”.
El anuncio fue un golpe de mano con todos los efectos de la gran pirotecnia. La victoria del contrario diluida por el audaz golpe de mano de un tipo que habiendo perdido tiene arrestos para tomar la iniciativa. Disolver y sacar a la calle a Zapatero, el amigo íntimo de Barroso, ponerle en valor, blanquear al tipo que en noviembre de 2011 salió por la puerta de atrás de Moncloa dejando al país hundido en la miseria. Es Zapatero, agresivo y faltón, el único aliado dispuesto a defender al sátrapa, a partirse la cara por él, “Sánchez no ha mentido, solo ha cambiado de opinión”. De modo que ZP ha dejado coyunturalmente su negociado sudamericano, el Grupo de Puebla que pastorea, para volcarse con Sánchez.
Toda gran empresa europea sabe a qué puerta hay que llamar si se topa con un problema en cualquier país con Gobierno izquierdista del otro lado del charco. Zapatero resuelve discreto el contencioso y aduce que lo hace “gratia et amore”. Lo que pocos saben es que días después aparece puntual el cobrador del frac. No falla. ZP ya es un hombre rico, pero ahora se trata de ayudar a Sánchez. Apuntalar en España el largo brazo de la izquierda marxista sudamericana. Sánchez odiaba a ZP, pero Barroso les ha convertido en aliados circunstanciales, ha conformado un grupo dispuesto a mantener el PSOE bajo control pase lo que pase el 23 de julio.
- Mediante la estricta supervisión del grupo parlamentario que salga del 23J, para lo cual hemos sacado de las listas a todos los dudosos. Un grupo parlamentario de fieles aguerridos dispuestos a morir por Sánchez.
- Evitando que los barones nos monten un Congreso Extraordinario en caso de debacle el 23J.
Y para mantener el control del partido es determinante conservar el del grupo Prisa. Más importante aún si perdemos. El problema se llama Josep Oughourlian, el mandito franco armenio del que ya no nos fiamos, porque aquí nadie se fía de nadie. Fue Isidro Fainé quien lo metió en España, después de haberle financiado una curiosa operación ideada por el armenio contra el grupo Suez a propósito de Aguas de Barcelona (Agbar).
Amber es un “fondo activista” que invierte y se mueve dentro de los consejos de administración, no se queda quieto, revienta las empresas, intenta trocearlas y venderlas por partes, un tipo dispuesto a concertarse con otros accionistas sin que pueda demostrarse. Un cazador de recompensas. Un sociópata como Sánchez. Dos gotas de agua a las que Barroso pone en contacto. El armenio intuye que la política puede ser una vía no solo para ganar dinero, sino para recuperar su inversión en Prisa.
-Tú y yo tenemos un enemigo común que se llama Juan Luis Cebrián –le dice Pedro.
Y cuando Sánchez gana la moción de censura al lamentable Rajoy, lo primero que hace es tomar al asalto el grupo Prisa despidiendo a Antonio Caño. “Tú no te preocupes, que te compensaremos” le dicen. Y el Gobierno Sánchez lo mete en Indra de hoz y coz, la gran empresa tecnológica española, quizá la única, que, como le ocurre a su amigo Mohamed VI, Pedro no tiene muy clara la distinción entre lo que es del Estado y lo que es de Palacio.
El armenio está ganando dinero en Indra, porque la acción ha ido subiendo, pero no ha podido dar el pelotazo. No le han dejado. Todavía no. Y bien, ¿qué podemos hacer para mantenerle atado sin que rompa la baraja tras el 23J? Oughourlian lo haría de mil amores si mañana apareciera alguien dispuesto a soltarle 90 céntimos de euro por acción (0,38 al cierre del viernes), pero no hay nadie en España con audacia suficiente para lanzarse a esa piscina, nadie con dinero y mucho menos con cierta vocación de editor. Un solar.
El recorrido de Oughourlian como gestor de Prisa, un negocio en quiebra técnica desde hace demasiado tiempo, es manifiestamente mejorable. Si nos atenemos a las dos variables que definen la calidad de una gestión (volumen de Deuda sobre Ebitda, y veces que el Ebitda cubre el coste financiero), hay que decir que el armenio ha fracasado lastimosamente. La Deuda lleva demasiado tiempo estabilizada en el entorno de los 1.000 millones (ahora algo menos), y el grupo vale en Bolsa 380 millones. ¿Cuánto valen los activos?
La banca valora el negocio de medios en 300, pero si alguien estuviera dispuesto mañana a poner la mitad sobre la mesa, Ana Botín obligaría a vender la SER y El País al día siguiente. Y ¿qué vale el negocio de Educación? En su mejor momento no ha llegado a rebasar los mil millones, pero su localización geográfica en zona de alto riesgo político y cambiario hace muy difícil su valoración. ¿Valen esos activos lo suficiente para pagar la deuda? A duras penas. El armenio ha intentado una ampliación de capital que no le ha salido y se ha inventado una emisión de bonos convertibles para tapar agujeros que ha resultado un mal negocio para la sociedad.
Tal vez convenga recordar que los accionistas han puesto capital por importe de unos 1.600 millones, lo que habla de la dificultad de recuperar la inversión. Razón de más, por eso, para tratar de mantenerle uncido al carro de Prisa. Algo habrá que darle. Consolidemos el pacto, Josep –le dice Barroso-, blindémonos, hagámonos fuertes en la adversidad, que los medios siempre viven mejor a la contra, siempre crecen cuando están en la oposición. Y mientras tanto:
- Quédate con el negocio de medios en Colombia –las dos emisoras de radio más escuchadas, entre otras cosas- y en México.
- Y maneja la división de Educación en Sudamérica, la parte mollar de Prisa (80% del beneficio bruto de explotación), desgaja, corta y pega a tu gusto, que a nosotros solo nos interesa la SER y El País, es nuestro salvoconducto para el duro peregrinaje por el desierto de la oposición.
Sánchez participa plenamente de ese planteamiento, le ha comprado a Miguel el “pack” entero. Miguel es su guía, su asesor, su confesor y probablemente también será su enterrador. Habrá que hacer cambios en la cúpula tras el 23J, “Bueno, Pepa” está condenada, lo mismo que Montse Domínguez y que Angels Barceló, muy por debajo de las expectativas. Y Pedro está de acuerdo.
Sostiene Pedro que con el control de su grupo parlamentario y del grupo Prisa le puede hacer la vida imposible a Feijóo desde la oposición, porque además la Economía se va a complicar mucho, me lo ha contado Calviño con detalle, Nadia lo explica como nadie, Bruselas va a empezar a presionar para poner orden en las cuentas públicas, de modo que, con tipos de interés arriba e inflación alta, ahora sí que puede empezar a pasarlo mal esa clase media que nos odia, ahora sí se van a enterar, y, en el peor de los casos, ya nos encargaremos nosotros de sacarle los sindicatos a la calle.
¿Y qué podría hacer Feijóo? Algo bastante simple, para lo que no necesitaría gran acompañamiento orquestal. Acabar con el blindaje de la ley antiopas, un texto en teoría hecho para defender las empresas estratégicas españolas de indeseados ataques del exterior, pero en realidad una ley hecha a la medida de Prisa, o más bien a la medida de Sánchez y su interés estratégico en controlar el grupo, una ley que ahora (Real Decreto-Ley 5/2023 de 28 de junio) Sánchez acaba de reforzar para hacerla aún más proteccionista.
Bastaría con que el nuevo Gobierno levantara esa cancela para que Oughourlian entregara al día siguiente a Vincent Bolloré (multimillonario francés dueño del grupo del mismo nombre, 33.000 personas en nómina, y primer accionista de Vivendi), con un lacito rosa su paquete del 30% en el grupo fundado por Jesús Polanco, poniendo fin a la dramática historia de una empresa editora que pudo hacer tanto bueno, tanto bien, por la definitiva reconciliación entre españoles, pero que ha preferido, en manos de los Migueles, terminar sus días abriendo de nuevo en canal la vieja herida de las dos Españas irreconciliables.
Bolloré, un conservador a carta cabal, hace tiempo que tiene a Prisa en el punto de mira, con idea de convertirla en puente capaz de servir para el desembarco de su negocio editorial en Sudamérica.
-Es que tú sacas en Latam una tarjeta del grupo Prisa y de inmediato el presidente de México se te abre de piernas.
De modo que Moncloa y los Migueles tienen identificado a Bolloré, 11,7% del capital de Prisa, como el gran enemigo, el hombre que podría hacer naufragar en un santiamén todo el complejo esquema diseñado para “gestionar en nombre de Pedro la derrota del 23J”.
Perder Prisa significaría poner fin a los negocios en Sudamérica, esa especialidad que tan bien representa el sinvergüenza de Zapatero, las comisiones, el río de pasta que acaba de inaugurar la llegada a la presidencia de Colombia del ex guerrillero comunista Gustavo Petro, una alianza que acaba de sellar el nombramiento como nuevo vicepresidente primero de Prisa y “consejero coordinador del consejo” del también colombiano Fernando Carrillo, ex embajador de su país en España, varias veces ministro y aspirante a la presidencia de la República.
Carrillo es cuñado de Gustavo Serpa, amigo y cofundador de Amber junto al propio Oughourlian, además de alto directivo del club Millonarios, que uno de los negocios de la pareja, como bien saben Miguel Ángel Gil Marín y Enrique Cerezo, es el de la compraventa de jugadores. De modo que Serpa ha nombrado a su cuñado vicepresidente primero de Prisa. Así, con un par. Los negocios en Colombia van, pues, viento en popa.
Barroso pasará el día encerrado con Pedro, preparando el debate con Feijóo, disputa que Miguel quiere a cara de perro, convencido como está de que ahí su pupilo podría arrastrar medio millón de votos a su orilla, no de los convencidos del PP, lógicamente, sino de esa masa de socialistas honestos que han vivido escandalizados la coyunda de Sánchez con sus socios, Sánchez y su banda, gente asqueada que ahora podría tener la tentación de quedarse en casa o incluso votar al “moderado” Feijóo.
Miguel sabe que Pedro tiene que arriesgar, porque los resultados del 28M y las encuestas le han convertido en aspirante, mientras el verdadero aspirante se mueve ya con la vitola de presidente. Por eso tenemos que intentar arrinconarle. Sacar menos de 100 escaños sería un desastre que nos mandaría a casa. El listón al que hay que llegar, incluso superar, es el de los 110. Esa es la frontera que nos permitirá seguir controlando el partido y manejar la oposición. La sepultura que, sin revolución interna, conducirá definitivamente al PSOE a la extinción.
Los Migueles están vendiendo entre el empresariado que las cosas están muy igualadas, que a Pedro le está saliendo de cine su peregrinaje por los platos y los estudios de radio, que sus últimas encuestas, y son muy serias, Fulano, no te engaño, hazme caso, advierten los Rosauros, nos están dando 130 escaños por 140 el PP, les tenemos a tiro, Mengano, no te equivoques.
Es la enésima burbuja sanchista, que terminará por explotar la noche del 23 de julio. Mientras ese día llega, las terminales de Moncloa echan humo, laburan los De Paz tratando de llevar el acojono a los centros de poder económico y financiero del país, mucho ojo, que nadie se mueva, nadie enseñe la patita antes de tiempo, y el glorioso capitalismo patrio, siempre tan decidido y valiente, aprieta el culo y cierra la boca, puro acollone, sin atreverse a decir ni mu en público, no vaya a ser que estos vuelvan a ganar, no vaya a ser que Sánchez y su banda lo vuelvan a hacer y tengamos que salir por pies camino del exilio.
He ahí un hombre que desde el confort de su posición ha decidido jugar la carta de la revolución. Como un Melenchon cualquiera, si no podemos gobernar Francia tratemos de romperla. Estamos ante un hombre muy inteligente, muy por encima de la media del socialismo hispano, culto, de conversación agradable, un tipo de familia bien, con propiedades en España, con negocios en Cuba y en Dominicana, pero a quien, al contrario que a su colega Contreras, siempre pensando en el vil metal, no parece interesarle gran cosa el dinero, “yo no aspiro a vivir mejor de lo que vivo: a mí solo me interesa el poder”.
Miguel se ha puesto despacho al lado del de “Bueno, Pepa” y desde ahí controla todo lo que se mueve. El poder decisorio en Prisa. Fiscaliza la portada del día siguiente y corrige los editoriales. Un día en el búnker de Miguel Barroso es un día en contacto permanente con Pedro Sánchez Pérez-Castejón. ¿Con qué abrimos mañana, Miguel? pregunta Pedro. Y Miguel le destripa la apertura (“La ultraderecha amenaza el medio ambiente”, edición del domingo 2 de julio a cuatro columnas) y le desgrana los editoriales. Solo así se explican las cotas de miseria periodística, rayanas en el vulgar panfleto, que todos los días alcanza la SER y El País, en papel y en la red.
Y ahí tenemos al inteligentísimo Miguel metido de hoz y coz en la cueva del radicalismo, dedicado con mesianismo nuevo a cultivar el huerto viejo de la revolución de la izquierda marxista, aislado de casi todo lo demás, porque los Migueles han perdido fuelle, se han ido dejando pelos en la gatera de su sectarismo, han perdido contactos, Ferreras, por ejemplo, que consideraba a Contreras más que un hermano, las familias juntas, de vacaciones juntos, y ahora se odian, “nunca le perdonaré que haya atentado contra mi familia” cuenta despechado el conductor de La Sexta.
Miguel quiere controlar el futuro del PSOE, pero sus aspiraciones vuelan mucho más alto, quiere evitar para el PSOE, sí, ese destino fatal que hizo desaparecer por el desagüe de la historia al PSI italiano, al PSF francés y al Pasok griego, pero él sueña con hazaña mayor, él se cree llamado a la titánica tarea de “rehacer la izquierda española entera”.
Suya es la operación Yolanda, esa figura de barro moldeada de la nada, llamada a facilitar un nuevo Gobierno de Pedro con comunistas, separatistas, bildutarras y Revillas varios, Pedro al timón de ese nuevo Frente Popular formado por los enemigos de la nación de ciudadanos libres e iguales, con él, con Miguel Barroso, controlándolo todo desde la sombras, la sala de máquinas de Prisa, desde las portadas de El País y las antenas de la SER, maniatando el futuro de un país que el 23 de julio tendrá una oportunidad única, ¿tal vez última?, de romper sus cadenas, de salvarse del cerco mortal que los enemigos de la sociedad abierta, los enemigos de la España liberal, van a intentar de nuevo tejer como hicieron en junio de 2018.
(*) Columnista
https://www.vozpopuli.com/opinion/dia-bunker-miguel-barroso.html
1 comentario:
Vaya artículo, no tiene desperdicio
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